jueves, 7 de abril de 2011

No más sangre, pero tampoco dejar de luchar


El pasado miércoles 06 de abril, el escritor y poeta Javier Sicilia convocó a una marcha para exigir un alto a la violencia en el país. Esto como respuesta al asesinato de su hijo Juan Francisco y seis personas más en el estado de Morelos, el pasado 28 de marzo. Aunque el epicentro de estas protestas fueron Cuernavaca y el Distrito Federal, decenas de plazas en el país, e incluso ciudades en el extranjero como Nueva York, París, Buenos Aires o Barcelona se unieron a las protestas generalizadas por la inseguridad en México.

No es la primera vez que ocurren manifestaciones sociales de éste tipo en México. Quizá la última de tal cobertura mediática, fue la que se suscitó en agosto del 2008 con motivo del asesinato de Fernando Martí, hijo del empresario Alejandro Martí. En aquella ocasión asistí a la marcha convencido de que las exigencias eran justas. Junto con miles de personas pedí justicia y mayor seguridad para los mexicanos. Tres años después la sensación es diferente. No asistí a las marchas convocadas hace dos días. Tengo sentimientos encontrados con respecto a la percepción de inseguridad que sigue privando en el país. Respeto, pero no comulgo con las ideas de un importante sector de la opinión pública. Uno de los ejes centrales del movimiento encabezado por Sicilia es el buscar un pacto con el crimen organizado y terminar así la guerra contra el narcotráfico.

En mi opinión, cambiar de estrategia en materia de seguridad sería un grave error. Intento entender el dolor de los familiares de las víctimas y el terror que seguramente sufren los habitantes de algunas ciudades y poblados azotados por los carteles y grupos delictivos, pero también por ellos es que hay que mantener la lucha. Si algo nos llevó a la situación actual, fue la pasividad con la que gobiernos y autoridades actuaron en el pasado. El dejar que el narcotráfico operara con toda libertad, que se apropiara de rutas de distribución y que se infiltrara en distintos organismos del poder provocó que se entretejieran las redes de corrupción que hoy cuesta tanto trabajo deshacer. Retroceder significaría hacernos idiotas. Se reduciría la violencia, sí, pero esos grupos seguirían ahí, operando con total libertad en la ilegalidad, y encontrando rutas para llevar la droga a la población.

Y no es que me espante el tema de las drogas. Mucho se habla de que otra solución sería el legalizarlas. Si bien considero que la elección de consumirlas depende de cada quién, y que esto depende mucho de cuestiones de valores y principios, también es cierto que la posibilidad de que niños, jóvenes y personas con escaso nivel educativo se enreden con estupefacientes será mayor. Hoy en día sé que aunque tenga la oportunidad jamás me drogaría, pero que pasaría con aquellos que por edad o condición no tienen la suficiente información como para discernir sobre lo que más les conviene.

¿De verdad creen que se puede pactar con personas capaces de matar, decapitar, descuartizar y cometer atrocidades semejantes? Lo dudo. Cuando un alma humana es corrompida por el hambre del poder y la intimidación no distingue entre niños, mujeres e inocentes. Actúan con odio, no reconocen las reglas y poco les importa el daño que se provoque a la sociedad. Perdón si alguien opina diferente, pero a estos malditos desgraciados hay que aniquilarlos. Por eso celebro que las fuerzas armadas y diversos cuerpos policiacos combatan enérgicamente al narco. La respuesta violenta es lógica. Siempre he puesto de ejemplo a las hormigas. Si uno las deja arman sus nidos, se expanden territorialmente y van apoderándose de todo. Cuando se le echa agua al hormiguero estás salen enojadas y en grandes cantidades, hacen un alboroto, pero tarde o temprano se van cuando el hormiguero es destruido. Eso está pasando ahora mismo. A los delincuentes no les gusta que su zona de confort se venga abajo. Será una lucha de años. De sucesión de criminales. Si cae uno, ya está otro listo para ocupar ese puesto. Pero tarde o temprano el cáncer se irá terminando. Dejar de lado la batalla contra el narco y ocupar nuestra propia zona de confort hablaría muy mal de nosotros como país. Prefiero sentirme orgulloso por vivir en un país que afronta los problemas, a vivir en uno que sólo ‘se hace güey’.

‘No más sangre’ es una de las frases más populares en contra de la lucha que el gobierno emprende contra el narco. La sangre disminuirá en la medida en la que todos hagamos lo que nos corresponde. Nada ganamos viendo al gobierno como el enemigo. Llevo días escuchando reclamos absurdos en contra del presidente y demás autoridades, cuando ellos no son los que mutilan ni trafican drogas. Que haya furia, sí, pero contra aquellos delincuentes y capos que atentan de una u otra forma contra los mexicanos. Entendamos que gobierno, militares, policías, medios de comunicación y sociedad somos más fuertes si estamos del mismo lado. Antes que dividir y reclamar, tenemos que estar en el mismo frente. Sin partidismo político, sin decir ‘estaríamos mejor con fulanito de tal’.

Gran parte de la responsabilidad depende de las personas comunes y corrientes. Sonará absurdo pero lo primero es perder el miedo. Cada vez menos personas se tragan las llamadas de extorción, incluso habemos quienes nos burlamos cuando recibimos una llamada de estas. Lo mismo hay que hacer en todos los ámbitos de nuestra vida. No dejar de salir a las calles. Caminar nuestras calles y parques, ir a las plazas públicas de nuestras ciudades en las noches, que haya gente en todos lados. Lo que busca el crimen organizado es tener a la población en sus casas y a las calles vacías. Así se les facilita todo. Salgamos, vayamos a eventos culturales, deportivos, reunámonos en familia. Que las autoridades federales investiguen y arrasen con esos desgraciados. Nosotros a reír, a trabajar, a pasear y a sonreír. Como dicen varios anuncios y campañas. Somos muchos, pero de verdad mucho más las personas buenas. México es más que un grupo de tontitos sin cerebro queriendo hacernos daño.

No fui a la marcha del miércoles pero en el fondo quiero lo mismo, un mejor México. Lleno de paz y tranquilidad. Tarde o temprano venceremos. Recuerden todo lo bueno que han vivido en esta tierra, toda la gente buena que nos rodea y la calma que les brinda estar en su hogar. En eso creo y por eso hay que luchar.

Mi México lindo y querido, si tú no tienes miedo yo tampoco. Vamos a estar bien.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Asi se habla amigo, a vencer el miedo, la delincuencia y todo lo negativo!
Un abrazo
Angelica C.

gabriel revelo dijo...

Gracias por tu opinión Angelica. ¡Vamos a echarle ganas todos!, un abrazo.