martes, 13 de noviembre de 2012

El eterno Miguel Bosé


Este año ha sido el más “conciertudo” de mi vida: Paul McCartney en el Zócalo, La Oreja de Van Gogh, Emmanuel, Panda, Alejandro Sanz, y Serrat y Sabina.

Bueno, quizá no sean tantos, pero para alguien huraño como yo, acostumbrado a ir a uno o dos conciertos por año, pues la cifra sí fue alta. Igual y ustedes piensan "pues sí, pero ha visto a puro artista para gente grande y aburrida", y puede que tengan razón, pero son mis gustos y me vale si les gustan o no.

Me faltaba un último concierto para cerrar bien el 2012: Miguel Bosé. Muchos y muy buenos comentarios había escuchado respecto a sus presentaciones, sin embargo muchas veces pensé que exageraban, y que en cierta forma, el español vivía de glorias pasadas.

El pasado viernes comprobé que un concierto de este cantante es todo un espectáculo. Como parte de su gira "Papitwo", Miguel Bosé está teniendo una serie de presentaciones en México. A mi me tocó verlo en el Auditorio Nacional el pasado viernes. Al igual que en la mayoría de los conciertos a los que he ido este  año, fue Tania la que me convenció de ir.

Si alguno de ustedes nunca ha visto a Miguel Bosé, no sabe de lo que se está perdiendo. Su espectáculo es simplemente una maravilla en el que uno canta y se emociona de principio a fin. No sé con sus giras anteriores, pero al menos en esta ocasión, su concierto tuvo la belleza y complejidad de una obra teatral. Eso percibí desde que uno ingresa al Auditorio Nacional y ve el escenario cubierto por una inmensa lona, la cual, durante todo el evento fue cambiando de ubicación y forma, dando a la escenografía la sensación de ser un ente viviente que en cada interpretación se renovaba ofreciendo un matiz diferente.

Esta gran manta no es el único elemento que le da vida a la coreografía. Una gran pantalla gigante detrás del escenario proyecta imágenes, vídeos y animaciones elegidas correctamente para acentuar emociones y remarcar momentos. Todo perfectamente planeado. Ni que decir de los juegos de luces que en esta ocasión dan la impresión de estar vivos e intuir el momento adecuado para causar un impacto visual y emotivo. Los músicos y coristas tampoco están estáticos, sino que todo el tiempo se mantiene de un lado a otro, conformando un gran número de coreografías que aportan mucho a la presentación. Todos estos elementos, más algunos más que sorpresivamente van apareciendo, están coordinados con una precisión matemática. Imagino que montar algo así requirió muchas horas de ensayo y sobre todo, una concentración sobre el escenario para que todo salga de acuerdo a lo planeado.

Y en medio de toda esa compleja maquinaria, Miguel Bosé, ese cantante mítico que tantas veces he escuchado y cuyas canciones han marcado a varias generaciones. Ese hombre de quién tengo varios discos y que con sus melodías se grabó en momentos claves de mi vida. Ese al que considero tan polifacético estaba actuando ante mí y otras 9 mil personas, quienes en ese momento comprobamos que estábamos presenciando a un ícono que seguramente en un futuro será conocido como leyenda.

Lo acepto. Me emocioné mucho durante el concierto. Y es que hubo de todo, momentos de mucha energía y alegría, otros nostálgicos y llenos de recuerdos. Cálido con el público pero a la vez atrevido y dueño del escenario. Desparramando un dinamismo sin descanso que pocos podrían aguantar. Todo un showman que no tiene nada que demostrar y sí mucho que brindarle a los espectadores.


En este concierto hasta se antojó jotearle. Y así lo hice pero nomás poquito, tampoco quiero que se me haga costumbre. Después salió Ximena Sariñana y con emoción canté la famosa frase de "Cashi sin querer". También salió Ana Torroja, la pelona que cantaba en Mecano.

En estos momentos, el autor de este blog se encuentra contrariado. A esta altura del texto no sé qué tanta justicia le he hecho a una presentación de casi tres horas en el que cada canción merecería ser nombrada. Sólo quiero decir que al salir de este concierto la figura de Miguel Bosé me parece más grande, más indispensable para la música contemporánea de nuestro idioma. 

Y es que si el concierto duró tanto, fue porque la gente no dejaba que Bosé se marchara. Aunque sospecho que él tampoco quería que aquella noche acabara.

Un loco excéntrico, un poeta cuya belleza en sus letras radica en la autenticidad. Un artista en toda la extensión de la palabra. Un Miguel Bosé al que sólo se le puede definir como Miguel Bosé. Ya lo vi en concierto, ya se puede acabar el mundo. 

1 comentario:

Luis Gabriel... dijo...

UFFFFFFFFFFFF no es un papitwo....es un papacitwo