¿Qué se puede hacer con 2,300 pesos mexicanos? Comprar un montón de cosas necesarias; comprar otro montón, pero ahora de cosas innecesarias; dar el enganche para algo; hacer una fiesta; ahorrarlos; ir al cine unas 20 veces, comprar como 17 discos compactos o 12 dvd’s originales; o un pequeño ipod, ‘rete harta’ comida o un viajecillo sencillo. En fin, tener cientos de posibilidades para dejar escapar esa cantidad de dinero y elegir la más indecente debería ser considerado un pecado, y de los graves.
¿En qué elegí, pues, gastar los 2,300 pesos?... pues en pagar mis impuestos a la Secretaría de Hacienda.
Consciente o inconscientemente (más lo primero que lo segundo), el tema ‘económico’ se ha vuelto un recurrente en éste blog. Situación seguramente atribuible a esa tendencia humana de evadir las obligaciones, sin que por eso se pueda escapar de ese ‘cosquilleo’ con el que a todas horas nuestra buena conciencia nos bombardea y que no es más que el indicativo de que estamos evadiendo un problema. Por más que el problema en sí se nos haga una injusticia, hay dos opciones: fingir demencia o tomar cartas en el asunto y cortar el problema de raíz, que al fin y al cabo es lo que hice, aunque con eso me haya condenado a unos tristes días de austeridad monetaria.
Tiene 24 horas que soy pobre y miserable (en sentido literal y figurado). ¿A quién se le ocurrió elegir Abril como el mes en el que los contribuyentes debemos presentar nuestra declaración anual de impuestos? Yo creo que al Diablo. Y al Diablo me dan ganas de mandar todos los trámites burocráticos que, amén de que me quitaron mi dinero, tuve que cumplir estoicamente como penitencia en Semana Santa. No caeré en el error común de echarle la culpa a alguien más, al contrario, si pagué todo lo que debía de un año de golpe, fue por la desidia de no ir cada mes a las divertidísimas oficinas de Hacienda y Crédito Público y pagarles por tener derecho ¡¿¡¿a trabajar?!?! osea, que no conformes con que me pare temprano, ande ojeroso, me tengan ocho horas encerrado en una oficina pichurrienta y esté a punto del colapso nervioso y una buena gastritis-colitis ha causa de mi buena alimentación en la oficina, ¡al gobierno se le ocurre cobrarme por eso!. Vuelvo a escribirlo: ¡váyanse al Diablo! (no los lectores, sí el Gobierno).
‘Tramites gubernamentales’. La sola palabra es capaz de provocarle una diarrea con temperatura y ataques cardiacos a cualquier ciudadano promedio. No es sólo ser despojado de nuestro dinero, sino las horas que se perderán en filas, las veces que habrá que verle la cara a empleados intransigentes y suplicarles que nos atiendan ya no eficiente sino dignamente. En fin, que después de presentar mis declaraciones mensuales correspondientes a Agosto, Septiembre, Octubre, Noviembre y Diciembre y descubrir que le debo las perlas a la Virgen, me di cuenta que lo verdaderamente molesto es que soy el único al que dicha situación le provoca desvelo.
“El único tarugo es uno”, dice mi abuelo, cada que escucha que alguien más presume sobre sus logros o la de alguno de los suyos. La misma frase podría aplicarse ahora, aunque en sentido más estricto de la palabra, al hecho de ser el único de mis compañero-amigo-enemigo-contemporáneos que fue a Hacienda, hizo diez mil visitas a oficinas y presentó su declaración anual. El resto del universo tomó dos posturas igualmente envidiables para su servidor.
Unos, los más, han tomado la feliz resolución de no preocuparse en lo más mínimo ni por declarar, ni por pagarle nada a Hacienda. Les preocupa, eso sí, pero sólo mientras lo comentamos en grupo, después, el asunto de sus impuestos pasa a ocupar el último lugar de sus prioridades. Otros, los menos, son gente dotada de un extraño don celestial de la responsabilidad que de alguna manera hace que vayan al día con sus requerimientos fiscales y que además no paguen ni un centavo a la dependencia, pues ellos, como excepción a la naturaleza del hombre, presentan facturas, notas y comprobantes de compras que hacen que sus impuestos se deduzcan a cantidades mínimas o incluso, desaparezcan.
