Pienso afanosamente en otra imagen que ejemplifique mejor la idea de ser un fracasado en el amor. Me encantaría descubrir otra escena que fuera más triste y sobrecogedora que la que protagonicé hace unas cuantas noches y que hoy me obliga a relatarlo de manera medio confusa para salvaguardar lo poco que me puede quedar de dignidad.
Seguramente me equivoco y no es para tanto. Después de todo el escenario era yo caminando en medio de una madrugada de sábado. Cansado, ojeroso, temblando de frío y con los primeros indicios de una gripa que amenaza con volverse un resfriado letal. Aun con los oídos ensordecidos por la música del lugar que abandono, me dirijo a mi auto en una desolada calle de la Colonia Roma. De mi lastimado corazón las mejor ni hablamos. Tal es la imagen de mi derrota.
O soy yo, o las noches de fin de semana no se llevan conmigo.
Me volvió a pasar. De nuevo le di oportunidad a la noche para que por medio de su embrujo me concediera una de esas veladas de magia y pasión que mencionan las aquellas canciones destinadas a volverse inolvidables. Arriesgarse a qué cualquier cosa pasara y a pesar de ello, sentirse profundamente infeliz una vez que las cosas salieron mal, como si uno no supiera que el simple hecho de jugar implique una derrota. Estadísticas... las odio. Pero estaba ahí. En el mismo tiempo, en el mismo lugar. Compartiendo primero el auto, después una mesa en un bar y después en aquel tugurio a reventar y cuya música no me dejaba ni escuchar mis propios pensamientos. Éramos varios, pero para mi los demás ni existían. Podría estar contigo en cualquier lugar y la sensación de vértigo y fugacidad temporal hubiera sido la misma. Escuchar las verdades que según tú vistes de tonterías y que me pueden enseñar más de lo que imaginé jamás. Tenerte a lado y sentir la energía que irradias por los poros. Verte bailar. Verte reír. Verte y callarse. Verte y disfrutar de ese carisma que vuelves seducción.
Cuando horas después descubrí que yo no pertenecía a lugares así, ella sin darse cuenta ya me había roto el corazón y de paso me hizo aterrizar en mi realidad: tengo el alma vieja. Lo peor es que siempre lo supo y no hago ni el mínimo intento por cambiar. Demasiado viejo para soportar durante horas aquellas bocinas estremeciendo el lugar. Demasiado viejo para seguirle el paso a tu alocada vitalidad (apenas soy dos años mayor que tú y a veces me parecen décadas). Tan viejo como para solamente tomar tres cervezas en la noche y estar sobrio cuando la mayor parte del lugar se encuentra ya bajo los efectos de esas cervezas que conforme pasaba la noche más amargas me sabían.
Demasiado viejo para preferir estar platicando en un lugar calmado y tranquilo, y no en medio de una fiesta que todos menos yo comprenden. Viejo a mis 25. Y jodidamente joven como para declararme fascinado por ella, tan diferente y distante, y encima de todo, sentir que cada roce o gesto tuyo multiplica a mil el mareo de saberla a centímetros cerca. Demasiado viejo para escandalizarme por verla bailar con alguien más y peor tantito, disfrutarlo y sonreír. Comprender que no tengo ni el derecho ni la vergüenza por enojarme y refugiarme en la escritura pues la cobardía para tener el coraje y pelear por ti me lo impiden. Demasiado viejo para morirme de ti, entender que la noche no tiene cordura y que los deseos de la pasión gobiernan en cuanto el sol se esconde. Alma vieja, sueños cansados. El animo por los suelos y el frío de la noche. Demasiado viejo por retirarme a casa solo, dejándola ahí. Escuchar canciones de Armando Manzanero y apenas poder contener las lágrimas a causa de mi estúpido descubrimiento: entre nuestras formas de ser existe una galaxia de lejania.
Demasiado viejo para un carajo.
Seguramente me equivoco y no es para tanto. Después de todo el escenario era yo caminando en medio de una madrugada de sábado. Cansado, ojeroso, temblando de frío y con los primeros indicios de una gripa que amenaza con volverse un resfriado letal. Aun con los oídos ensordecidos por la música del lugar que abandono, me dirijo a mi auto en una desolada calle de la Colonia Roma. De mi lastimado corazón las mejor ni hablamos. Tal es la imagen de mi derrota.
