jueves, 4 de febrero de 2016

De cómo nos iba a golpear un fan gordo del Cruz Azul


Lo que están por leer una conmovedora historia de superación humana, una epopeya que sobrepasa los límites de lo increíble y que sin duda le dará una lección de vida.

(Bueno, no, la verdad solamente es la historia de cómo nos iba a madrear nos íbamos a pelear con un aficionado gordo del Cruz Azul, en las gradas del Estadio Azul).

El pasado martes fui al Estadio Azul con mi amigo Vázquez, su esposa y uno de sus amigos cuyo nombre no recuerdo (pero él sí se sabía el mío, qué oso). Bueno, estábamos ahí para ver el juego entre el Cruz Azul y el Atlante. Quienes me conocen saben que soy aficionado de toda la vida del Atlante, así que obviamente tenía que estar presente, sobre todo porque desde que mis Potros descendieron ya casi no puedo verlos en vivo.


El juego estuvo de mucha emoción y el Atlante logró, a base de mucho empuje, empatar el partido a un gol. Aunque nadie ganó, los aficionados traían una fiesta en las gradas y cuando llegó el silbatazo final todos estaban felices echándole porras a sus respectivos equipos. Entonces, en medio de la euforia vi a un chavo fresa y a su lobuki pasarle sus vasos repletos de cerveza a un fanático del Cruz Azul muy pasado de tamales, el cual los arrojó hacia donde estaba la porra del Atlante, mojando a varias personas que ni se lo esperaban.

Sí, como si fuera un animal, ese marrano monumental nomás porque sí le aventó esa bebida a otros aficionados. No fui el único que se dio cuenta de la mala onda del obesoide, pues un seguidor del Atlante que se encontraba cerca de él, agarró otro vaso de cerveza e hizo lo propio con el gordinflón. Aunque aquello fue una especie de justicia divina, el botijón no entendió eso de que "el que se lleva se aguanta" y empezó a echarle la bronca al atlantista.

En cuestión de segundos, el albondigón se abrió paso entre los demás aficionados para llegar hasta el seguidor del Atlante y golpearlo. De forma valiente éste no se amedrentó, al contrario, también comenzó a gritarle maldiciones. Todo estaba puesto para que esos dos terminaran liándose a golpes. 

(Aquí cabe señalar que todo este espectáculo de pena ajena yo lo presenciaba cómoda y tranquilamente desde mi lugar, ubicado filas arriba. Podría decirse que incluso hasta me divertía lo que sucedía).

La gente varias veces separó a los dos peleoneros, y aunque el panzón infame amagaba con retirarse, en más de una ocasión regresaba para seguir buscando bronca. Muchos de los presentes comenzaron a pedirle al balón con patas que ya se fuera, y entonces, de entre todos esos gritos alguien gritó "ya vete Peppa", en alusión a Peppa Pig, la cerdita que protagoniza unos dibujos animados para niños. El apodo me causó gracia, y nomás por cotorrear, mientras el mantecoso seguía echando pleito, comencé a gritar:

- ¡Peppa, Peppa, Peppa!

Algunos atlantistas que estaban a mi alrededor se me unieron y comenzaron a gritar lo mismo...

- ¡Peppa, Peppa, Peppa!

Todo era risa y diversión hasta que giré la cabeza y vi que a unos metros de donde estaba un sujeto con cara de maleante me miraba con odio. Resulta que ese tipo era amigo del marrano y al parecer no le causó gracia el griterío que inició por mi culpa. 

- Chin, ya valió madre. 

... pensé cuando vi que el cara de maleante se acercó a mí y comenzó a reclamarme. 

Mi amigo Vázquez se puso loco y también le respondió con majaderías. Entonces el maleante tomó el vaso de cerveza que tenía en la mano y se lo arrojó con fuerza. Para fortuna de Vázquez el proyectil no impactó en él, sino en la cara de su amigo cuyo nombre no recuerdo, quien ni deberla ni temerla terminó llevándose el trancazo. 

Esto hizo que Vázquez, su amigo de cuyo nombre no me acuerdo y el sujeto con cara de maleante se pusieran más locos, para colmo en ese momento el marrano aficionado del Cruz Azul iba subiendo hacia dónde estábamos y amenazaba con también unirse al pleito. Viendo la gravedad de la situación la esposa de Vázquez se alejó y yo hice lo que cualquier hombre valiente y buen amigo haría... hacerme güey. 

Fueron unos segundos tensos en los que vi pasar mi vida: Me imaginé pasando la noche en los separos, golpeado, con mi playera del Atlante rota, un diente menos y los ojos morados. Por supuesto en cuanto mi esposa se enterara de lo ocurrido seguramente me prohibiría regresar a un partido de futbol. 

No sé cómo pero al final ya no pasó nada. El pedazo de cebo y su amigo maleante se fueron retirando (por supuesto, mentando madres y lanzando amenazas hacía Vázquez, su amigo desconocido y un servidor. Cuando íbamos saliendo me puse mi sudadera roja por si el puercote y su cuate regresaban o nos topábamos con ellos más adelante. 

Una vez afuera del estadio me fui como alma que lleva el diablo, subí a mi auto e inmediatamente me marché a mi casa. Sí, lo sé, me vi bien maricón, pero preferí eso a terminar como Santo Cristo, pues esos dos sujetos tenían la pinta de ser personas violentas, de esas que gozan rompiendo narices. 

Aquí un video de esa noche, es de cuando el Cruz Azul le metió gol al Atlante. En algún momento se ve al amigo cara de maleante (bueno, creo que es él, no estoy muy seguro) haciéndole bullying a un aficionado atlantisa:


Escribí este texto para dejar testimonio de lo fácil que es hacer que en un estadio las cosas se salgan de control y de la nada se detone la violencia. 

También quiero aprovechar este espacio para decirle al cerdonio y a su cuate cara de maleante que se salvaron de recibir una paliza. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

JA JA JA que risa ibas a quedar como SANTO CRISTO