"No hagas cosas buenas que parezcan malas" dice
un dicho popular que inevitablemente me vino a la mente desde el momento en el
que decidí contar una extraña anécdota de mi vida.
Todo comenzó hace varios años, cuando un servidor
estudiaba en una preparatoria cuyo nombre no considero prudente revelar; o
bueno sí lo haré: el Instituto Don Bosco. En aquel entonces todo era confusión
en mi vida, pues como ya expliqué en varias ocasiones, la sección secundaria de
esa escuela era varonil y la prepa mixta, por lo que convivir con mujeres hizo
que pocas cosas me importaran más que el intentar comprender al sexo opuesto.
En esas andaba durante los primeros meses de mi estadía
en la prepa, cuando ocurrió un hecho al que entonces no le di importancia pero
que hoy me parece sospechoso.
Una de las clases que tenía por aquel entonces era
seminario, la cual era impartida por el Padre H. (no escribiré su nombre para
evitar broncas, pero aclaro que no se parece al sacerdote de la foto principal
de este texto), él también era el director de la sección preparatoria, la
verdad sus clases eran entretenidas y diferentes, pues el Padre H.
continuamente nos ponía dinámicas que hacían más llevadera la cosa.
Un día, antes de terminar su clase el Padre H nos dejó la
siguiente tarea: Debíamos pararnos completamente desnudos frente a un espejo y
mirarnos durante un rato. Después debíamos describir en una hoja lo que
habíamos visto de forma detallada, poniendo énfasis en lo que nos gustaba y no
nos gustaba de nuestro cuerpo.
¿Está freaky no?
Pues entonces no me lo pareció tanto, y creo que a mis
compañeros tampoco. Obviamente ni hice la dichosa dinámica porque me parecía
una ridiculez y además 'qué oso' eso de andarme encuerando para mí mismo. Para
salir del asunto escribí en 10 minutos la primera tarugada que me vino a la
mente (más o menos lo mismo que ahora hago en este blog) y la entregué en la
siguiente clase. Nunca supe qué saqué en esa tarea pero seguramente no me
tronaron.
En fin, esa tarea del padre H. volvió a mi mente hace
poco y entonces me puse de mal pensado a divagar ¿para qué querría un sacerdote
la descripción de los cuerpos encuerados de 160 jóvenes quinceañeros? (eran 4
grupos como de 40 alumnos cada uno).
Y es que si somos completamente estrictos, aquella no era
clase ni de anatomía, biología o educación sexual, sino de SEMINARIO, osea de
Dios, los apóstoles, las oraciones y todo eso ¿en dónde entran los estudiantes
encuerados frente al espejo?
Supuestamente la dichosa tarea era para conocernos y
aceptarnos a nosotros mismos, y no dudo que a uno o más de mis compañeros les
haya funcionado y se hayan descubierto cosas que no sabían que tenían, pero la
verdad a mi me dio absolutamente lo mismo, y ni me conocí, ni me acepté, ni me
acerqué más a Dios a raíz de esas clases.
Quizá esa dinámica tenía una buena intención y estaba
basada en un fundamento pedagógico, pero a mí me pareció medio raro. Volvemos a
lo mismo: no hagas cosas buenas que parezcan malas, sobre todo si uno de tus
alumnos tiene la mente cochambrosa y años después le da por andar plasmando sus
malos pensamientos en un blog de baja monta.
Ni hablar, si me encontrara nuevamente al Padre H. le
preguntaría si no tiene la copia de esas tareas para que me pase algunas de mis
ex compañeras, esto como mera curiosidad científica, no sean mal pensados.
1 comentario:
muy amena la lectura de tu anecdota, sip, puede tomarse muy a mal aquella tarea que te dejaron, pero "a saber" el verdadero motivo...
Publicar un comentario