
Organizada y difundida por diversas organizaciones sociales, ‘Iluminemos México’ fue el nombre que se le dio a la marcha en contra de la violencia en nuestro país debido a la creciente ola de crímenes y asesinatos a manos del crimen organizado y el narco. Secuestros, asaltos y robos han ido arrebatándole la tranquilidad a los mexicanos que cansados de la impunidad y corrupción, decidieron mostrarle a las autoridades su descontento. Por eso había que estar ahí, porque momentos así son determinantes en la historia de un país, porque como sociedad tenemos la responsabilidad de cuidarnos unos a otros y de hacer hasta lo imposible porque México vuelva a respirar la paz.
La idea era ir vestidos de blanco y llevar una vela para iluminar con miles de luces el recorrido. A la marcha, que originalmente se llevaría únicamente en la Ciudad de México, se fueron uniendo otras ciudades de cada uno de los 31 estados de la República Mexicana. Y no sólo eso, en Londres, Madrid, Los Ángeles y otras metrópolis del mundo también habría manifestaciones solidarias con el pueblo mexicano.

Repuesto del impacto inicial al llegar y ver la Glorieta del Ángel de la Independencia llena de mexicanos vestidos de blanco, me uní a la marcha que recién acababa de iniciar. No importaba el aire frío ni las nubes que anunciaban la inminente llegada de un tormentón. Entonces me uní a un río de gente sin principio ni fin. Ahí, entre extraños de las más diversas clases sociales (si es que esa frase sigue teniendo cabida en estos tiempos) fui entendiendo lo que es la fuerza de un país, y que no se basa en las instituciones sino en la gente. No sabía cuántos éramos, pero poco importaba cuando hombro contra hombro se transmitía una calidez a prueba de todo. Paso tras paso la energía aumentaba y la atmosfera se tornaba en una esperanza amorosa que inundaba el corazón. No puedo describir el sentimiento que se apodera de uno cuando ve a la gente de su país levantar la voz y decir ‘México quiere paz’ al unísono de millones que como yo, dejaron todo para unirse a esta caminata en más de cincuenta ciudades y poblaciones de la república.

No es justo, por dónde se vea esta situación es inmerecida para un país tan grande que no cabe más que en el corazón de millones de personas buenas. Inmerecido para un pueblo acostumbrado a enfrentar cualquier adversidad y salir adelante. No es justo, ni nunca lo será, que la historia de un nuestro México sea manchada por un reducido grupo de descerebrados que no merecen la más mínima consideración. Menos justo es la red de corrupción y burocracia que aunado con la incapacidad de las autoridades tienen a la delincuencia en un estado de comodidad inadmisible. Gobernantes van y vienen, al igual que los pretextos.

La gente seguía y seguía llegando de todos lados. Con la mejor disposición, sin banderas de partidos políticos, ideologías o distinción de religiones. Animados por la belleza de la Catedral o de Palacio Nacional y llenos del orgullo contagiado por la gigantesca bandera mexicana ondeando en la Plaza de la Constitución. Como estaba pactado, en punto de las 20:30 de la noche las luces de todos los edificios fueron apagadas para darle paso a las miles de veladoras y lámparas fueron iluminando cada rincón no sólo del Centro Histórico y sus alrededores, sino de todo mi México. Después las primeras estrofas del Himno Nacional hablaron por todo un país que ya quiere vivir en paz. Fue inevitable no conmoverse y no desear con todas las fuerzas que los causantes de tanto dolor recapaciten y sean hombres de bien.




Porque amo a mi país, este blog se une al clamor de mi nación: exigimos justicia.
