Siempre pensé que ir a un concierto solo era cosa de perdedores. Creía que uno necesitaba estar acompañado para que un recital musical pudiera ser considerado como perfecto. Una vez más me equivoqué.
El jueves pasado, fui por segunda vez en una semana, al concierto de Alejandro Sanz en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. Dichas presentaciones forman parte de su gira mundial ‘El Tren de los momentos’. Al primero de los dos conciertos fui acompañado por cuatro amigos. Al segundo, el del jueves, fui sólo, pero ¡oh sorpresa! en primera fila gracias a la astucia de una gran amiga que hizo hasta lo imposible por conseguirme el envidiable boleto.
Al enterarme que iría solo sentí muchas dudas. No es lo mismo ir solo a una librería, un partido de fútbol, una tienda o una fiesta, que ir solo a un concierto; sobre todo si éste es de música romántica y el ambiente invariablemente, se encontrará densamente cargado de amor. Después de minutos de divagar decidí ir. No todos los días uno tiene la oportunidad de ver a su cantante y compositor favorito en concierto... mucho menos en primerísima fila. Y es que desde hace muchos años he seguido la carrera de Alejandro. Lo admiro como persona y como cantante, pero sobre todo como escritor. Estoy seguro de no exagerar al decir que es todo un poeta cuyas frases y canciones forman ya parte del soundtrack de mi vida. Por eso siempre que entre amigos habló de Sanz me refiero a él como ‘el maestro’.
Eran las 19:35 hrs cuando descendía de mi auto y caminaba por el estacionamiento del Auditorio Nacional. Como faltaba poco más de una hora para el inicio del concierto, me dediqué a recorrer minuciosamente cada uno de los puestos ambulantes que ofrecían playeras, chamarras, tasas, encendedores, ceniceros, destapadores, llaveros, gorras, posters y cuanto objeto en el que fuera capaz estampar la imagen del cantante español. Como nunca me ha gustado ‘ser tan fan de algo’ no compre nada. A las 20:00 hrs entré al mezanine del Auditorio y cinco minutos después me compré un Sprite en lata que me costó veinte pesos. Creo que fue a las 20:09 cuando hablé por celular con una amiga. Después vi una exposición artística de portadas de discos y dieron la primera llamada. Me terminé el Sprite. Fui al baño. Por ahí de las 20:21 vi otra exposición, ahora de objetos de artistas que se han presentado en aquel lugar (incluido un cajón de flamenco del maestro). A las 20:30 hrs ya estaba ocupando mi butaca: Fila A... en medio, vamos, ni en mis sueños más guajiros. Yo, rodeado de gente ‘nice’.
20:50hrs. Las luces se apagan. Gritos de cientos de mujeres. Sonidos de trenes. Imágenes. Luces. Y ahí está él. El maestro. Ese que en tantos dolores me ha acompañado. Ese que ha vestido tantas veces mis sentimientos de canción y que ahora, vestido casualmente y tocando una guitarra interpretaba los primeros acordes de ‘El Tren de los Momentos’. Más luces. Ritmo. La locura.
Cómo me gusta corazón, los caramelitos de tu boca. Cómo me gusta ese vapor. Cómo me gusta pero no me da.
Alejandro termina la primera canción. Inmediatamente se apagan las luces y su voz se vuelve más lenta y pausada. En la planta de tus pies, traes arena de otro mar, te los limpio y me hago el loco, y como si esto fuera poco, antes roto que doblarme, antes muero que dejarte. Y así canción tras melodía tras poesía tras obra de arte. Enséñame las manos porque el camino se hace andando sí, pero un desierto es un desierto.
Ahora no sé si lo que más me impactó fue la fuerza de las canciones o la desgarradora forma en la que el Maestro Sanz interpretaba de manera magistral aquellas poesías. Fueron más de dos horas de confirmarme que aquel es un artista en toda la extensión de la palabra.
A las 23:00hrs salgo del auditorio. Ir a un concierto solo en definitiva no es vergonzoso, al contrario, tiene muchas ventajas. Puedes llegar a la hora que quieras, comprarte lo que quieras sin necesidad de preguntarle a tu acompañante femenina si quiere (con lo cual, terminamos gastando el doble). Vas al baño cuando quieras. A la hora del concierto no tienes que estarte preguntando si es el momento para besarla, decirle una frase romántica o guardar silencio. Si quieres te paras y bailas. Si quieres cantas. Si quieres te quedas sentado. Si quieres dejas escapar una lágrima en una canción. Si quieres te paras al baño. Todo esto, sin dar explicaciones de ningún tipo.
Gracias al maestro, por haber hecho de mi primer concierto solo y en primera fila, algo inolvidable.
“hasta ahora, no he aprendido a decir México sin gritar”
- Alejandro Sanz.
