domingo, 11 de diciembre de 2011

Crónicas de Tamagotchi 4: La Derrota

Ayer murió mi Tamagotchi, y no me siento ni un poquito culpable. Cuando me di cuenta en la pantalla había un platillo volador balanceándose, señal de que las mascotas virtuales decidieron marcharse debido a mis malos tratos. Y es que durante día y medio no le presté ni tantita atención. Qué si el trabajo, qué si la reunión con los amigos, qué si el cansancio, qué si había que llevar a Margarito a su cita con el veterinario... y aquí es donde entra el verdadero protagonista de éste texto.

Margarito (o Margaro, como ustedes prefieran) es el nombre de mi perro. Algunos dicen que es de raza maltés, pero en realidad es producto de una extraña mezcla, por lo que clasificarlo sería un tanto difícil. Tiene 12 años y vive en mi casa desde que tenía un mes de nacido. Fue comprado por mi madrina en el mercado de La Lagunilla como regalo de cumpleaños para mi hermana. Desde entonces no hay día en el que éste perro no me alegre la vida.

En febrero del 2007 Margarito fue atropellado. Su cadera quedó rota en tres partes. Tuvo que ser operado para que le pusieran una placa en sus huesos y pudiera volver a caminar. Durante esos días de angustia supe lo que era el amor hacia un animal. Después de semanas muy duras Margaro se recuperó y volvió a ser el mismo. Sociable, ocurrente, inquieto a pesar de su edad, saltarín, siempre intentando correr, con un hambre voraz, y unas ganas de vivir y querer que no le caben en el cuerpo. Así es mi perro, que por si fuera poco, también derrotó a mi Tamagotchi.

Así es, si en parte no le puse mucha atención a las garrapatas virtuales de mi celular fue porque en estos momentos Margarito necesita mucho más de mí. Debido a su edad y a la placa en su cadera ha tenido varios problemas de salud. Quizá tengan que operarlo de nuevo o tener un largo tratamiento para que vuelva a estar 100 por ciento bien. Por eso ayer preferí llevar al Margaro a su cita con el veterinario en lugar de atender las peticiones repetitivas de un Tamagotchi. Es más, ni me lo llevé a pesar de que el artefacto electrónico cabe en mi bolsillo. Hasta en las mascotas hay clases y para mí, Margarito ocupa el puesto más alto.

Tener un Tamagotchi podrá ser divertido y hasta una experiencia interesante, pero jamás comparada con tener un perro. El Tamagotchi siempre llevará las de perder ante un ser que es capaz de entenderme y darme el amor más puro que pueda conocer. Basta comparar la frialdad y opacidad de una pantalla, con los ojos castaños de canica de mi perro para saber que el Tamagotchi pierde el duelo por paliza.

Reiniciaré mi aparatito japonés. Vendrán otros tres seres virtuales y los cuidaré en la medida de mis posibilidades. Sin embargo, la prioridad la tiene mi amigo peludo y abrazable, el cual ya me espera para dar uno de sus paseos en el parque. Y a seguir peleando con él para que muy pronto se cure.

Aun nos quedan muchas aventuras por delante.

Fin de las Crónicas de Tamagotchi.

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