El corazón del barrio bravo de La Merced
guarda una de las joyas arquitectónicas más impactantes de la Ciudad de México,
y un callejón, en dónde toda ley desaparece en nombre de la explotación sexual de las mujeres.

1. La Merced, barrio de la Soledad
Colgado en una de las percudidas y descarapeladas paredes del cuarto en el que vive, su viejo reloj marcará las 14:00hrs. Como cada tarde llega la hora de ganarse la vida. Tacones en mano, pues prefiere (una vez más) recorrer las siete cuadras que la separan de su lugar de trabajo con sus gastados pero cómodos tenis Panam.
De esta forma ‘La Yiyí’ (así es como la llaman, pues casi nadie sabe su verdadero nombre), saldrá de una vecindad contigua al metro Candelaria. Ataviada con un escotado vestido rojo se perderá entre una mar de gente formado por vendedores, cargadores, estudiantes de secundaria, amas de casa que realizan sus últimas compras y ancianos que piden limosna. Así son las calles de la Merced, llenas de vida, de olores a basura y mugre, de puestos de antojitos, de comercios establecidos y ambulantes en los que, al menos ella, siempre encuentra novedades de importación a precios ridículos. Quizá es lo único que disfruta de su trabajo: el ir y venir por este camino en el que todos la ven pero nadie la juzga.
Su estatura no rebasa el 1.65 de altura. Medida correcta para su delgado cuerpo. Su piel morena, combina a la perfección con sus intensos ojos negros y su obscuro cabello al hombro. Una mujer como ella podría pasar como hija de familia, sus veintiséis años no le han arrancado del rostro una cierta dosis de inocencia, característica que por cierto, la hace una de las más solicitadas en su ramo.
Sabiéndose en sus dominios, ‘La Yiyí’ se paseará de nuevo por las calles que en ese barrio, están llenas de historia y abandono. Rápidamente llegará al Templo de la Soledad, majestuosa iglesia del México Colonial. Su arquitectura de arrebatadora belleza, así como su espaciosa plaza será objeto de atención y elogios por parte de un trío de turistas alemanes que ni idea tienen de lo peligroso del lugar. ‘La Yiyí’ se cruzará con ellos, aunque no reparará en su presencia ni en la iglesia que tantas veces ha visto y que para ella no es más que un elemento del camino. En la plaza reconocerá al ‘Mollete’, uno de los jovencitos que por las tardes se reúnen en aquel sitio para organizar y repartirse las calles y rumbos en los que ese día habrán de robar.
‘El mollete’ le ofrecerá droga.
‘Yiyí’ dirá que es muy temprano, pero en cambio le aceptará un cigarrito.
Fumando su Malboro Rojo llegará a la esquina de La Soledad y Anillo de Circunvalación. En la esquina algunas colegas la verán con indiferencia. Sólo una de ellas la saludara. Así es su trabajo, las chicas de Manzanares a veces tienen diferencias con las de La Soledad. Ella pensará: No le puedo caer bien a todas; nada raro, así somos las putas.
Atravesará la avenida y caminará una cuadra más. Algún hombre se le quedará viendo. Una vez más se sabrá deseada, señal de que aun podrá vivir mucho tiempo más de éste negocio (a menos que la mate un cliente, un padrote, una enfermedad, o la tristeza). Por eso dará vuelta en la calle de Manzanares y entrará a la pequeña capilla que está en la esquina, le rezará al Señor de la Humildad, a la Virgencita de la Soledad y a San Judas Tadeo para que ésta tarde la proteja. Ahí dentro me verás.
Cinco minutos después, calzando sus tacones rojos, ‘Yiyí’ se reportará con uno de sus padrotes.

2. La Capillita de los Ladrones
Supe de su existencia gracias a una maestra de la Universidad ‘Es el lugar más surrealista e impactante en el que he estado’. Comentario que me bastó para caer preso de la más inquietante de las curiosidades, aquella que sólo se marcha cuando adoptamos al riesgo como estilo de vida. Tenía que ir, ver aquel sitio con mis propios ojos a sabiendas de la peligrosidad que conlleva encontrar la ‘Iglesia más pequeña del mundo’.
