domingo, 13 de abril de 2014

Mi Atlante descendió: la historia de un triste adiós


Uno no elige de quién enamorarse, lo mismo ocurre con el equipo al que seguimos. Sin planearlo, un día descubrimos que sentimos inclinación hacia ciertos colores, hacia un escudo y una idiosincrasia determinada. En mi caso no recuerdo el momento en el que decidí volverme atlantista, sólo sucedió. 

La familia de mi mamá es en su gran mayoría americanista, mientras que mi familia paterna le va al Atlante, aunque cabe aclarar que mi papá era aficionado al Guadalajara. Terminé inclinándome por los Potros, y ahora que lo analizó, creo que ningún otro equipo tiene tanto de mi personalidad como el Atlante. 

No es el club más ganador, tampoco el que tiene más afición o el que avasalla a sus rivales; tampoco se caracteriza por tener a las figuras del momento en el plantel o por poseer mucho dinero en sus arcas. Al contrario, el Atlante, mi Atlante, es un equipo de carencias y lo más común para sus aficionados son las derrotas y el sufrimiento, antes que los triunfos y los momentos de alegría. 

Y sin embargo, en este aparente masoquismo se esconde un hermoso idilio en el que equipo y aficionados se complementan. Los atlantistas en su mayoría son gente humilde, acostumbrada a luchar por salir adelante y a no rendirse a pesar de que todo esté en contra. De igual forma opera el Atlante, club al que se le suele complicar lo sencillo, pero que en contraparte, hace ver como algo fácil lo que para muchos es imposible. 

Todo lo que acabo de escribir podría parecer una tragedia, una especie de castigo o lastre con el que se debe cargar. Y no es así, aunque infinidad de veces la suerte nos ha resultado adversa, también hemos tenido la oportunidad de tocar la gloria de la mano de los colores azulgranas. 

De sus tres campeonatos de Liga, pude ser testigo de dos de ellos (el obtenido en la campaña 1992-1993 y el del Apertura 2007), también lo vi campeón de la Liga de Campeones de la Concacaf en el 2009 y fui testigo de su participación en un Mundial de Clubes en donde llegó hasta semifinales. 

Fui a cientos de partidos, ví grandes victorias, grité muchísimos goles y observé a los humildes prietitos plantarle cara a rivales más poderosos y con mayores recursos. Esta valentía de ir contra la corriente es la que me hizo sentirme cada vez más orgulloso de mi equipo.

Con el paso de los años entendí que no le iba a un equipo cualquiera, al contrario, el Atlante es uno de los equipos más antiguos (fue fundado el 18 de abril de 1916) y tradicionales del futbol mexicano. Nacido en la Ciudad de México, es innegable que la historia de este club es parte de la cultura de la capital del país, por más que sus directivos se empeñen en otorgarle un carácter gitano y continuamente lo cambien de hogar (la última vez a Cancún). 

La gloria de este equipo ha sobrevivido de milagro a malas decisiones administrativas: Cuando se privilegia el tema económico en lugar del deportivo, las cosas tarde o temprano saldrán mal. Los diversos dueños y directivos del Atlante se cansaron de exprimir a la gallina de los huevos de oro, vendiendo a los jugadores que sobresalían y desarmando al plantel en múltiples ocasiones. Tomando esto en cuenta, no resulta tan sorpresivo que el Atlante finalmente finiquitó el cuarto descenso de su historia.

El golpe no llegó de improviso, de hecho fue una larga agonía la que poco a poco nos fue preparando para lo peor, tal y como ocurre cuando se tiene a un ser querido en terapia intensiva y en nuestro interior sabemos que el triste final será inevitable. 

Mentiría si dijera que no me duele, que no lloré de rabia y tristeza cuando se volvió un hecho que mi equipo no jugará el próximo año en la Primera División. Cuando tu equipo desciende es como si se muriera el amor de tu vida, y es que en cierto modo eso es lo que ocurre. Sabes que no es el fin del mundo y que tu vida cotidiana seguirá igual, pero aún así sospechas que las cosas no serán iguales; cuando tu equipo desciende sientes un hueco en el corazón, un vació que estará ahí hasta que las cosas vuelvan a la normalidad, y la normalidad es ver al club de tu predilección en el lugar que merece: compitiendo con los mejores del país. 

Cuando tu equipo desciende, y aunque suene contradictorio, lo amas más que nunca, como si todas esas victorias y derrotas épicas revivieran de golpe en tu corazón y lo blindaran con ese cariño a prueba de cualquier tragedia, de cualquier burla. 


Ahora mismo, mientras escribo estas palabras me vienen a la mente el nombre de grandes jugadores, autenticas leyendas del futbol mexicano que defendieron los colores del Atlante: El Trompo Carreño, Horacio Casarín, Rafael Puente, Sebastian Chamagol González, Ricardo La Volpe, Federico Vilar... una historia casi tan interminable como los muchos momentos que viví en un estadio apoyando a mi equipo sin importar el resultado. Ahora voy cayendo en la cuenta que pocas cosas me hacen tan feliz como ir a un juego del Atlante

Hoy el camino tiene dos vertientes: dejarte o seguir a tu lado. No tengo ni siquiera que pensarlo, elijo irme contigo, descender al mismo infierno y no soltarte. Si no me alejé en los momentos felices, mucho menos lo haré ahora que se viven horas inciertas. Sabrá Dios cuanto tiempo te tome volver al lugar que hoy dejas, lo cierto es que sabré esperar, pues sin ti la Primera División no será igual. 

Sólo espero que ningún federativo quiera revertir este revés a base de billetazos. Sería indigno y no creo equivocarme al decir que los atlantistas preferimos descender con dignidad y no permanecer de forma deshonesta. Ojalá tampoco mancillen tu historia con más cambios de sede o nombre, a menos claro, que sea regresar a tus orígenes en el DF. 

Se cerró un capitulo de tu casi centenaria historia. No es el fin, sólo el principio de un renacimiento que te fortalecerá más. Por siempre y hoy más que nunca, contigo Atlante.

“Les guste o no les guste…”

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy cierto amigo todo eso Ke escribiste..creo Ke todos los atlantistas estamos devastados.pero con la esperanza Ke este equipo Ke nos ha dado tbm tantas alegrías nos siga dando muxas más y Regresemos x la puerta grande .como lo Ke somos un equipo grande en su historia

Anónimo dijo...

Mis potros!!!

adela dijo...

TU SENTIR ES EL MISMO DE MUCHOS ATLANTISTAS, LO ÚNICO QUE LES PUEDO DECIR QUE SON GUERREROS Y YA REGRESARAN PARA SEGUIR LUCHANDO CONTRA TODO Y CONTRA TODOS.

MUCHO ANIMO, SE PERDIÓ UNA BATALLA MAS NO LA GUERRA, MIENTRAS HAY VIDA HAY ESPERANZA.