O soy yo, o las noches de fin de semana no se llevan conmigo.
Me volvió a pasar. De nuevo le di oportunidad a la noche para que por medio de su embrujo me concediera una de esas veladas de magia y pasión que mencionan las aquellas canciones destinadas a volverse inolvidables. Arriesgarse a qué cualquier cosa pasara y a pesar de ello, sentirse profundamente infeliz una vez que las cosas salieron mal, como si uno no supiera que el simple hecho de jugar implique una derrota. Estadísticas... las odio. Pero estaba ahí. En el mismo tiempo, en el mismo lugar. Compartiendo primero el auto, después una mesa en un bar y después en aquel tugurio a reventar y cuya música no me dejaba ni escuchar mis propios pensamientos. Éramos varios, pero para mi los demás ni existían. Podría estar contigo en cualquier lugar y la sensación de vértigo y fugacidad temporal hubiera sido la misma. Escuchar las verdades que según tú vistes de tonterías y que me pueden enseñar más de lo que imaginé jamás. Tenerte a lado y sentir la energía que irradias por los poros. Verte bailar. Verte reír. Verte y callarse. Verte y disfrutar de ese carisma que vuelves seducción.
Cuando horas después descubrí que yo no pertenecía a lugares así, ella sin darse cuenta ya me había roto el corazón y de paso me hizo aterrizar en mi realidad: tengo el alma vieja. Lo peor es que siempre lo supo y no hago ni el mínimo intento por cambiar. Demasiado viejo para soportar durante horas aquellas bocinas estremeciendo el lugar. Demasiado viejo para seguirle el paso a tu alocada vitalidad (apenas soy dos años mayor que tú y a veces me parecen décadas). Tan viejo como para solamente tomar tres cervezas en la noche y estar sobrio cuando la mayor parte del lugar se encuentra ya bajo los efectos de esas cervezas que conforme pasaba la noche más amargas me sabían.
Demasiado viejo para preferir estar platicando en un lugar calmado y tranquilo, y no en medio de una fiesta que todos menos yo comprenden. Viejo a mis 25. Y jodidamente joven como para declararme fascinado por ella, tan diferente y distante, y encima de todo, sentir que cada roce o gesto tuyo multiplica a mil el mareo de saberla a centímetros cerca. Demasiado viejo para escandalizarme por verla bailar con alguien más y peor tantito, disfrutarlo y sonreír. Comprender que no tengo ni el derecho ni la vergüenza por enojarme y refugiarme en la escritura pues la cobardía para tener el coraje y pelear por ti me lo impiden. Demasiado viejo para morirme de ti, entender que la noche no tiene cordura y que los deseos de la pasión gobiernan en cuanto el sol se esconde. Alma vieja, sueños cansados. El animo por los suelos y el frío de la noche. Demasiado viejo por retirarme a casa solo, dejándola ahí. Escuchar canciones de Armando Manzanero y apenas poder contener las lágrimas a causa de mi estúpido descubrimiento: entre nuestras formas de ser existe una galaxia de lejania.
Demasiado viejo para un carajo.
7 comentarios:
Necesitas enviar esta entrada a esa Chica...sabiendo lo bueno y lo malo de ser viejo, podra entenderte y elegir.
Atte. Una vieja a los 22.
dicen que lo viejo se lleva por dentro. y bueno, parece ser que esa es tu visión de ti mismo. ojalá encuentres lo que buscas y rejuvenezcas.
ánimo revelo.
es más, haste te invito a una fiesta. lástima que esto no nos permite comunicarnos con el tiempo que quisiéramos. jeje, te presento unas doctorcitas guapetonas. fiesta mañana jeje.
No se aguite man, solo no estabas en tu territorio, es como los animales, nomás se sienten fuera de su abiente y les tiembla, así somos nosotros.
Esa galaxia de diferencia es lo que puede hacer llamativa su presencia mutua Gabo... Esa galaxia de diferencia es la que le da la razón a aquel viejo dicho de: "Los opuestos se atraen", y a aquella frase que Arjona plasmó en una rima insulsa de sus canciones: "Dice la gente que tu y yo no hacemos compañia por ser agua y aceite, que ironia, si fuesemos iguales, que apatia, no tendriamos de que hablar cada siguiente día".
