jueves, 23 de septiembre de 2010

Quitarse la verde


Antes de los once años poco me importaba el futbol. Me aburría verlo por televisión y nunca había ido a un estadio. Poco después la Selección Nacional de Mejia Barón jugó la eliminatoria para el Mundial del 94 de forma brillante y tuvo una gran Copa América llena de brillantez. La entrega y pasión con la que los jugadores defendían aquella playera verde me contagió. Así me hice aficionado al futbol y me volví un incondicional de la Selección Mexicana. Algo tenía ese equipo que me hacía sentirme orgulloso de verlo jugar. Desde entonces lo supe, vestir los colores de México debía ser algo maravilloso, un privilegio al que sólo acceden los mejores. Recuerdo que cuando me compré mi primera camisa de la Selección y me la puse me sentía feliz, no quería quitármela. Aunque suene exagerado, portándola me sentía capaz de cualquier cosa.

18 años después sigo usando aquella playera y otros modelos más recientes. Aunque no sea nada barato; he ido al estadio infinidad de veces para apoyar a México en sus partidos; falté a clases e incluso al trabajo por ver algunos juegos; he llorado y reído en derrotas y victorias; grité goles hasta quedarme afónico; maldije frente al televisor y celebré cosas históricas en el Ángel de la Independencia. Por desgracia, a lo largo de éste tiempo la Selección sigue ahí, pero sin corazón.

Quién sabe cómo se ha ido devaluando tanto el ser seleccionado nacional, pero lo cierto, es que alcanzó su hecatombe la noche del pasado miércoles 8 de septiembre, cuando después de jugar un partido amistoso contra Colombia, algunos jugadores se vieron envueltos en una escandalosa fiesta que se prolongó hasta altas horas de la noche, y en la que se dice, hubo prostitutas y hasta un travesti. Mucho se habrá hablado ya de esta dichosa celebración y de las multas de 50 mil pesos y la suspensión de Efraín Juárez y Carlos Vela del equipo por seis meses, que la Comisión de Selecciones Nacionales de la FMF dio a varios integrantes de la Selección.

Podrá decirse que el castigo fue leve, que 50 mil pesos para jugadores de estas características es risible y que incluso, el no ser convocados a juegos amistosos es un descanso. Lo que en verdad tiene en jaque a los jugadores sancionados es que se les haya exhibido públicamente. Se dicen dañados moralmente, tristes por el manejo que se le ha dado a los acontecimientos y que tenían derecho a reunirse pues oficialmente ya estaba rota la concentración. Que digan misa si quieren. A mí su actitud me da vergüenza.

Soy joven y me divierto, algunas veces se me han pasado las copas y he participado en fiestas nada santas. Aun así, soy un convencido de que todo tiene su tiempo. Juzgo a los seleccionados no por lo que hicieron, sino por lo que representaban cuando lo hicieron. Qué carajos importa que la concentración ya hubiera terminado, su imagen como seleccionados los obliga a tener un comportamiento integro. No sé si esos que hoy se quejan por haber sido sancionados sepan que el sueño de miles de personas es estar en su lugar, teniendo el privilegio de llevar el nombre de su país hasta lo más alto posible. Es increíble que una distinción tan grande sea tomada tan a la ligera por supuestos profesionales. Me da coraje escuchar a Rafael Márquez, Nery Castillo, Guillermo Ochoa, Cuauhtémoc Blanco y a otros muchos, indignados porque después de muchos años se tuvo la acertada decisión de ubicarlos en tiempo y espacio.

Qué estos jugadorcitos digan lo que quieran, que amenacen con abandonar el barco si quieren. ¿Qué se creen? No han ganado nada y están lejos de estar entre los mejores futbolistas. A la hora buena no han dado el estirón y aun así se creen inalcanzables, necesarios, únicos. Por mí que se vayan, total, no serán eternos. Me duele que le hagan esto al equipo de futbol que me representa. Si pudieran sentir la ilusión y ganas de comerse al mundo, que un aficionado siente al ponerse la playera que ellos desdeñan con su actitud, probablemente valorarían lo afortunados que son.

Se dice que estás fiestas tienen años llevándose a cabo. Que en esta y otras ocasiones, hay historias inimaginables y escabrosas de indisciplinas en torno a la Selección Nacional. La novedad es que ahora se tomaron cartas en el asunto. Néstor de la Torre, director de Selecciones Nacionales decidió poner en juego su puesto y se echó encima a federativos, jugadores y parte de la prensa. Probablemente su cabeza ruede injustamente pero el antecedente de disciplina ahí está, con todo y cobardones sumisos que se niegan a que el futbol en México dejé el oscurantismo y sea tomado en serio. Néstor le es incomodo a muchos, pero su actitud es ejemplar.

Basta de jugadores comodinos e intocables. Que se larguen todos los mafiosos de la Federación Mexicana de Futbol cuyos intereses económicos nos están llevando al demonio. Justino Compeán y Decio de María, a ustedes también debería darles vergüenza. Gracias por hacer de mi Selección una pachanga.

Me quito la playera que ustedes representan. Me quedó con el corazón que ustedes desecharon, con eso me basta y sobra.

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