Hay de regalos a regalos, si bien todos son apreciados, hay unos que son más significativos que otros; de eso trata este post.
Sucede que mi mamá y mi hermana se fueron de vacaciones por más de tres semanas al continente asiático. Visitaron Singapur, la India, Tailandia, Bali (indonesia) e hicieron breves escalas en Hong Kong y Tokio.
Cuando fui por ellas a su regreso, ocurrió lo de siempre: los que se quedaron ponen al día a los que estuvieron ausentes, a cambio, éstos narran las muchas anécdotas que vivieron durante su viaje; y claro, después viene la entrega de los obsequios que tan amablemente trajeron las recién llegadas de tierras lejanas.
La verdad no me puedo quejar, me fue bastante bien y recibí cosas muy suaves, sin embargo, en un momento de la repartición mi hermana muy seria dijo: lo que ahora les voy a dar (a mí y a su novio y amigo mío, el Diego Donas) es lo que más caro que costó y es algo que deben cuidar y no quitarse nunca. Entonces nos mostró dos collares que de entrada no parecían nada del otro mundo.
Son unas lágrimas de Shiva, dijo. En seguida nos explicó que el collar estaba conformado por semillas de rudraksha, consideradas como sagradas por los hindús y a las que les confieren capacidades de protección.
La historia cuenta que el dios Shiva se encontraba en medio de una profunda meditación en la que llevaba miles de años, aún así, su mente todavía no se encontraba del todo apaciguada. En algún momento del trance, su deseo por ayudar a los seres que habitan en todos los mundos fue tanto, que se conmovió de sobremanera y de sus ojos entrecerrados comenzaron a brotar las más bellas lágrimas que jamás se han visto. Cuando cayeron a la tierra, brotaron plantas de un árbol.
Conmovido, Shiva otorgó una bendición a la humanidad por medio de las semillas de aquel árbol al que llamó Rudraksha, cuyo nombre está compuesto por Rudra (en relación al dios "Rudra", nombre original de Shiva) y "Aksha" (ojo).
Los habitantes de la India consideran que las semillas de Rudraksha poseen facultades fecundadores, propician la buena nutrición, tienen poderes curativos (principalmente en el corazón) y le dan paz y serenidad a quien las porta.
Aunque hay muchas imitaciones, las semillas genuinas son muy apreciadas en aquel país y se consideran como una medicina muy preciada con la que también se elaboran rosarios (mala), con los que se practica la invocación de mantras y se hacen remedios de la medicina tradicional Inda. Cada semilla posee un poco de micropoder de Shiva, y sus múltiples caras están vinculadas a un sistema muy complejo de correspondencias astrológicas, espirituales y terapéuticas.
Mi hermana dijo que los collares con semillas de Rudraksha negras y genuinas eran los más apreciados y caros. Y precisamente los que nos había traído pertenecían a este grupo.
Cuando me entregó el mío tuve miedo de romperlo mientras me lo ponía. Aunque al principio parecía que no cabría por mi cabeza, de algún modo cedió y desde hace más de una semana lo traigo en el cuello. Mi intención es jamás quitármelo hasta que se caiga sólo.
Además de los efectos positivos que se supone, este collar tendrá en mi salud (sobre todo en mi corazón), de que evita el envejecimiento y de que puede aliviar el estrés, la ansiedad, la depresión y la falta de concentración de quién lo porta, está el detalle de que mi hermana haya pagado tanto por él y me lo trajera de tan lejos.
Muchos sabios y santos que desearon llevar una vida sin miedo a las fronteras terrenales y que buscaban la liberación y la iluminación de sus almas han usado desde hace miles de años estos rosarios de semillas de Rudraksha.
(Incluso Shaka de Virgo, en Los Caballeros del Zodíaco, posee uno de estos collares, y ya ven, era de los meros meros).
Es raro pensar que poseo micropoder de Shiva y que del cuello traigo colgando un objeto hindú sagrado. No lo negaré, portarlo me reconforta y me hace sentir bien. Desde ya es uno de los objetos más preciados que tengo y me siento profundamente agradecido de que mi hermana me haya elegido para ser el destinatario de tan especial regalo.
Y también Totoro…
Otro regalo de los que recibí, fue un pequeño Totoro de peluche que compraron en el aeropuerto de Tokio. Quienes no ubiquen a Totoro, se trata del protagonista de la película Mi vecino Totoro de Hayao Miyazaki, y que también es usado como el logotipo de Estudio Ghibli.
Totoro es tan popular en Japón, que su imagen se encuentra tan arraigada y está en todos lados en el país del Sol Naciente. Su impacto cultural es comparable al de Mickey Mouse en occidente.
En la película Totoro es un tierno espíritu guardián de un bosque al que sólo pueden ver las personas con corazón puro. Recibirlo como regalo también lo interpreto de muchísimos aspectos que me guardaré para mis adentros, pero que al igual que el collar de Lagrimas de Shiva, me hace tenerlo como un articulo invaluable sentimentalmente.
Y esta es la historia de dos de los mejores regalos que he recibido en mi vida.
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