sábado, 28 de julio de 2007

El final de la historia


Continuación de la entrada ‘El mejor novelista del mundo’
publicada el 14 de junio en éste blog.

Lo contradictorio es que fue el personaje, y no el escritor, quién redactó aquel texto en una hoja de papel cuadriculada, y fue también él quién cargó aquel escrito en su cartera durante 11 días. Si el título de ‘El mejor novelista del mundo’ era atractivo y original, su contenido no era más que una súplica de quién apenas puede hilar más de tres letras con sentido, hacía aquel que se supone ‘todo lo puede’.

Una semana estuvo esperando que lo imposible se hiciera realidad. Como si se pudiera presionar a Dios por medio de un sacrificio que a nadie le importaba. El personaje diario recorría el mismo insignificante kilómetro que dividía su casa de aquel rustico altar que los vecinos del lugar dedicaron a la Virgen de Guadalupe y a Jesús Sacramentado. Una vez ahí rezaba e imploraba que el final de su cursi e incompleta historia de amor tuviera un final favorecedor.

Si el amor no le sonreía, el personaje al menos tenía la seguridad de que la fe jamás lo abandonaría. Al rezar, con el afán de tranquilizar su impetuosa ansiedad, se tomó el atrevimiento de darle a Dios la profesión de ‘novelista de su vida’.

El escritor se dio cuenta de que los días fueron erosionando la ilusión, no así el personaje. Aquella hoja de papel no tuvo el poder esperado y al décimo día, después de noches de insomnio, el personaje se dio cuenta de que ni Dios no es novelista, ni su vida alcanzaba para que un simple escritor le diera vida a una historia ‘apenas interesante’.

La noche del onceavo día el personaje cayó preso de su ilusión fallida. Ahogado entre las ilusiones de años y la esperanza muerta de los últimos días, naufragó en aquella desesperación que sólo conocen aquellos que han caído en la tortuosa adicción de amar rabiosamente a una mujer inalcanzable.

No fue el escritor, sino el personaje aquel que escapó del silencio infernal de su cuarto para salir a las calles y recorrer la fresca madrugada en su automóvil. Escuchando la misma canción una y otra y otra vez hasta el cansancio, recorriendo las calles de siempre, temblando por dentro, repitiendo una y otra vez el texto que de tanto leerlo terminó memorizando.

Atravesando sin rumbo Churubusco, Insurgentes y Periférico a toda velocidad el personaje intentaba descifrar lo que venía. Sólo el escritor era consciente de que el punto final de la historia se acercaba, y que por eso, en unos segundos comenzaría la tormenta.

El personaje veía por el retrovisor como un trueno anunciaba que aquel cielo lleno de nubes negras estaba a punto de llorar estrepitosamente. Comenzó a llover cuando el vehículo cruzó un puente y las luces de la ciudad consolaban la mirada de los ojos llorosos del personaje.

Un vació en el estomago. El escritor sabía que se llama miedo. El personaje, en cambio, sabía lo que es sentirlo.

A las 4 de la mañana, después de horas de vagar en medio de la tempestad, el personaje detuvo el auto justo frente al altar de siempre. Descendió sin que le importara mojarse con los cantaros de agua que no cesaban en su batalla contra el suelo. Vio su patética imagen reflejada en el empolvado cristal del altar y decidió, por última vez, llorar por ella casi tan fuerte como la tormenta. Ahogó sus lágrimas hasta confundirlas con las gotas de lluvia que resbalaban por su rostro.

Otro trueno iluminando de azul eléctrico la oscuridad y un tronido seco pero potente. El escritor lo imaginó, el personaje lo vio. Una oración a Jesús Sacramentado y a la Virgen de Guadalupe ya no pidiendo amor, sino suplicando olvido. Aceptando la derrota e implorando resurrección. El escritor sabe que es hora de matar esta historia, quiere cortar ideas y acabar con años de repetirse él y repetir a la ironía en infinidad de cuentos. El personaje, al contrario, pide que ésta agonía de su amor más profundo, pero también más irrealizable se extienda al infinito.

‘Tú no puedes fabricar un milagro’ sentencia una de las canciones favoritas del escritor; y a su personaje le queda el saco. Es el personaje el que esa última y tantas noches sufrió por amor hasta niveles intolerables. Es por él que esta historia se ha plasmado siempre a medias pues ‘algo le falta’.

Entonces el personaje recordó aquella hoja en la que alguna vez dejó plasmada su vida. Sin importarle que la lluvia corriera la tinta de aquellas letras mal trazadas, y lentamente leyó aquellas frases que después de tanta vida se encontraban ya muertas. Con cuidado la dobló en cuatro, la depositó por debajo de la puerta del altar y la miró. Ahora la hoja de papel que por días fue su amuleto contra el desamor estaba fuera de su vida y dentro de aquel altar.

El personaje sabía que no es lo que pidió, pero al fin y al cabo es el final de su amor por ella. El escritor se justifica de corazón y cargado de pena responde que ‘hizo lo que pudo’. El personaje se retirara de vuelta a su cuarto, dónde pasará la noche en vela, rogando que una nueva ilusión llegue cuanto antes a su vida.

Después,cuando esta historia quedó en el olvido, una tarde cualquiera el escritor encontrará un altar vecinal dedicado a Jesús Sacramentado y a la Virgen de Guadalupe. Respetuosamente se asomará y vera en el interior una hoja de papel mal doblada e ilegible. El escritor entonces se pondrá triste y sabrá que ese dolor solo puede tenerlo aquel que a falta de imaginación, protagoniza sus propias historias.

