domingo, 27 de abril de 2008

Marketing rubio

Apenas tiene un par de años que en la universidad llevé varios cursos de mercadotecnia, y parece que la teoría y sobre todo las técnicas en éste ramo han cambiado mucho. Antes, según recuerdo, lo importante era sobresaltar las virtudes de un producto y venderlo por medio de innovadoras y originales campañas publicitarias. ¿¡Quién iba a decir hoy en día eso es cosa del pasado!? El autor de éste blog comprobó que no son los grandes espectaculares, los carteles llamativos o los anuncios para televisión con presupuestos estratosféricos los que le dan la estocada final haciendo que los clientes potenciales se vuelvan consumidores de su marca.

Lo gracioso es que cuándo esa tarde entré en aquella tienda de la colonia condesa ni siquiera pensaba en el marketing. Como varios cientos de capitalinos suelen hacerlo, decidí matar el tiempo con la bonita tradición de entrar a tiendas, desear casi todo lo que venden en ellas, sentirme inmensamente infeliz al ver los precios y salir sin comprar nada. En esas andaba, de tienda en tienda cuando tuve la bendita (que a la larga fue maldita) ocurrencia de entrar a la tienda Adidas.

La sucursal Adidas de la Condesa, ha diferencia de las otras de la ciudad, está enfocada únicamente a la línea de productos de colección y diseños exclusivos de la marca que poco a poco comienzan a volverse de culto. Aquí no encontraras las playeras de la Selección Nacional o los tenis de David Beckham, pero si modelos rarísimos y vanguardistas de tenis, jeans, chamarras, camisas, playeras, sacos de vestir y muchos accesorios, sin dejar de lado los productos de la ‘vieja escuela'. Gracias a que poseen el antiguo logo de la flor de loto, uno diferencia fácilmente estos productos especiales de los que comúnmente elabora la marca.

Apenas ingresé a la tienda, el decorado minimalista del lugar, sus paredes de concreto, la distribución de la mercancía y la música punchis-punchis-electrónica me hizo sentir más en un bar-fresa-nice que en una tienda de ropa deportiva. En esas estaba viendo la ropa y dándome cuenta que la compra de cualquiera de esos productos sería el ‘harakiri’ para mi quincena cuando el más efectivo sistema de promoción para un producto apareció de la nada: Una chica rubia que no rebasaba el 1.55 de estatura, vestida originalmente, curiosa y con una voz amable que me preguntaba si deseaba ayuda o información sobre algún producto. Generalmente cuando voy de compras... (¿?)... está bien, cuando voy a ver lo que venden en las tiendas y algún empleado se me acerca ofreciéndome su ayuda, suelo ser cortante pues eso de que me estén siguiendo para todos lados como si fuera famoso o delincuente nunca me ha gustado. Más en esta ocasión, lejos de reaccionar así, me armé con toda la amabilidad que fui capaz de reunir y le dije a la vendedora que ‘por el momento no, pero si llegaba a necesitar algo sin dudar le preguntaría’. Su respuesta fue todavía más amable: ‘ok, voy a estar por aquí si me necesitas’.

Total que ni la necesité, pero tampoco se fue. Estuvo por ahí sin descuidar hacía dónde me movía o a dónde iba. Aunque a esas alturas del partido yo sabía que su interés radicaba en que alguna atractiva comisión para ella dependía de que lograra o no venderme algún producto, no podía ni concentrarme en ver aquellas prendas que me seguían pareciendo carísimas gracias a esos ojos clarísimos que la hacían la versión atractiva de Big Brother.