O soy demasiado distraído para ir al día con eso de los pagos que la edad adulta y la vida laboral exige, o muy ñoño para creer que por dos mil pesos va a venir por mi la justicia y me condenarán a prisión por años a causa de evasión fiscal. Quién sabe. Lo único que ni cómo negar es la ‘taruges’ de no poder ser ni tan rebelde ni tan santo como uno quisiera. Estaré pobre durante los próximos quince días pero con la conciencia en paz. Pues aunque sé que es improbable que ante adeudos de millones de pesos vayan en busca de dos mil míseros pesos, pero es precisamente es ‘¿y si sí?’, el que como siempre, me congela mi espíritu aventurero.
Mi alma descansa en paz y así lo hará durante los próximos 365 días, plazo justo en el que de nuevo me daré cuenta de que otra vez me atrasé con mis pagos y responsabilidades y volveré a ser pobre, una vez más. Es eso o cambiar, cosa que por cierto, no se me da mucho que digamos.
¿En qué elegí, pues, gastar los 2,300 pesos?... pues en pagar mis impuestos a la Secretaría de Hacienda.
Consciente o inconscientemente (más lo primero que lo segundo), el tema ‘económico’ se ha vuelto un recurrente en éste blog. Situación seguramente atribuible a esa tendencia humana de evadir las obligaciones, sin que por eso se pueda escapar de ese ‘cosquilleo’ con el que a todas horas nuestra buena conciencia nos bombardea y que no es más que el indicativo de que estamos evadiendo un problema. Por más que el problema en sí se nos haga una injusticia, hay dos opciones: fingir demencia o tomar cartas en el asunto y cortar el problema de raíz, que al fin y al cabo es lo que hice, aunque con eso me haya condenado a unos tristes días de austeridad monetaria.
Tiene 24 horas que soy pobre y miserable (en sentido literal y figurado). ¿A quién se le ocurrió elegir Abril como el mes en el que los contribuyentes debemos presentar nuestra declaración anual de impuestos? Yo creo que al Diablo. Y al Diablo me dan ganas de mandar todos los trámites burocráticos que, amén de que me quitaron mi dinero, tuve que cumplir estoicamente como penitencia en Semana Santa. No caeré en el error común de echarle la culpa a alguien más, al contrario, si pagué todo lo que debía de un año de golpe, fue por la desidia de no ir cada mes a las divertidísimas oficinas de Hacienda y Crédito Público y pagarles por tener derecho ¡¿¡¿a trabajar?!?! osea, que no conformes con que me pare temprano, ande ojeroso, me tengan ocho horas encerrado en una oficina pichurrienta y esté a punto del colapso nervioso y una buena gastritis-colitis ha causa de mi buena alimentación en la oficina, ¡al gobierno se le ocurre cobrarme por eso!. Vuelvo a escribirlo: ¡váyanse al Diablo! (no los lectores, sí el Gobierno).
‘Tramites gubernamentales’. La sola palabra es capaz de provocarle una diarrea con temperatura y ataques cardiacos a cualquier ciudadano promedio. No es sólo ser despojado de nuestro dinero, sino las horas que se perderán en filas, las veces que habrá que verle la cara a empleados intransigentes y suplicarles que nos atiendan ya no eficiente sino dignamente. En fin, que después de presentar mis declaraciones mensuales correspondientes a Agosto, Septiembre, Octubre, Noviembre y Diciembre y descubrir que le debo las perlas a la Virgen, me di cuenta que lo verdaderamente molesto es que soy el único al que dicha situación le provoca desvelo.
“El único tarugo es uno”, dice mi abuelo, cada que escucha que alguien más presume sobre sus logros o la de alguno de los suyos. La misma frase podría aplicarse ahora, aunque en sentido más estricto de la palabra, al hecho de ser el único de mis compañero-amigo-enemigo-contemporáneos que fue a Hacienda, hizo diez mil visitas a oficinas y presentó su declaración anual. El resto del universo tomó dos posturas igualmente envidiables para su servidor.