El jueves pasado, fui por segunda vez en una semana, al concierto de Alejandro Sanz en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. Dichas presentaciones forman parte de su gira mundial ‘El Tren de los momentos’. Al primero de los dos conciertos fui acompañado por cuatro amigos. Al segundo, el del jueves, fui sólo, pero ¡oh sorpresa! en primera fila gracias a la astucia de una gran amiga que hizo hasta lo imposible por conseguirme el envidiable boleto.
Al enterarme que iría solo sentí muchas dudas. No es lo mismo ir solo a una librería, un partido de fútbol, una tienda o una fiesta, que ir solo a un concierto; sobre todo si éste es de música romántica y el ambiente invariablemente, se encontrará densamente cargado de amor. Después de minutos de divagar decidí ir. No todos los días uno tiene la oportunidad de ver a su cantante y compositor favorito en concierto... mucho menos en primerísima fila. Y es que desde hace muchos años he seguido la carrera de Alejandro. Lo admiro como persona y como cantante, pero sobre todo como escritor. Estoy seguro de no exagerar al decir que es todo un poeta cuyas frases y canciones forman ya parte del soundtrack de mi vida. Por eso siempre que entre amigos habló de Sanz me refiero a él como ‘el maestro’.
Eran las 19:35 hrs cuando descendía de mi auto y caminaba por el estacionamiento del Auditorio Nacional. Como faltaba poco más de una hora para el inicio del concierto, me dediqué a recorrer minuciosamente cada uno de los puestos ambulantes que ofrecían playeras, chamarras, tasas, encendedores, ceniceros, destapadores, llaveros, gorras, posters y cuanto objeto en el que fuera capaz estampar la imagen del cantante español. Como nunca me ha gustado ‘ser tan fan de algo’ no compre nada. A las 20:00 hrs entré al mezanine del Auditorio y cinco minutos después me compré un Sprite en lata que me costó veinte pesos. Creo que fue a las 20:09 cuando hablé por celular con una amiga. Después vi una exposición artística de portadas de discos y dieron la primera llamada. Me terminé el Sprite. Fui al baño. Por ahí de las 20:21 vi otra exposición, ahora de objetos de artistas que se han presentado en aquel lugar (incluido un cajón de flamenco del maestro). A las 20:30 hrs ya estaba ocupando mi butaca: Fila A... en medio, vamos, ni en mis sueños más guajiros. Yo, rodeado de gente ‘nice’.
20:50hrs. Las luces se apagan. Gritos de cientos de mujeres. Sonidos de trenes. Imágenes. Luces. Y ahí está él. El maestro. Ese que en tantos dolores me ha acompañado. Ese que ha vestido tantas veces mis sentimientos de canción y que ahora, vestido casualmente y tocando una guitarra interpretaba los primeros acordes de ‘El Tren de los Momentos’. Más luces. Ritmo. La locura.
Cómo me gusta corazón, los caramelitos de tu boca. Cómo me gusta ese vapor. Cómo me gusta pero no me da.
Alejandro termina la primera canción. Inmediatamente se apagan las luces y su voz se vuelve más lenta y pausada. En la planta de tus pies, traes arena de otro mar, te los limpio y me hago el loco, y como si esto fuera poco, antes roto que doblarme, antes muero que dejarte. Y así canción tras melodía tras poesía tras obra de arte. Enséñame las manos porque el camino se hace andando sí, pero un desierto es un desierto.
Ahora no sé si lo que más me impactó fue la fuerza de las canciones o la desgarradora forma en la que el Maestro Sanz interpretaba de manera magistral aquellas poesías. Fueron más de dos horas de confirmarme que aquel es un artista en toda la extensión de la palabra.
A las 23:00hrs salgo del auditorio. Ir a un concierto solo en definitiva no es vergonzoso, al contrario, tiene muchas ventajas. Puedes llegar a la hora que quieras, comprarte lo que quieras sin necesidad de preguntarle a tu acompañante femenina si quiere (con lo cual, terminamos gastando el doble). Vas al baño cuando quieras. A la hora del concierto no tienes que estarte preguntando si es el momento para besarla, decirle una frase romántica o guardar silencio. Si quieres te paras y bailas. Si quieres cantas. Si quieres te quedas sentado. Si quieres dejas escapar una lágrima en una canción. Si quieres te paras al baño. Todo esto, sin dar explicaciones de ningún tipo.
Gracias al maestro, por haber hecho de mi primer concierto solo y en primera fila, algo inolvidable.
“hasta ahora, no he aprendido a decir México sin gritar”
- Alejandro Sanz.
1 comentario:
jooo.. pero te estoy envidiando, yo se que pronto el se acordara de venir por mi ciudad y entonces yo podre sentir lo mismo que tu. la verdad es que su nuevo disco es sensacional, no tengo como explicar cuando escucho las canciones una y otra vez (si, ya casi rayo el disco)... por otro lado.. espero entonces volverte a leer.
saludos.
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