Una chamarra gris-guinda me llamó la atención. Tuve la mala puntería de preguntarle por el probador. Me la puse y me gustó como se me veía el modelillo aquel. Salí, le pregunté el precio y éste, a pesar de estar ya rebajado, seguía siendo un tanto alto para mis aspiraciones. Lo malo es que ella parecía encantada con mi elección. Caí en la cuenta de que acababa de firmar la sentencia de muerte de mi economía cuando mirándome fijamente y hablando lenta pero con un tonito cariñoso dijo que era la última de ese tipo que le quedaba y que además la dichosa chamarra ‘estaba bien padre, bien bonita’. ¡No pues así hasta le compró un sándwich de hígado!... Cuando uno es sometido a semejantes niveles de dulzura femenina no puede decir que no. Porque si analizamos bien la situación me tenía acorralado. Si me iba sin pagar nada iba a pensar que soy un pobre miserable que no tiene ni para comprarse algo en esa tienda (cosa en la que no estaría equivocada) y que sólo entré para perder el tiempo (aquí tampoco se equivocaría). Además, si la dichosa prenda le había gustado tanto, quién no me asegura que tenga el mismo efecto con otras chicas. ¡Hubiera sido una estupidez no comprar aquella chamarra a pesar de los calores que invaden la Ciudad!.


No faltará entre quien lea estás líneas quien piense que soy una materialista superficial. La verdad es que no, al contrario, pero ya conocen una de las leyes universales de la vida: ‘Güerita concechi buena onda con actitud’ mata presupuesto, convicciones y todo lo demás. Cinco minutos después ella misma terminaba de cobrarme y me daba mi mercancía en una tradicional bolsa negra Adidas. Caminando rumbo a mi auto (ya me quería ir, no me fuera a topar a otra de estas sexy-vendedoras en otra tienda) miré el ticket de la tienda y ahí estaba el nombre de la vendedora que me atendió. Por mi cabeza fugazmente circularon varias posibilidades que me daba el saber aquel nombre pero todas las deseché al recordar que mientras estaba en el probador, escuché que un par de amigos suyos entraron fugazmente a la tienda para invitarla a varias fiestas en los días venideros. Y yo, pues sólo fui una comisión.

Todo este episodio insignificante me dejó varias lecciones sobre mercadotecnia, siendo la más valiosa que desde siempre las mujeres dominan el mundo. Qué nada podrán hacer los mejores creativos de la publicidad ante vendedoras así, que con la mano en la cintura son capaces de llegar y venderte cualquier cosa. Ni modo, usaré mi chamarra y a ver si para la otra aprendo.

Y ya que estamos hablando de marketing, ¿se fijan lo pésimo que soy para promocionarme a mi mismo?. Este post, que tenía como objetivo despertarle el interés a una chica-target en especifico y darle un poquito de celos debe tenerla muerta de risa por lo ingenuo que soy. Debo repasar mis apuntes de Merca de la Universidad, quizá así logre llamar su atención sin recurrir a como siempre hacer el ridículo y crear historias de la nada.

Qué le va uno a hacer.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hey Revel...

Sabes? Hace poco alguien me sorprendio con un detalle sobre ti. Letras mas, letras menos.

Quiza mas bien, me sorprendiste con un detalle sobre alguien.

La verdad es que ahora que lo pienso, no lo se.

Pero todo esto era nada mas para decirte que me da gusto volver a leerte. Y saber que tienes rating.

Aprovechalo, Revel. Aprovechalo.

Y no te metas donde no te llaman.

Desconozco el final de la novela del Mejor Novelista Del Mundo, pero cosas asi son las que gana uno por meterse donde no le buscan.

Kiddo dijo...

Debes estar saltando de alegria, ahora que esta lloviendo a madres. Por lo menos sentiras que la compra si fue de utilidad. "Jalan más un par de tetas, que un par de carretas".

gabriel revelo dijo...

anónimo: ¿¿¿¿¿¿ ??????

kiddo: efectivamente, salto de alegría, aunque me gustaría más si sólo disminuyera el calor y no lloviera (por aquello de que mi perro sufre cuando llueve). ah, y las carretas nunca me han gustado, supongo que por eso te doy la razón.

Alviseni dijo...

ah jaja ya me diste la idea de cómo vender algo que se me ocurríó: una modificación del estetoscopio, que llevará mi apellido "lópez", próximo avanza luego de que littmann mejorara el estetos original de laennec.

y emeplearé chicas güerejas para poder venderlo, si.

nos leemos.

gabriel revelo dijo...

doc. alvi: suerte con la patente, igual y hasta te haces rico...eso sí, con las chocas güeras no hay pierde (aunque las morenas tampoco estarían mal).

gabriel revelo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.