Unos, los más, han tomado la feliz resolución de no preocuparse en lo más mínimo ni por declarar, ni por pagarle nada a Hacienda. Les preocupa, eso sí, pero sólo mientras lo comentamos en grupo, después, el asunto de sus impuestos pasa a ocupar el último lugar de sus prioridades. Otros, los menos, son gente dotada de un extraño don celestial de la responsabilidad que de alguna manera hace que vayan al día con sus requerimientos fiscales y que además no paguen ni un centavo a la dependencia, pues ellos, como excepción a la naturaleza del hombre, presentan facturas, notas y comprobantes de compras que hacen que sus impuestos se deduzcan a cantidades mínimas o incluso, desaparezcan.
O soy demasiado distraído para ir al día con eso de los pagos que la edad adulta y la vida laboral exige, o muy ñoño para creer que por dos mil pesos va a venir por mi la justicia y me condenarán a prisión por años a causa de evasión fiscal. Quién sabe. Lo único que ni cómo negar es la ‘taruges’ de no poder ser ni tan rebelde ni tan santo como uno quisiera. Estaré pobre durante los próximos quince días pero con la conciencia en paz. Pues aunque sé que es improbable que ante adeudos de millones de pesos vayan en busca de dos mil míseros pesos, pero es precisamente es ‘¿y si sí?’, el que como siempre, me congela mi espíritu aventurero.
Mi alma descansa en paz y así lo hará durante los próximos 365 días, plazo justo en el que de nuevo me daré cuenta de que otra vez me atrasé con mis pagos y responsabilidades y volveré a ser pobre, una vez más. Es eso o cambiar, cosa que por cierto, no se me da mucho que digamos.
5 comentarios:
Chale, y yo que me acabo de dar de alta ...
Diablos, yo ni dado de alta estoy, ya me pusiste a pensar...
Tocan a la puerta... será hacienda, por si si por si no deja voy a apagar las luces no vaya a ser jeje
Dicen que mal de muchos...
Pero pues si te consuela a "mi se me paso" la declaración patrimonial lo cual es una payasada ya que lo único que reportare son las deudotas que tengo. Eso si me pregunto donde estan las declaraciones de tooodos los funcionarios que realmente tenìan que contarnos de donde diablos salieron sus riquezas.
Saludos
lo sosntengo entonces: abril es el mes más curel, de acuerdo a t.s. eliot.
diablos, me siento rezagado con respecto a mi generación. todavía soy estudiante. no conozco esos problemas de pagar impuestos, no los vivo activamente.
creo que soñé o no sé qué pasó pero recuerdo que ya había comentado esta entrada o quizá es un déjà vu, pero lo digo otra vez, quizá te incomoda eso pero al menos eres responsable, habla bien de ti.
PD. ya viste cómo va lo del metrobús en nuestra avenida que nos sepera? la otra vez vi un taxi que se atoró en una zanjita jaja. y después de la comercial mexicana se pone infernal, prácticamente solo hay grosor para el metrobús, es un rollo pasar por ahí con coche o pesero. a ver cómo es el resultado final, si se descongestiona o no. una cosa que me agrada: no habrá micros, son unas verdaderas amenazas. ojalá que este proyecto resulete beneficioso, aunque a veces tengo mis dudas.
fátima: bienvenida a la incongruencia de pagar por trabajar ja ja... te recomiendo que desde ya vayas al día pa' que no te pase como a mi.
el tito: yo me sentía igual de perseguido. pero no te preocupes, si no estás dado de alta no tienen porque hacerte nada.
deli: de incongruencias así está llena la historia de nuestro querido sistema tributario. ya me deprimí.
dr. alvi: pues no tan cruel... ¡es mi cumpleaños! y que bueno que aun no tienes que declarar impuestos, no sabes lo pesado que es. y el metrobus apesta. justo en la esquina de mi casa habrá una estación y el trafico es insoportable, a tal grado de que hay veces que prefiero no salir para evitar el trafico de regreso. espero que las cosas mejoren, porque ahora mismo, llegar a mi casa es desesperante. saludos!
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