domingo, 22 de enero de 2017

Agarrando y aplastando popós ajenas, por 2 pesos


Están por leer un texto plagado de situaciones asquerosas y desagradables, de hecho, los excrementos son el tema central. Después de la advertencia anterior, también es oportuno señalar que, a pesar de las marranadas, ésta también es una historia bonita. 

Todo comenzó el pasado dos de enero. Me levanté muy temprano y salí de casa rumbo al que sería mi primer día de trabajo. Iba llegando al metro cuando me llegó uno mensaje vía WhatsApp de Tania donde me decía algo así: 

"Pinche Cirilo, acaba de tragarse una moneda de 2 pesos"

Aquí hago un paréntesis: Para quienes no sepan, Cirilo es un pug negro cachorro que vive con nosotros desde hace unos meses, y que tiene la mala costumbre de morder todo lo que encuentra a su paso; incluido yo. 

Ok, volviendo al hilo narrativo (qué mamón se leyó eso), tras recibir la noticia me resultó imposible no preocuparme. Todo el camino al trabajo fui pensando en las implicaciones que podría traer la graciosada de Cirilo. Le respondí a Tania de lo más relajado, diciéndole que en la tarde llevaría a nuestro perro-alcancía al veterinario, asegurándole que todo iba a estar bien, aunque para ser sincero ni yo tenia esa certeza. 

Durante mi traslado en el metro, en el teléfono fui buscando información sobre casos similares y encontré todo tipo de historias: Desde aquellos que decían aseguran que el perro sin problema expulsa la moneda al hacer popó, hasta quienes pintaban el escenario catastrófico de una operación. 

En la oficina seguí checando información sobre los perros traga monedas. El panorama fue el mismo, anécdotas de todo tipo que no hacían sino ponerme más nervioso. Saqué una moneda de dos pesos que traía en el bolsillo. Me pareció enorme para el estomago de un pequeño pug. 

Cuando salí del trabajo y llegué a casa sentí alivio al notar que Cirilo se encontraba sano y salvo, ¡ya hasta había hecho popó! Y ni modo, hice lo que cualquier persona sensata y que ama a su perro hubiera hecho: Revisar minuciosamente las caquillas de mi perro. 

Obviamente usé una bolsa en la mano para hacer más llevadero el asunto, pero aún así la experiencia de andar amasando una popó que ya estaba fría y medio dura no fue agradable. Con cada aplastada la caquita despedía un olor putrefacto que me provocaba arcadas. Al final no encontré nada. 

Ya en la veterinaria le conté lo sucedido a la doctora. Puso cara de preocupación. 

- Chin, ya valió, pensé. 

Aquí debo hacer otro paréntesis narrativo. Cirilo va a una veterinaria atendida por puras doctoras, todas lo aman y chulean cada que va, por lo que en sus consultas este perro se siente realizado y no muestra ni una pizca de miedo. 

Después de revisarlo minuciosamente y tomarle sus signos vitales, la doctora me contó cómo estaba la cosa: Al no ser una moneda tan grande, lo más probable sería que Cirilo desechara la moneda en sus heces en un plazo máximo de 3 días, aunque también podía ocurrir que los 2 pesos se quedaran atorados en sus intestinos, y ahí sí que las cosas se pondrían feas. Debía estar muy atento a que no presentara comportamientos preocupantes, como estreñimiento, pérdida el apetito, ánimo decaído o vómito. 

Así que no me quedaba de otra, durante los próximos días tendría que revisar minuciosamente las popós de Cirilo, quien por cierto acostumbra a defecar varias veces al día. Y así fueron mis mañanas, mis tardes y mis noches, buscando entre popós duras y secas, o suavecitas y calientitas (dependiendo del tiempo que me tardaba en agarrar valor para jugar al Play-Doh). 

Pensé que acostumbraría, pero eso no sucedió. 

Al cabo de tres días Cirilo no expulsó la moneda, aunque siguió haciendo popó con la misma frecuencia de siempre, además de que su apetito y espíritu fregativo seguían intactos. La doctora, quien diario mandaba mensajes para preguntar por su paciente, me dijo que el tiempo para que Cirilo hubiera expulsado la moneda ya había pasado. 

- Seguramente no se tragó nada, si quieres, para estar más tranquilo, puedes sacarle una radiografía, pero si fuera mi perro yo dejaría así las cosas. 

Y es que esa era otra teoría, que Cirilo no se hubiera tragado la moneda. Tania me comentó que esa mañana lo vio levantar con el hocico la moneda y se echó a correr con ella. Para cuando logró atraparlo la moneda ya no estaba. La buscó detenidamente en el piso del departamento pero nunca la encontró, y por eso intuyó que el pug se la había tragado. 

Creo que eso es lo que pasó. Desde entonces han pasado tres semanas y Cirilo sigue creciendo y haciéndonos la vida felizmente insoportable. Si la moneda estuviera en su interior ya era para que presentara alguna clase de sintomatología. Sabrá Dios qué pasó con la moneda, quizá sigue por ahí, debajo de algún mueble, o ya la recogimos y ni cuenta nos dimos, o bien, Cirilo se apropió de ella y la tiene escondida en algún sitio pues está haciendo un ahorrito para el futuro. 

Ni modo, aplasté popós ajenas sólo por dos pesos, o más bien de a gratis porque la moneda nunca apareció. Pero qué quede claro, lo hice por amor.