Como escribí hace unas semanas en este blog, me dio por dedicarme a correr y ya hasta participé en mi primera carrera. Por
desgracia, mi carrera deportiva en el atletismo podría llegar prontamente a su
final.
Hace quince días fui a entrenarme a los Viveros de
Coyoacán. Era una mañana de domingo y por primera vez en mi vida corrí cerca de
8 kilómetros, por lo que me sentía muy feliz y realizado. ¡Incluso ya me
imaginaba en las olimpiadas, ganando una medalla para México! Horas después,
cuando caía la tarde comenzó a dolerme la rodilla izquierda. El dolor persistió
un par de días más, aunque lo atribuí al esfuerzo que había hecho.
Para el siguiente domingo nuevamente fui a entrenar, está
vez al Autódromo Hermanos Rodríguez. Comencé a correr y por ahí de los 2
kilómetros nuevamente comenzó a dolerme la rodilla izquierda. Al principio no
le di importancia y así corrí otro kilometro, hasta que el dolor se volvió insoportable
y tuve que terminar el circuito caminando. Toda esa tarde tuve un gran dolor en
mi rodilla, tanto que caminaba con problemas, y ni que decir de subir y bajar
por las escaleras.
Al otro día parecía robot a causa de mi rodilla izquierda
dolorosa. Dos días después la molestia desapareció, pero me quedé con el
pendiente y por eso, este fin de semana vino a mi casa un fisioterapista (o
algo así) que me habían recomendado.
El huesero llegó poco antes del mediodía. Con su cama de
masajes plegable, en la que me acosté con short y mi playera futbolera (es que
era sábado de quehacer). Después de explicarle mi situación, me examinó. Tras
explorar mis huesos dijo que estaba todo descuadrado, que tenía la cadera
abierta (¿?) y que una de mis piernas era más larga que la otra. Que por eso
cuando corría desgastaba más una rodilla.
Puso música tranquila como para meditar. Entonces comenzó
a darme una reverenda madriza. Me tronó ambas piernas, los brazos y la cabeza.
Me pasó un rodillo por la espalda, me sacudió bien feo y al final, después de
que parecía que estaba practicando lucha libre conmigo, me untó una substancia caliente,
apestosa y de uso veterinario en la rodilla. Luego me pidió que me vendara la
zona. Yo me reía para no llorar.
El huesero me dijo que no me debía bañar en lo que restaba del día ni dejar que
me diera el aire en la rodilla. Por eso me puse una rodillera de señora y no me
bañé en el resto de la tarde. O bueno, sí. Sólo abrí la regadera para mojarme
el cabello y ponerme shampoo para no oler tan feo ni tener los pelos sebosos.
Fue todo un show bañarme así, pero al final lo logré.
Pensé que mi primer masaje profesional sería algo más
sensual. Que una chica guapa y con apariencia nórdica usaría sus manos suaves
para poner mis chakras en santa paz y
que hasta un final feliz tendría. En lugar de eso, un señor corpulento vino a
mi casa, me dio una patiza y ni un café me invitó.
Según él, ya podría correr al otro día. Así, ayer domingo
nuevamente fui a correr a la Deportiva. Como el huesero-curandero me dijo que siempre
debía calentar antes de correr, pues eso hice. Aunque eso de “calentar” pues no
sé si lo hice bien. La verdad nomás le hice al cuento. Realicé unas
sentadillas, caminé y estiré las piernas. Tras dos kilómetros de calentamiento me
animé a correr.
Al minuto el dolor de rodilla volvió ligeramente, por lo
que reduje la intensidad de mi trote. El dolor continuaba, así que opté por
dejar de forzarme y hacer el resto del recorrido caminando.
De vez en cuando me ganaba la desesperación y la
impotencia. Volvía a correr y nuevamente aparecía el dolor. Así, con pequeños
arranques y un tanto decepcionado terminé de recorrer toda la pista. El resto
de la tarde la rodilla me dolió poco. Gracias a que no me forcé tanto, la
molestia no es tanta como la semana pasada.
Y así me encuentro ahora. Ya no tan adolorido pero casi
seguro de que el dolor en mi rodilla izquierda volverá en cuanto me aventure a
correr nuevamente. Últimamente he recibido varios consejos de conocidos, amigos
y familiares: qué si debo calentar bien, que me revisé con un ortopedista, que
haga ejercicios para fortalecer las rodillas y que me cuide, pues se me puede
salir el líquido amniótico (u algo parecido, es que no me acuerdo del nombre
exacto) de las rodillas.
En fin, esperaré a la otra semana. Según el
masajista-rompe-huesos necesito varias madrizas varios masajes más para quedar
bien. Pero soy desesperado y con varias carreras en puerta me preocupa no poder
correr bien. Veré que tal me siento tras un par de masajes más.
¿Será el final de mi carrera deportiva en el mundo de la
corrida? ¿Me curará el huesero a base de masajes? ¿El dolor se me quitará como
por arte de magia, gracias a un milagro de Santa Claus en plena primavera?
Ya veremos, y como siempre, lo estaré escribiendo por
aquí. Mientras tanto, recen por mi rodilla izquierda.
2 comentarios:
pobrecito pero aguanta para eso eres hombre o no
Como vas después de todo este tiempo que has pasado? Espero que te encuentres mejor y si no pásate por nuestro que te hacemos maravillas Gabriel, un beso
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