domingo, 5 de agosto de 2012

El bronce que convirtió una tarde de domingo en algo excepcional


Si las medallas de plata y bronce conseguidas el pasado miércoles en tiro con arco individual fueron una sorpresa, la que hoy consiguió Laura fue tan inesperada, que pintó este domingo de una intempestiva alegría.

Aun desvelado a causa de la agitada vida social que tengo los fines de semana, prendí la televisión cerca de la 1 de la tarde. Sabía que la clavadista mexicana Laura Sánchez se había calificado desde un día antes a la final de trampolín femenil, pero a la vez era muy consciente de que obtener una presea olímpica en esta prueba seria muy complicado. Aun así decidí ver la competencia desde su inicio.

A pesar de la calidad de las competidoras, Laura se ubicó desde la primera ronda de clavados en la sexta posición. Aun lejos del medallero, pero en posición de competir por algún metal. Ahí estaba Laura, en esa frágil línea entre ser una más de la competencia y el hacer historia. Poco a poco fue dejando de lado mi escepticismo en ella,  cuando con cada clavado iba escalando posiciones y acercándose más al podium.

A falta de dos rondas, Laura ya iba en quinto lugar. Ella y otro grupo de clavadistas competían por el bronce. Los primeros dos lugares ya estaban más que definidos para las chinas. Fue en esos momentos decisivos en donde la mexicana se volvió la más constante, demostrando la importancia de tener confianza en uno mismo. Y es que hasta antes de hoy, nadie veía en Laura la posibilidad real de que obtuviera una medalla. Ella no sólo competía contra otras deportistas de elite en los clavados de trampolín, también lo hacia contra esa desconfianza histórica que ha pesado sobre ella en los últimos años.

Después de la cuarta y penúltima ronda ya estaba en la tercera posición, sin embargo la distancia con sus más cercanas competidoras era de apenas unas décimas. Fue ahí cuando la mexicana se creció y tiró un excelente clavado. Sin perder la concentración ni dejarse ensombrecer por los fantasmas del pasado.

Desde ese cambió de color el domingo. Laura ya no fue alcanzada por sus adversarias y se adueñó de la medalla de bronce para México. Una presea que no estaba en el presupuesto y que se recibe como el mejor de los presentes. Y es que de esto se tratan unos Juegos Olímpicos, de sorprender a propios y a extraños, de dar el extra en el momento adecuado y de convertir un domingo a medio día en una fiesta que contagia a un país entero.

Minutos después de la ceremonia de premiación, los noticieros reprodujeron una y otra vez las escenas de Laura Sánchez atendiendo a los medios informativos. Se veía radiante y feliz. Se sabe inmortal y parte de ese selecto grupo de atletas mexicanos que han logrado la proeza de subir al podium olímpico. Su sonrisa contagia.

Es domingo por la tarde, generalmente este momento de la semana me pone triste y melancólico. Hoy es diferente, no puedo evitar sonreír.

Gracias Laura, después de tres juegos olímpicos tu esfuerzo se vio justamente recompensado. 

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