Te sientes demasiado viejo, por que te sientes derrotado; no por que seas viejo realmente. Te diré lo que un día me dijo una de mis maestras, y te lo digo con todo cariño y respeto: "Quítate la mierda de la cabeza, y verás que todas esas pendejadas que estás pensando, solo las piensas tú".
Te llevo un año de ventaja en esta vida, y creo que a los 25 era exactamente igual que tú, por eso me atrevo a decir que te entiendo. Pero en el último medio año, he aprendido que la primera y más grande barrera a vencer cuando buscas encontrar el amor, es UNO MISMO.
Hace algunos meses, en alguna de las dinámicas de un club de teatro al que pertenezco, nos pidieron cerrar los ojos y solo con el tacto encontrar a una persona de la clase. Tocarnos, y disfrutar.... Yo realicé el ejercicio con mucha timidéz, pensando "mucha mierda"... de repente, dí con mi objetivo; frente a mís manos, encontré un cuerpo al cual tocar. Comencé a buscar su forma, y en menos de 20 segundos, me encontraba llorando desconsolado, como un pequeño niño.
La persona frente a mí, estaba de espaldas. Tocando a alguien más.
No se si haya necesidad de explicar el shock psicológico que eso me causó (considerando que esas dinámicas están hechas para ser una bomba al ánimo), pero aún así lo haré.
En mi cabeza, una pequeña frase retumbó con fuerza provocando un terremoto en mis emociones. "¿Por qué siempre llego tarde a la vida de las personas?. Encontré a una persona, y para variar, ella no está tocándome a mí, está tocando a alguien más!"..
Cuando la dinámica terminó, todos compartieron "Su experiencia religiosa" en una dinámica que parecía haber sido maravillosa excepto para mí.
Cuando llegó mi turno de compartir, sentí la necesidad de decir la verdad... de decir lo que había sentido, y compartir mi rabia con todos por que la vida, hasta en las dinámicas grupales, era tan injusta conmigo.
La maestra escuchó con calma mi relato, mientras mis lágrimas brotaban nuevamente de mis ojos. Y cuando terminé, se acercó a mí como una madre enojada con su hijo.
Recreamos la escena con los ojos abiertos, y una vez que yo estaba tocando el hombro de "josela", ella me dijo con desesperación: "Sentiste lo que me dices, por que Josela estaba de espaldas hacia tí. ¡¡¡Francisco dime una cosa!!! ¿¿¿QUÉ HUBIERA PASADO SI TU LA AGARRAS Y LA VOLTEAS HACIA TÍ???!!!"... yo volví a llorar...
Josela por su parte, compartió que ese pequeño roce de mi mano con su hombro, la hizo sentir increíble.. pero que luego mi mano desapareció, y se quedó extrañandola y pensando quién habría sido...
Después de analizar una y otra vez el resultado de esa dinámica, entendí que mi mala suerte en el amor, radica en que jamás he peleado por la persona que yo quiero. Siempre he vivido el amor "en silencio" por miedo a no se que tantas cosas... Siempre llego "en mal momento", por que la persona "nunca está volteando hacia mí"...
Gabriel... Sabes perfectamente que encontrarás a una persona "igual que tú". Pero ahí está lo hermoso de una relación... hay que descubrir, amar, y averiguar si podemos convivir con esas diferencias.
Hay que luchar cada momento de la vida por ganar lo que deseas en este mundo...
¡Difícilmente encontrarás lo que buscas si te rindes y dejas de luchar por obtenerlo!...
Quisiera decirte muchas cosas... pero creo que por el momento, con estos párrafos basta para que pienses un momento...
Gabo, ¡¡¡Vuélvete protagonista, y deja de ser expectador!!!
Debo irme... ya seguiré después jejeje... Te mando un abrazo. Y no te awites. Echale ganas, y verás que todo sale perfecto... si tan solo luchas por ello.
milla: hola, gracias por tu visita. pues quién sabe, igual y en una de esas ya la leyó...
dr alvi: las doctorcitas!!!!! perdón y gracias por la invitación, apenas la ví!!!!! ¿cómo estuvo la fiesta?
tito. 'pos sí', no debería pero así es...
francisco: como siempre, te agradezco una enormidad tus comentarios. lo he leído varías veces y sigo sacandole cosas de provecho. tienes mucha razón, habrá que volverse protagonista. cuidate mucho. de corazón, gracias.
jaja, ya ni fui. me quedé clavado con otra reunión que tuve antes de la fiesta. pero estuvo buena from what i heard.
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