lunes, 24 de marzo de 2008

Tras de tus pasos

Ya de vuelta en la Ciudad de México sigo prisionero del encanto de Catemaco... no sé cuando dejaré de escribir de esta tierra mágica.

Se puede volver una y otra vez sin necesidad de saber por qué. Quizá ese vaivén de la vida, que tan sabiamente reproducen el mar y el sonido, sea el que mantiene al mundo girando. No importa quién seamos, ni la religión que profesemos: siempre volvemos a nuestros orígenes. Ya sea por nostalgia, necesidad, curiosidad o para reinventarnos, volver siempre es una constante que a veces ni notamos. Si la historia de mi existencia fuera una figura, de seguro sería un enorme circulo en el que el principio se confunde con el final. Pasan los años y los recuerdos de mis visitas a Catemaco se me confunden en el tiempo sin que esto las difumine, al contrario, siguen más vivas que nunca. Una de estas evocaciones, quizá de las más fuertes, es la de visitar la cueva donde se ubica el altar de la Virgen del Carmen.

La leyenda cuenta que fue Juan Catemaco, pescador de la región, fundó el pueblo por encargo de la Virgen del Carmen, que se le apareció encima de una roca ubicada en el margen de la Laguna. Desde entonces los pobladores de la región de los Tuxtlas adoptaron a la Virgen del Carmen como su Santa Patrona, compromiso que ella parece corresponder con la interminable lista de milagros que se le atribuyen y que lejos de mermar, parecen ir aumento.

No sé desde cuándo en mi memoria está guardada la imagen de mi papá y yo levantándonos muy temprano (cerca de las siete de la mañana), para descender al pueblo, recorrer su malecón y después bordear un fragmento de la orilla de la laguna para llegar hasta la roca en la que están dibujados los pies de la virgen en donde dicen que ocurrió la milagrosa aparición. A veces corriendo, trotando o caminando, el trayecto siempre se hacía corto a pesar de la distancia. Hablando de todo un poco, otras veces en silencio, acompañados por algunos primos y tíos, o solo los dos, aquella caminata se volvió una tradición que tras los años continúa a pesar de que mi papá ya no habita este extraño mundo.

Nunca sabré que fuerza hace que éste y todos los años hace que despierte con el alba y camine por más de media hora hasta aquella roca en la Laguna. No es sólo recorrer todo el pueblo y su malecón y seguir por un camino sin pavimentar, encontrar pescadores desollando anguilas en la arena o internarse en el silencio de aquel gran deposito de agua. Lo cierto es que una vez que se vislumbran esos pequeños pies tallados en la inmensa piedra y el pequeño altar dedicado a La Virgen del Carmen, es inevitable que una sensación liberadora por haber cumplido se apodere de nosotros. Precisamente es el volver tras nuestros pasos. Recordar que ese trayecto jamás lo recorreré solo pues él me acompaña. Irónicamente, también los pasos de la patrona del Carmen encuentran lugar dentro de la analogía del camino siempre recorrido y que no por eso deja de ser nuevo. Un lugar es lo que vivimos ahí.

La costumbre se nos quedó a varios. Hace mucho que mis primos me acompañan en el viaje. Aunque no me lo digan, sé que para ellos esa caminata mañanera también significa muchas cosas. Como un código que sólo nosotros entendemos, que nos mantiene muy unidos y que forma parte de nuestra esencia. Hoy visitar Catemaco es ir hasta aquel altar, no hacerlo es inimaginable. Hace un par de días Luis Felipe, Luis Gabriel, Yosimar, Pablo y yo fuimos atacados por cientos de moscos de la laguna que a causa del viento de la noche anterior se habían alborotado. Corrimos manoteando y aunque recibimos un buen número de picaduras por nuestra cabeza jamás cruzó la idea de no seguir adelante. Cuando llegamos toque la roca, mire hacia el altar y para mis adentros pronuncié: Una vez más, cumplido. Seguramente una presencia invisible y que estaba a mi lado me escuchó y sin duda sonrió.

6 comentarios:

El Tito dijo...

Oye dos cosas

1 Que interesante la historia, el lugar y lo que esto encierra

2 Creo que vas mejorando tu narrativa. Me gustó mucho, en especial el final.

Saludos

Mariel Ramírez Barrios dijo...

Sin dudas
sonrió.
un día en una tierra lejana ( el día que decidí volver a mitierra) SENTí que caminaba en el aire y entendí lo que significa " mis raíces"
Vos ,mi amigo
las describía tan bien aquí,parte de las tuyas
parte de tu historia
parte de vos
y de tu identidad.
Te quiero,Gabo

am dijo...

Espero visitarlo algún día. Se ve interesante.

Saludos!

k dijo...

Yo quiero. No sé si por el lugar en sí o por cómo lo cuentas.

Alviseni dijo...

never been there.

pero creo que ni siquiera tengo un lugar con el que tenga un lazo así.

costumbres tal vez, pero esas me las reservo jeje.

saludos.

Anónimo dijo...

FELICIDADESNQUERIDO HIJO CADA DÍA ESCRIBES MEJOR Y LO MEJOR ES QUE TU PAPÁ SIEMPRE ESTA CONTIGO.