jueves, 14 de noviembre de 2013

Desesperando a la Ley (teoría y praxis)


Nada trascendente, poco divertida y muy común: así es esta historia cuyo único interés puede revestirse en el hecho de que es real y además puede dejar un útil consejo. ¿O será mejor decir ‘in-útil’? … depende, creo yo, de la perspectiva.

Sucedió hace unos años. Era cerca del medio día por los rumbos del Aeropuerto y Zaragoza (cerca de la calle de Economía). Mi amigo Ángel y yo circulábamos a bordo de mi auto buscando una dirección a la que nos dirigíamos por motivos de trabajo (quesque). Todo iba muy bien hasta que al narrador de estas líneas se le ocurrió girar en una calle que según las flechas en el concreto, era claramente de doble sentido. Por eso me sorprendí cuando al otro lado de la calle un par de policías (que tenían estacionada su patrulla en la esquina) me pidieron que me detuviera pues iba en ‘sentido contrario’.

La situación, lejos de preocuparme, me pareció divertida (no así mi amigo Ángel, que sutilmente me sugirió ofrecerle algo. No -respondí- es la quinta vez que me detienen y nunca he dado una mordida en mi vida.

El policía, bonachón como buen elemento de justicia del Distrito Federal me pidió, de acuerdo al guión de siempre, mi licencia de conducir y la tarjeta de circulación de mi vehículo. Amablemente se los di, no sin antes insistirle que no había ningún señalamiento que indicara el contrasentido de la circulación. Obviamente el ‘policeman’ comenzó a enumerarme distintos artículos de transito y leyes federales que amparaban a la ley, y obviamente me señalaban como culpable.

Una vez mi papá me dijo ‘Cuando te detenga un policía de transito, dile que te de la infracción, no le ofrezcas dinero ni nada. La mayoría de las veces, si llegan a levantar una multa tienen que hacer varios tramites para darla de alta, y mejor terminan por no hacer nada’. Y eso hice, insistir con que me levantaran la infracción en lugar de ofrecerles la clásica ‘mordida’. Yo notaba que los policías iban y venían con calma, como buscando desesperarnos para pedirle que nos ‘arregláramos de otra manera’. Como la verdad ni Ángel ni yo teníamos la menor prisa, dicha táctica no funcionó.

Me entregó los documentos advirtiéndome lo caro que me saldría la infracción y la pérdida de tiempo que significaría acudir a pagarla en cualquier delegación. ‘De todas formas no tengo nada que hacer’, pensé. El Poli siguió yendo y viniendo. Supongo que diez minutos después la cara de franca despreocupación y desfachatez que tanto Ángel como yo traíamos lo convenció de que perdía su valioso tiempo (y dinero) con nosotros. Me enseñó la libreta de infracciones diciendo: mire, para que no diga que no voy a apuntar nada, aquí esta ya el bloc de las multas, misma que me dispongo a levantar ahora mismo’. De nuevo, me valió un pepino.

‘Ya váyase, con cuidado’, contestó unos minutos después, no sin cierto aire de resignación. No me lo tuvo que decir dos veces. Abandonamos el lugar sin multa y con el contenido integro de nuestras carteras.

Ahora que lo pienso, aquella patrulla en la esquina no tenía otra función que el buscar víctimas inocentes como nosotros (más inocentes que víctimas) para obtener algunos cuantos (o muchos) pesos extras, cortesía de la corrupción. ¿No sería mejor que patrullarán la zona, en lugar de quedarse estancados en un solo punto? Obviamente sí. La calle de la infracción estuvo un buen tiempo en reparación y los señalamientos del flujo siguieron confusos. Supongo que no faltaron algunos incautos que siguieron dándoles dinero.

¿Recomendación final? Primero, no alarmarse cuando sean detenidos por algún elemento de transito, siempre sonrían y encuéntrenle lo gracioso al asunto, háganle la platica a los oficiales, etc; generalmente los busca-mordidas se valen de los nervios de los infractores para obtener el dinero. Siempre pidan que les levanten la infracción, aunque les den el papelito para que paguen en las dependencias públicas, la mayoría de las veces ni siquiera las dan de alta en el sistema. Ahora, quiero aclarar que ni todos los policías son corruptos, ni tampoco es bueno estar violando la ley. Recuerden, estos consejos aplican para casos de emergencia.

Tampoco me tomen muy en serio: No me hago responsable si por seguir mis consejos terminan recluidos en el Reclusorio Sur de la Ciudad de México.

3 comentarios:

Luis Gabriel... dijo...

Lo malo es que en el Toluca ahora las que te infraccionan son las mujeres; pero aplica la misma.

Buen tip.

Partido Social Player dijo...

muy buena historia en si, malo porque representa quizas un tipo de corrupcion...

gabriel revelo dijo...

Luis: Aplica igual con las mujeres, aunque seguramente ellas sí te levantarán la multa.

Partido: No es corrupción en tanto que les pido que me levanten la multa, si ellos no quieren hacerlo ya es su problema.