lunes, 20 de septiembre de 2010

El peor día de mi vida (hasta los ocho años)


¿Cuántas veces no hemos escuchado la frase ‘éste ha sido el peor día de mi vida’? Todos la hemos dicho al menos una vez. A veces exagerando las cosas, a veces como una triste afirmación. Todos tarde o temprano tendremos ese dichoso día, sin saber si será la última vez que afirmemos tal cosa.

Pues bien, qué pensarían si les dijera que la primera vez que dije ‘éste ha sido el peor día de mi vida’ fue cuando apenas tenía ocho años y era un niño gordo. Aquí estoy, listo para contar otra historia ridícula y sin chiste de mi vida en la que la constante es, como siempre, demostrar que para hacer el ridículo me pinto solo.

No recuerdo bien ni el día, ni el mes en el que ocurrieron los hechos. Lo cierto es que cursaba el tercer año de la primaria y que esa mañana tenía educación física. No sé en las demás escuelas públicas, pero en las mía, hacíamos unos ejercicios de correr, tocar una base, darle una vuelta y regresar. La dichosa base era una lata de leche grande llena de cemento para que pese y con un palo de escoba en el centro. Llegó mi turno y al girar tiré la dichosa base, provocando que el palo de esta se rompiera. De inmediato se hizo silencio. Todos voltearon a verme y el maestro de educación física (se llamaba Paco y ahora que hago memoria era igualito a Ari Telch) me mandó a llamar. Mientras caminaba hacía el sentía miedo y vergüenza, hasta ese entonces había sido un niño ñoño que en nunca en su vida se había metido en problemas, por lo que toda esa situación era nueva e indeseable para mí. Me dijo que al otro día tenía que reponer el material que había roto y sin hacer más comentarios continuó dando clase.

Las siguientes horas de la mañana las pasé preocupadísimo pues no tenía la menor idea de cómo podría hacerle para reponer lo que había roto. El único que podría ayudarme era mi papá, pero no estaba seguro de cómo tomaría la noticia de que su hijo en lugar de estudiar se la pasaba rompiendo el material de clase. Tanto era mi nerviosismo e incertidumbre que me olvidé de ir al baño, situación que derivó en unas ganas incontenibles de hacer pipí a la hora de la salida. En cuanto sonó el timbre fui derechito al baño, el cual para mi desgracia estaba cerrado. Otro compañerito de mi grupo llegó con la misma urgencia. Era tanta nuestra urgencia que tuvimos la ocurrencia de ir a las jardineras que están detrás de una hilera de salones. El lugar estaba tan solitario que pensamos no habría ningún problema si nos ‘echábamos una firma’ en las plantitas. Y pues ya saben que pasó después... lo malo fue que no nos dejaron terminar nuestras labores orinativas pues un escuincle morboso se asomó en una ventana de los salones y gritó “miré maestro, dos niños están miándose en las plantitas”.

Intentamos escapar, pero el maestro de ese grupo (5to de primaria) salió con todos sus alumnos (yo creo que querían verme) salieron e impidieron nuestra fuga. Fuimos llevados a la dirección como delincuentes. La directora dijo que al otro día tendrían que ir nuestras mamás a hablar con ella, o de lo contrario nos negarían la entrada. Salí deprimido. No sólo porque todavía me andaba de la pipí, sino porque en un día había cometido dos cosas muy graves. Nunca habían recibido queja alguna de mi en casa y de un día para otro llegaría con dos castigos. Mi primaria y mi casa estaban a una distancia de 5 minutos caminando (sólo había que atravesar un parque), pero esa tarde dilaté más de media hora en llegar. No quería enfrentarme a mis padres y recibir más castigos por mis errores del día. Aquel terror psicológico era tan intenso que inclusive llegué a imaginar que me correrían de casa. No sabía que había sido peor, si romper el palo de la cubeta o haberme orinado en las plantas. Aquel en definitiva era el peor día de mi vida.

Cuando hice mi aparición en casa decidí tomar valor y contar de una vez lo ingrato de mis acciones. Seguramente mis papás me notaron preocupado pues me preguntaron que tenía. Respiré hondo y confesé mis delitos. Primero el del palo que rompí, luego del de la pipí. Justo cuando esperaba los cinturonazos y los castigos represores ocurrió lo que menos esperaba. Mis padres ni se inmutaron. Ningún rastro de enojo se asomó en sus rostros. Con una calma tranquilizadora me dijeron que no había problema, que mi papá iría a comprar un poco de cemento con el que rellenaría una lata de leche vacía y en su interior pondría un palo de escoba para que al otro día lo llevara a cambio del que había roto. Mi mamá por su parte iría a platicar con la directora al otro día y solucionaría el problema. Dicho esto comimos y la tarde transcurrió como si nada.

La historia termina en que mi mamá y la de mi compañero de orina hablaron con la directora, la cual (vieja desgraciada, ojalá ya esté muerta) les dijo que como castigo a nuestra acción tendrían que pintar los muros de la fachada de la primaria. Mi mamá indignada le dijo que ella no tenía tiempo pues también era maestra y a esa misma hora daba clases. No sé si fue por complicidad o de plano manejo de influencias, pero al final la directora le perdonó la penitencia a mi mamá. No así a la mamá del otro niño mión, que por la marranada de su hijo tuvo que pasar varias mañanas pintando.

La moraleja es que por más obscuro que se vea nuestro horizonte siempre saldrá el sol. Quizá ese día mis problemas eran insignificantes, pero a lo largo de mi vida he aprendido que las cosas siempre se solucionan. Tomarse la vida tan en serio casi nunca ayuda.

Y ya. Pueden dejar de leer.
¡Hasta la próxima!

6 comentarios:

Bohemia dijo...

:) aww qué linda y tierna historia...
menos mal que sólo fue un susto.
Saludos.

gabriel revelo dijo...

bohemia: un gran susto (en ese entonces) jaja. quizá en unos años reíre con mis problemas actuales.

Anónimo dijo...

mi peor dia fue durante este mes y pense que ojala y los mios fueran tan divertidos como los tuyos. De todas formas gracias por recorderme que todo pasa. Te quiero. tu prima july

gabriel revelo dijo...

july: alguna vez me dijeron esto 'porque vas para arriba, cuando descubres que abajo ya no hay nada'. además, mientras estés acompañada de tu familia, somos más fuertes que cualquier problema. ánimo...

Unknown dijo...

jajaja... muy buena historia amigo... y mejor la frase al final del relato, que razón tienes en una cosa... el problema, aún el más fuerte y difícil que podamos llegar tener, siempre tener a alguien como tú, a lado es más divertido y fácil de sobrellevar y siempre y espero la luz del día llega tarde o tempranooo...

gabriel revelo dijo...

amigo: simplemente gracias por ser mi mejor amigo y tomarte tu tiempo en leerme. te quiero.