Soy parte de esa generación a la que todavía le tocó el
furor por los productos importados de Estados Unidos. Hace unos veinte años no
era tan fácil conseguir dulces, refrescos, juguetes, revistas, discos o
alimentos provenientes de nuestro vecino del norte. Tener acceso a todos estos
bienes era un lujo, pues ni era tan fácil, ni tan barato acceder a ellos.
De esa época recuerdo mi fanatismo a las paletas de
caramelo del Gato Garfield, los chocolates Nestlé blancos, los dulces Nerds y
otras delicias gringas. Sin embargo, pocos me sedujeron tanto como el cereal Capitán
Crunch, un delicioso maíz inflado al que me volví adicto en mis años de niño
gordo, y que para mi desgracia desapareció igual de rápido como llegó a los
supermercados mexicanos. Sólo unos meses disfruté de su sabor para perderlo y
añorarlo por cerca de dos décadas.
Durante ese tiempo de abstinencia nunca dejé de pensar en
los Capitán Crunch, ni en ese sabor que busqué sin éxito en otros cereales. No
exagero al decir que un par de veces soñé que nuevamente me encontraba con esas
apreciadas cajas rojas engalanadas con un capitán de aspecto bonachón que viste
de azul. Lógicamente el desencanto al despertar era mayúsculo.
Ya había perdido toda esperanza de volver a saborear unos
Capitán Crunch cuando una mañana de domingo me encontré en un Superama con una
caja del preciado cereal. Ni tengo que decirles la emoción que me inundó, ni
que en el acto comprara tres cajas, ¡no fuera ser que desaparecieran
nuevamente!
Esa noche cené más temprano pues no me aguantaba las
ganas de comprobar si el recuerdo que tenía de ese cereal realmente le hacía
justicia a la realidad. Y realmente así fue, los Capitán Crunch seguían siendo
una orgasmo de sabor que me volvió loco una vez más.
De eso hace ya casi un año y sigo sin hartarme de comer
Capitán Crunch. No sé los estándares de lo normal hablando en materia de
cereales, pero no creo que sea muy normal que una caja me dura menos de 4 días.
Cada noche me sirvo un plato bien cargado y lo disfruto como si aquello fuera
lo mejor del mundo, y es que además de muy rico, este alimento es de las pocas
cosas que puedo comer sin culpa después de que hace más de un año tuve que
guardar dieta por motivos de salud y hasta bajé varios kilos.
Los Capitán Crunch dividen opiniones entre quienes me
rodean. Mientras algunos opinan que saben a pura azúcar y se preguntan cómo
puedo cenar eso diario, otros más los han probado y también han caído
embrujados por su sabor. Vaya, hasta mi perro Margarito ya es fanático y los
come con singular alegría cada que se encuentra algunos en el piso.
Para mi fortuna, ya también hay Capitán Crunch en Wal
Mart y en Comercial Mexicana, en donde incluso me he topado con algunas
presentaciones especiales. En conclusión: vivo una era dorada en mi romance con
este cereal.
Ya espero con ansias la hora de la cena para volver a
disfrutar de este cereal con el que podría casarme en este mismo instante.
Llevó casi un mes comiéndolo diario y no me harto. Si salgo de viaje me llevo
un par de cajas. Soy adicto, lo sé, lo peor es que no quiero hacer nada para
rehabilitarme. Cereal Capitán Crunch, no te acabes nunca… creo que te amo.
2 comentarios:
jajajaja... muy divertido tu post, no sabia que alguien pudiera tener tal adiccion por un cereal, pues que los disfrutes mientras puedas, y compartiendote una frase mia:
"que te rindan"...
Soy igual jaa me paso exactamente lo mismo el mejor cereal que existe de hecho si lo calientas en el microondas cambia el sabor el unico que se parecia un poco en el sabor era el apple oops de manzana canela de caha roja de la misma marca quaker ahora lo exporta pepsi a chedrahui y walmart y los unicos que veo que no venden son el de chocolate y donuts en costco venden la caja gigante muy barata trae casi el triple por 90 pesos
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