Ocurrió un sábado de junio. Desde hace un par de años Tania y yo queríamos volar en parapente, pero por distintas circunstancias siempre terminábamos posponiéndolo . Finalmente los astros se alinearon, hicimos una reservación y nos lanzamos a vivir esa experiencia, que estaba destinada a ser una de las más importantes de nuestras vidas.
Debido a que el vuelo sería en Valle de Bravo, tras un desayuno ligero salimos muy temprano desde la Ciudad de México hasta nuestro destino. Desgraciadamente una preocupación rondaba mi mente: El cielo estaba nublado al extremo y en ocasiones llovía en la carretera. Bajo esas condiciones, realizar un vuelo en parapente sería imposible por cuestiones de seguridad.
Aún así decidí confiar en que el cielo se abriría al llegar a Valle de Bravo y llevar a cabo mi plan: Dar un anillo de compromiso.
Llevaba meses posponiendo la entrega, no por falta de ganas sino porque no había encontrado el momento ideal para hacerlo. Por ello, que la lluvia obrara en mi contra para nuevamente retrasar mis planes se me hacía una mala broma del destino. Afortunadamente, en cuanto arribamos a Valle de Bravo tras dos horas de viajar, el cielo se despejó, permitiendo que el plan que mi plan siguiera en pie.
Llegamos a las oficinas de la empresa que contraté para realizar el vuelo. Como aún teníamos una hora libre recorrimos un poco del malecón de este Pueblo Mágico, que entre sus muchos encantos, cuenta con un lago artificial que en realidad es una presa creada décadas atrás.
Para matar el tiempo compramos unas papitas y nos pusimos a comerlas viendo al horizonte. Tania hablaba sin parar, yo apenas y decía dos palabras. Quería aparentar tranquilidad y sin embargo era un manojo de nervios, y como tic, una y otra vez tocaba la cangurera para asegurarme que traía conmigo la joya que cambiaría mi vida y la de ella para siempre.
La hora llegó y junto con otras personas que también habían contratado el servicio fuimos llevados en camionetas hacia el cerro desde donde emprenderíamos el vuelo. En el camino Tania iba hablando con uno de los instructores. Tras tantos años de conocerla sé cuando está feliz y en esos momentos, su voz y sonrisa denotaban que estaba emocionada por finalmente poder cumplir su sueño de viajar en parapente.
Llegamos a lo alto del cerro y nos dijeron que nos preparáramos porque en cualquier momento comenzaríamos a volar. Espontáneamente Tania pidió ser la primera y en cuestión de segundos ya le estaban colocando el equipo para hacerlo. Esto echaba abajo mis planes de salir antes que ella y esperarla abajo con el anillo.
Ni hablar, habría que improvisar.
Minutos después ella estaba en el aire y yo apenas recibía instrucciones para mi vuelo.
Las cosas se retrasaron un poco más cuando mi instructor descubrió que el parapente estaba mal enredado y tuvo que acomodar todo nuevamente.
Finalmente llegó la hora de la verdad y salí volando.
Ir en un parapente es una gran experiencia. La sensación de surcar los aires impulsado por el viento y la paz que se vive allá arriba mientras se disfruta de una vista soberbia es indescriptible.
20 minutos después comenzamos el descenso, se acercaba la hora de la verdad…
Aterricé en un terreno de un césped verde a un lado de la laguna. Ella estaba esperándome y se río de lo torpe de mi llegada. Mientras me quitaban el equipo con el que volé pensaba si era el momento adecuado de entregarle el anillo. Observé el escenario a mi alrededor (una inmensa presa, un día románticamente nublado, personas volando en parapente en el cielo) y me di cuenta que no habría otro momento mejor.
Le pedí a Tania que me acompañara a la orilla de la laguna y que me tomara una foto ‘pal feis’. Argumentando que tenía me quité la playera que traía. Entonces Tania vio la otra playera que traía abajo y que durante todo el día había estado ocultando, y que traía la imagen de una pareja casándose. Ella comenzó a llorar mientras yo sentía que se me iba la vida. Me puse de rodillas, saqué el anillo y le dije cuanta tontería llegó a mi mente y con las que intentaba explicar lo que sentía. Recuerdo haberle dicho que me había hecho correr, me había hecho volar, y que me había hecho tan feliz que quería pasar el resto de mi vida con ella.
Entonces un abrazo, más lágrimas, un beso y todo el entorno se volvió mágico. Tania aceptó, no había más que decir. Por mi parte ya no estaba nervioso ni tenso, solamente feliz.
El resto de la tarde fue perfecta: Fuimos por un café, tomamos un pequeño tour que nos llevó a conocer Avándaro y algunas cascadas de la zona, después comimos y al atardecer regresamos a la Ciudad de México, mientras en carretera veníamos escuchando muchas de las canciones que han marcado nuestra historia.
Seis años después de conocernos decidimos comprometernos e iniciar una gran historia. Incierta pero emocionante. No sé que nos deparé el destino, pero tengo la certeza de que todo a su lado todo será más fácil.
1 comentario:
Que hermosa historia, me emocione y lloré. Soy tan feliz por su felicidad, los quiero harto.
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