Fue el puro presentimiento de que algo grande pasaría, el que hoy me hizo madrugar mucho más temprano que de costumbre. Apenas la 01:30 de la madrugada y mi corazón ya latía un poco más fuerte de lo normal. Sabía que no se fallarían a si mismas y mucho menos a México. Sabía que tanto Tatiana Ortiz como Paola Espinosa conseguirían una medalla olímpica… el resto ya es historia, y de las grandes.
¿O será mejor decir enorme? Cómo llamarle a la epopeya de pararse en el llamado “Cubo de Agua”, capital china de los clavados y plantarle cara a las parejas de clavados sincronizados más poderosas del mundo. Ahí estaban Alemania, Canadá, Australia, Gran Bretaña, Corea, China, Estados Unidos y dos mexicanas talentosas a las que poco les importó haber terminado la primera y segunda ronda de los clavados en el último sitio. No sé si fue la esperanza o la solidaridad con mis compatriotas que a pesar de todo no perdían la calma o las ganas de dejarme seducir por el encanto de Paola Espinosa lo que impidió apagar el televisor y regresar a los brazos de Morfeo. Lo cierto es que lejos de caer en la desesperación ambas mostraron una seguridad que nos tranquilizó a más de uno y que tres rondas de clavado después las depositó en la tercera posición, a un tris de robarle la presea plateada a las australianas.
Después ni hablar, ya no me importaría pasar una hora más sin dormir pues nada ni nadie me haría perderme ver como Paola y Tatiana recibían sus medallas de bronce en el pódium o ver elevarse la bandera nacional en lo más alto del deporte mundial.
Unas horas después sigue siendo martes. Gracias a un Red Bull y a la alegría que da un triunfo que el país siente en las entrañas pude continuar el día de forma más o menos decente. En todos lados se habla de la medalla obtenida. El desvelo no fue nada comparado con la emoción que viví en la madrugada y que me deja un sabor esperanzador pues Paola y todo su carisma y hermosura competirá en una semana en la prueba femenil de clavados en 10 metros, y seguramente, de nuevo valdrá la pena trasnochar.
Lo demás es nada hoy, cayó el primer bronce para México.
¿O será mejor decir enorme? Cómo llamarle a la epopeya de pararse en el llamado “Cubo de Agua”, capital china de los clavados y plantarle cara a las parejas de clavados sincronizados más poderosas del mundo. Ahí estaban Alemania, Canadá, Australia, Gran Bretaña, Corea, China, Estados Unidos y dos mexicanas talentosas a las que poco les importó haber terminado la primera y segunda ronda de los clavados en el último sitio. No sé si fue la esperanza o la solidaridad con mis compatriotas que a pesar de todo no perdían la calma o las ganas de dejarme seducir por el encanto de Paola Espinosa lo que impidió apagar el televisor y regresar a los brazos de Morfeo. Lo cierto es que lejos de caer en la desesperación ambas mostraron una seguridad que nos tranquilizó a más de uno y que tres rondas de clavado después las depositó en la tercera posición, a un tris de robarle la presea plateada a las australianas.
Después ni hablar, ya no me importaría pasar una hora más sin dormir pues nada ni nadie me haría perderme ver como Paola y Tatiana recibían sus medallas de bronce en el pódium o ver elevarse la bandera nacional en lo más alto del deporte mundial.
Unas horas después sigue siendo martes. Gracias a un Red Bull y a la alegría que da un triunfo que el país siente en las entrañas pude continuar el día de forma más o menos decente. En todos lados se habla de la medalla obtenida. El desvelo no fue nada comparado con la emoción que viví en la madrugada y que me deja un sabor esperanzador pues Paola y todo su carisma y hermosura competirá en una semana en la prueba femenil de clavados en 10 metros, y seguramente, de nuevo valdrá la pena trasnochar.
Lo demás es nada hoy, cayó el primer bronce para México.
2 comentarios:
Gracias a tu abanderada que nos dio ese gustazo.
Pasa por mi blog que te deje un regalito.
saludos
Bravo,Méjico!!!!!!!!!!!!!UN ENORME APLAUSO PARA ELLAS.
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