La conocí una tarde de Agosto. Dar con ella fue relativamente fácil. Apenas salí de la estación del metro ‘La Merced’, me interné dentro de una selva de puestos ambulantes de comida, fayuca, tenis, brujería, santería y discos piratas. Hipnotizado por las voces, los aromas y la tristeza de un barrio que parece trazado por el diablo, seguí caminando sin mucha idea de mi paradero. Algo tienen estas colonias del centro de la Ciudad de México que entristecen el corazón. Llegué al Anillo de Circunvalación.
- No sé si sea la Iglesia más pequeña del mundo, pero ahí una capillita, la del Señor de la Humildad a dos calles de aquí, en la calle de Manzanares. Me comentó un vendedor de pepitas.
Efectivamente. En aquella esquina, justo en el número 32 se divisa una pequeña capilla de un blanco limpio e intenso, con vivos colorados y de color mostaza. Lentamente rodeé la estructura exterior del inmueble rectangular, cuya fachada de estilo churrigueresco. Tiene dos elegantes torres estípites, un par de ángeles custodiando, una cruz, una pequeña puerta y preciosos adornos excelsamente labrados en cantera plateada que terminan por enamorar a cualquiera.
¿Quién y por qué construyó una iglesia tan pequeña?. Fue ni más ni menos que Hernán Cortés a su llegada (1519) a Tenochtitlán quien mandó a construir siete ermitas en diversos puntos del Valle de México. Sin embargo, la de la calle Manzanares es quizá la única sobreviviente. Su arquitectura actual corresponde a una remodelación del siglo XVIII.
Si exteriormente la capillita (el diminutivo se aplica en sentido literal) es una belleza, su interior lo es aún más: hay un minúsculo retablo dorado estilo barroco, un guardapolvo de azulejos azules y esculturas de la Virgen María, San José y Jesús. Por lo pequeño de sus dimensiones, en el interior caben aproximadamente veinte personas.
Una tendera del rumbo me comentó que después de la fiesta del 6 de agosto, día de su Santo Patrono, la capillita esta en remodelación, por lo que actualmente no es fácil encontrarla abierta. ‘Fue una gran fiesta la de hace unos días, desde muy temprano le cantamos sus mañanitas’, dijo la señora que amablemente me vendió un refresco en lata, y que espera que una vez terminados los trabajos de regeneración, la capillita de Manzanares vuelva a estar abierta las veinticuatro horas del día.
No obstante el rumbo en el que está erigida, el inmueble siempre ha estado impecable. Lleno de flores, con la pintura y los accesorios del lugar bien cuidados. Antes eran los vecinos quienes barrían y cuidaban el lugar, hasta hace poco que llegaron unas monjas carmelitas y ahora se encargan de ella.
“Aquí vienen a orar los ladrones, asesinos y ‘gallas’ (prostitutas) del barrio. A rezar, pedir perdón e implorar no ser atrapados por la policía”. Agregó.
Un día a la semana, los ladrones acuden a orar y se abstienen de robar por veinticuatro horas para no ser desamparados por su patrono.
Al preguntarle sobre si ésta era la Iglesia más pequeña del mundo, mi interlocutora contestó que lo ignoraba, pero que al menos, si era la más pequeña de la ciudad. Poco después, buscando información sobre la capillita de Manzanares sabría que su construcción pertenece al estilo churriguera-mexicano, y aunque es una capilla, su construcción sui-generis cuenta con todos los elementos para considerarla una iglesia: dos torres, coro alto, coro bajo y una cúpula.
Según la tendera, las ‘gallas’ (nombre que en este barrio ‘bravo’ se le da a las prostitutas y que data del siglo XVI) comienzan a llegar a partir de las dos de la tarde, se persignan, oran y la mayoría se van a trabajar al callejón.
- ¿Cuál callejón?
- El de Manzanares, ¿no lo conoce?
- He oído hablar de él ¿dónde está?
- Allá, (señala al frente) a unos veinte pasos de ahí. Pero ‘agüas’ güero. Es peligroso.
Pagué mi bebida, le di las gracias a la tendera y le di un último vistazo al interior de la capillita. En la entrada me topé con una joven ataviada con un seductor traje rojo saliendo del templo. Cabello negro a los hombros, piel morena, delgada. Me miró coquetamente y siguió su camino hacía el callejón.
*** Primera de tres entregas. Si bien algunos nombres y hechos fueron alterados para darle al reportaje un toque más literario. Todo lo descrito: lugares, situaciones y datos son completamente reales.