Se jurará no volver a escribir sobre ella. Pondrá punto final.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Llevo ya un buen tiempo leyendo ocasionalmente tu blog. Desde que leí la primera vez, tus palabras se ganaron mi atención de una forma que solo grandes escritores han logrado. No es que sea yo muy letrado. Por el contrario. Es solo que me aburro muy fácilmente.
Tengo que decirte que hasta la fecha, nunca me ha pasado con tus palabras...

Yo, al igual que tú, he vivido mis propias historias sin final felíz. Todas, y cada una de ellas a lo largo de mis casi 26 años de vida.
A lo largo de este tiempo, de alguna forma y sin saber como, me volví indiferente a todo. Insensible. "Si nada me importa, nada me duele"...
Aunque una vez estando allí adentro, no me sentí tan bien como se supone que debe sentirse alguien a quien "no le duele nada". (le doy la razón a Alejandro Sanz cuando dice "No hay mas miedo que el que se siente, cuando ya no sientes nada...").
El problema es que no tenía idea de como salir de ahí...

Hace poco menos de un año, en una noche corriente de octubre, apareció alguien en mi vida que se robó esa indiferencia, y me rescató de la oscuridad... aunque solo para recordarme el dolor de amar sin ser amado.

Me recordó muchas cosas que tenía olvidadas...

Cosas simples que solo aprecias cuando estás enamorado...
Y cosas tontas que duelen mucho cuando estás enamorado..

Todas las cosas buenas, y también las malas... excepto una...

Cuando enfrentas una decepción de ese tamaño, una de las primeras cosas que haces, es llorar.
Sin embargo, yo me encontré con la enorme sorpresa de que no podía.
Traté una y mil veces, y no importa que tan mal me sintiera, ni el hecho de que deseara hacerlo con todas mis fuerzas... Sencillamente no podía...

El día jueves rasgaste seriamente lo que quiera que se interponía entre mis sentimientos y 'mis ojos' con "El monólogo del amor"... y hoy, después de leer "El final de la historia", lo lograste...

Lloré.

Lloré de imaginarte ahí, parado entre la lluvia. Solo con tu dolor...
Lloré por compartir tus esperanzas, súplicas, y rezos, y esperaba que al llegar al final tu historia terminaría diferente que la mía...
Pero ya vemos que no fue así.

Yo, soy solo un personaje más en esta historia, y poco puedo hacer para ayudar... Sin embargo, quería agradecerte de todo corazón por tus escritos.. por compartir tus sentimientos de una forma tan especial.
El mundo es un mejor mundo gracias a personas como tú...

Comparto tu dolor, y aunque no te conozca, espero de todo corazón que tu dolor se pase muy pronto... Como dice la canción: "Siempre vendrán tiempos mejores...".

Le mando un abrazo... señor Gabriel Revelo!!!.. Gracias!.

Gonzalo Del Rosario dijo...

Manya Gabriel a veces no sé qué decir, pero he sentido en carne propia tus desventuras, sufrir es la forma más bella de sufrir, y a la vez la más dolorosa.

A veces pienso que Dios es un novelista excelente, las cosas que me pasan a diario lo ratifican. Y si no lo es, sus guionistas son de lo mejor.

Y no dudes en probar un buen ajiaco de cuy . . . es delicioso.

Recuerdo que a una amiga española le dio pena comerlo, decía que le recordaba a su mascota, en otros países los cuidan como hámsters o algo así.

la dueña dijo...

que hermoso has escrito gabriel,
no se qdecir! aver esta mezcla de tristeza de esa busqueda de sentir nuevamente fe en que todo mejorara y q dios no es el novelista de nuestras historias

Gabriel , con este post te aplaudo , me gusto
creo que pusiste todo lo que tengo en mi cabeza y que bien tu si has podido encontrar la manera exacta de escribir aqui..
mil besos y otros mil . .

gabriel revelo dijo...

francisco:

te debo un millón de gracias por un millón de cosas diferentes: por estás al pendiente de lo que escribo, por compartir una parte de tus vivencias en tu comentario, por considerar que mi forma de escribir es agradable, por tomarte la molestia de escribir un comment tan bueno y sobre todo por hacerme sentir mucho más de lo que soy.

y que razón tiene el maestro sanz en su canción.

sabes, de cualquier manera estoy convencido de que el amor tiene que doler, tiene que causar daño de vez en cuando para saber darle su justo valor. yo, al igual que tú, estoy en esa busqueda de encontrar a la persona correcta. y claro que duele no encontrarla, pero dolería más ni siquiera buscarla.

sé que no somos los unicos así. hay miles de personas que sienten esa necesidad y que de algún modo estan pidiendo ser escuchados y que sus gritos no se ahogan en la nada.

si tu historia es parecida a la que cuento, si te identificas, si sientes su dolor, entonces es tuya, te la regalo... no tienes una idea de lo importante que es el hecho de que alguien tomé algo que tú hiciste como suyo.

así que mucha suerte, pues si eres capaz de escribir lo que arriba pusiste, no veo impedimento alguno para que el tiempo y la vida hagan que todo este bien.

de corazón, gracias por leerme.

gabriel revelo dijo...

gonzalo: buscaré algún lugar en la ciudad o cerca de aquí dónde hagan comida peruana y comeré cuy... igual y al principio es raro, pero estoy seguro de que me encantará.

pam: gracias corazón, los aplausos deberían ser para ti.