domingo, 7 de junio de 2009

La casa blanca de la esquina


Esa casa blanca de la esquina me da miedo. Aunque siempre estuvo ahí, hasta hace tres semanas no fui consciente de su macabra existencia, cuando paradójicamente dejaste de vivir y saliste del anonimato.

Por más esfuerzos que hago no me acuerdo de ti. No he querido ir a ver las fotografías que han exhibido durante los rosarios que por las tardes se rezan en tu casa. Prefiero que tu rostro permanezca desconocido. Me dicen que eras más joven que yo. Aquella tarde de sábado encontraron tu cuerpo colgado, sin vida.

Fue al filo de media noche y ni cuenta me di. Se cuenta que varios vecinos salieron de sus casas al oír los gritos provenientes de la tuya. Algunos querían ayudar. Tus papás en medio de la confusión sólo permitieron la entrada a un paramédico que te bajó. Aquella noche comenzó tu penar involuntario. Tu nombre comenzó a rondar el colectivo popular del rumbo. Te volviste un rumor perturbante.
Una leyenda que con el tiempo se transformará en una historia más complicada de lo que en realidad fue.

A mí me la contaron dos días después. Sabrá Dios que número de versión fue la que escuché. Que si tus papás se están divorciando; que si tu papá era uno de los muchos amantes de Estela, la vecina quedada y fea de la calle; que si habías reprobado dos materias; que si eras huraño y no tenías amigo. La verdad ahora da igual. Cada quién tiene sus propias conclusiones y por desgracia ya no estarás para desmentir las muchas injurias que entorno a tu memoria se han alzado.

Lo cierto es que caminar por mi calle ya no es lo mismo. El aire está pesado. Frío. Enrarecido. Todos los días, con la llegada del ocaso salgó a caminar acompañado por mi perro. Seguramente fueron varias las veces que me topé contigo sin reparar en ello. Ahora, al pasar afuera de tu casa el encuentro se repite. No estás pero permaneces en ese espacio en el que dejaste de respirar. Dentro de esa vivienda de color blanco te quitaste la vida. Al surcar su exterior lo hago con paso apresurado. Intento no voltear. No vaya a ser que en una de esas alguien se asome y me quede con la incertidumbre de lo qué paso.

Aquella casa blanca de la esquina me da miedo. Se volvió triste y parece gritar silencios. Donde viviste 20 años no queda más que el tema recurrente en las mesas de café de las vecinas, algún cuento de terror y unas letras que intento escribir pensando en quién decidió rendirse a la vida.

6 comentarios:

Ulises dijo...

............
Quién va a decir que fue un acto de cobardía?.....
Por si se atreviesen, entonces atrévanse a hacer lo mismo.
Rayos...

zocadiz dijo...

:)

xhabyra dijo...

Hola Gabriel, tanto tiempo sin pasar verdad, oye me ha encantado tu relato el cual encierra una historia tan triste.

definitivamente tiens una muy buena capacidad para involucrarnos en la historia que nos narraste.

Xhaludos

gabriel revelo dijo...

nery: no sé... nunca he estado en una situación así. a mi me daría miedo, pero no no tanto como para abandonarme a la nada.

zocadiz: =) jeje

xhabyra: como siempre un gustazo tu visita... gracias por acordarte de este humilde blog. un afectuoso saludo.

Anónimo dijo...

ai
q dnso gaby...
no habia pasado por tú blog.
nada mas djo mi firma y m retiro como buen vecino y no d la casa blank.

atte: bebeto.

gabriel revelo dijo...

bebeto: un gustazo encontrarte por acá. regresa siempre que quieras primo. saludos!