El día que rompí la manguera del camión del gas también
pasaron otras cosas; fue un sábado de mayo del 2004…
La noche anterior había llegado de Monterrey pues fui por
unos días a un evento universitario con mis amigos. Ese sábado tenía examen de
francés a las 8, así que, a pesar de casi no haber dormido me levanté temprano
para salir cuanto antes rumbo al escuela. Me subí al auto y salí a toda prisa,
tanta que pasé a lado de un camión amarillo que abastecía gas estacionario a
una casa y no sé cómo, la manguera del gas se atoró en una de las llantas de mi
coche. Escuché unos gritos pidiéndome que me detuviera, pero era tanta mi prisa
que aceleré más. Entonces por el espejo retrovisor vi como del camión salía una
gran nube de gas mientras los trabajadores seguían pidiéndome desesperados que
frenara. Me detuve y los trabajadores de la empresa de gas se acercaron
corriendo para zafar la manguera de las llantas de mi vehículo y evitar que se la
manguera continuara rompiéndose.
Uno de los trabajadores me preguntó cómo le íbamos a
hacer, pues debía hacerme responsable por lo que había roto. Les dije que no
había sido mi culpa, que no me haría responsable y me fui ¡pues qué se andaban
creyendo, todavía que dejaban una manguera atravesada a media calle!
Reconozco que en el trayecto hacia la universidad fui un
tanto nervioso por lo que acababa de pasar, no sabía si mi graciosada me
traería consecuencias o no ¿qué tal si mi colonia volaba en mil pedazos? Al
llegar a mi universidad la historia del camión del gas pasó a segundo término…
El día que rompí la manguera del camión del gas también
tenía programado un examen de francés al que la maestra no llegaba, lo anterior
en parte me hizo suspirar de alivio, pues para ser honesto en Monterrey no
estudié un carajo (a pesar de que hice la ridiculez de llevarme los libros y
cuadernos de la materia en la maleta). Me disponía a darle un repaso a mis apuntes
cuando entonces entró ella, la chica que en ese entonces me gustaba y con la
que ya había andado meses atrás. Días antes de irme a Monterrey habíamos
quedado en pensar las cosas para ver si volvíamos.
Salí a platicar con ella de cualquier tontería y tras
unos minutos acordamos que sí, volveríamos a intentarlo y nos hicimos novios de
nuevo. Para esas alturas de la mañana ya ni me acordaba de la manguera que una
hora antes había roto y mucho menos de la preocupación que me había causado el
saber si mi casa había explotado o no.
El día que rompí la manguera del camión del gas también
volví con mi ex novia. Estaba flotando sobre algodones cuando entró un
encargado de la coordinación de idiomas y nos dio la noticia: la maestra de francés
no podría llegar ese día. Ya se imaginarán, pensaba que aquel era de los
mejores días de mi vida: conseguí novia, no tuve el examen para el que no había
estudiado nada y además tenía el resto de la mañana libre.
Lo malo es que el encanto se rompió cuando sonó el teléfono
celular, era mi mamá (por lo menos al escucharla supe que mi casa no había
explotado) avisándome que habían llegado los señores del camión del gas para
contarles lo que había hecho, pues un vecino del que algún día me vengaré por
chismoso, les dijo en qué casa vivía. Ahora
los señores del gas, que venían acompañados de un policía, pedían más de 5 mil
pesos para arreglar mi desperfecto. Le prometí a mi mamá que volvería pronto
para arreglar el asunto.
Y sí, volví pronto pero no luego luego, ya que todavía
estuve un par de horas tonteando con mi ex novia que ya no era mi ex. Como ella
tenía que ir a un curso pasé a dejarla a una estación del metro alrededor del
medio día; nos despedimos y volví a casa.
Conforme iba acercándome a casa me empecé a preocupar por
el dineral que seguramente ya debía, eso sin contar que quizá ya tenía una
denuncia penal en mi contra y pasaría varios años en prisión. Lo malo es que
aun así andaba muy contento a causa de mi romance recién reestrenado.
Llegué a casa con cara de seriedad y preocupación (aunque
repito, estaba muy feliz) pues no quería verme tan mal hijo. Cuando encontré a
mi mamá muy quitada de la pena supe que las cosas seguramente se habían
solucionado. Y así fue, según me contó, justo cuando los señores del gas estaban
afuera de mi casa discutiendo mi acto vandálico, pasó uno de nuestros vecinos,
el cual es abogado y le dicen “El Fish”. Al ver la situación intercedió por mí
y no sé de qué triquiñuelas jurídicas se valió para hacerle ver a los señores
del gas que la cantidad que pedían era una exageración y que además ni era
legal lo que estaban haciendo. Finalmente sólo se les pagaron menos de dos mil
pesos y hasta firmaron un papel para que ya no me cobraran ni culparan en un
futuro por lo sucedido.
Mi imprudencia pudo haber salido muy cara, pero al
parecer ese día la buena suerte estuvo de mi lado. Si hicieran la versión en cine de esta historia, así
sería el póster:
El día que rompí la manguera del camión del gas y casi
provocó una explosión a media calle también me libré de un examen de francés y
volví con mi ex novia ¡todo eso en menos de 6 horas!
Mes y medio después corté con esa ex novia con la que
había regresado y pus… volvió a ser mi ex novia, pero esa es otra historia que
de momento no me da la gana contarles. Sólo quería que vieran lo intensa que es
mi vida, bueno, a veces.
2 comentarios:
muy buena historia, aunque creo que tenias las de ganar si te negabas a pagar, pero bueno, eso quedó atras...
Pues sí, eso hubiera estado mejor, pero al paso del tiempo esos detallitos no importan tanto.
¡Saludos!
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