miércoles, 11 de junio de 2008

Siberia


Salí del teatro conmocionado, con el sentimiento de haber sido impactado por un golpe en lo más profundo de mi psique, aquel que por cierto, seguiría invitándome a la introspección de mis temores en los días consecuentes. No dejar en mi alma ni siquiera un momento de tregua. Muchas cosas pueden pasar en tu interior después de ver “Siberia”, menos la indiferencia.

Una noche cualquiera en la Ciudad de México, un médico asesina a una prostituta sin motivo alguno. Con un argumento así, aparentemente sencillo pero contundente, está obra de teatro es una invitación a lo más recóndito del sentimiento humano. Conforme el impacto de la escena inicial va pasando, la trama y los cuatro personajes principales se van desarrollando por tantas vertientes y juegos de planos reales e imaginarios, hasta alcanzar niveles de un laberinto perfecto, tan lleno de posibilidades como de salidas.

Y es que todo tipo de personajes caben en ese confesionario inmenso ante Dios llamado Siberia:

Una mesera que lee el futuro en cubos de hielo y que a la vez, es y no es un demonio interno, cuyo gemelo busca llegar a la razón primera del aislado crimen. Temerle y a la vez encontrar toda la gracia del mundo en sus comentarios, llenos de ironía e incómoda verdad. Una especie de Anti Pepe Grillo obsesionado más con las causas, que con los motivos; ó un médico confundido, sin motivaciones ni porvenir en la vida que un día, de la nada, es tentado por la semilla de la violencia, condenándose así al más duro de los exilios en la gélida Siberia; ó un triste, solitario y deprimente borracho cuyo mayor miedo es el amor y que paradójicamente, está enamorado como un idiota de una bailarina exótica, a la que rechaza y sin embargo, no puede dejar de verla y contemplar su belleza y frescura; precisamente ella, eje central de la historia, es la mismísima imagen de la sensualidad. Belleza apodada como un whisky ruso, dueña de un pez que tiene como mascota, inocente pero seductora… cualquiera podría caer loco por ella. Al menos, el espectador que ahora escribe en este blog quedó prendado de aquella heroína.

Por cierto, su nombre es Mariana Giménez, y por su sola presencia valdría la pena ver esta obra un infinito de veces.

De los tantos temas planteados en 90 minutos de puesta escénica, sobresale el de la purificación de los corderos que reivindican sus pecados por medio del sufrimiento. Y que quede claro, no estoy hablando de temas de índole religiosa, al contrario, el texto de la obra va mucho más allá. No se trata de que el texto se desarrolle en Siberia, sino que Siberia es ese interior frío e inmenso que todos llevamos dentro y en cuyas entrañas habita la más agua de las soledades, esa que nos impide movernos y nos llena de pavor, que nos trae la repetición constante y sin interrupciones de esos recuerdos que más nos duelen y que para nuestra desgracia, no podemos cambiar. ¿Cuántos de nosotros no hemos estado, o peor aún, seguimos atrapados en nuestra propia Siberia? ¿Cuántas noches de insomnio, o en su defecto llenas de pesadillas, tienen su refugio en este gélido paraje ruso en el que hasta la memoria se pierde?

Todos cabemos en cualquiera de los reflejos siberianos. Sea uno como sea, algo lo identificará con la trama, en algún momento nuestra personalidad se verá reflejada en la historia. En mi caso el resultado de encontrarme fue devastador. En mi caso, aquel borracho solitario soy yo. Siempre escapando del amor por medio de pretextos tontos. Ponerle trabas al deseo de alcanzar lo que tanto se anhela. Auto boicotearme y echarle la culpa al destino, a las circunstancias, al tiempo o a los demás, total, el chiste es salir impune aunque en nuestra conciencia, el veredicto nos declarare culpables.

“Siberia” es de esas obras preguntonas. Esas que sales sin entender del todo, y que con el paso de los días te va mandando las respuestas a cuentagotas; armando lentamente un rompecabezas que en cada caso será diferente y por eso, más valioso. Llegué al Teatro el Milagro, ubicado en el número 24 de la calle Milán en la Colonia Juárez, buscando encontrar una historia y a cambio me descubrí de una manera que desconocía y que no estoy seguro que me agrade del todo. Que esa noche haya ido sólo, huyendo precisamente de ella, hace el impacto aun mayor. Que por alguna u otra razón ella no haya podido ir, o que no me atreviera a invitarla, o que prefiriera ir sin compañía (¿realmente importa cuál de estas versiones es la real?) acentuó la hipnosis que lleva un par de días, cientos de horas, miles de minutos, millones de segundos, sin dejarme en paz.

No dudo en recomendarla. Seguramente volverá varias veces. Necesito más respuestas, más noches así, conmigo mismo. “Siberia” es confusa, pero apasionante. Vamos, se sufre pero se disfruta. Así es el amor. Cálido y volcánico, pero a veces helado, como la tundra rusa.

Siberia, Teatro el Milagro.
Milán #24. Colonia Juárez. Cd. de México
Jueves y Viernes 21:00hrs.
Sábados 19:00 y 21:00hrs.
Domingos 18:00hrs.

5 comentarios:

Esteban Ramon dijo...

Bien con uno de las artes mas antiguas del mundo, el teatro es mil veces mas emocionante que un film, y mil veces mas especial que la television. Saludos.

P.D: La foto no te favorece,

Fátima dijo...

Necesito un escape culturoso!
Ora ya me distess ganas de ir al tiatro!


Saludos=)

Fátima dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Alviseni dijo...

uh, not fond of theathre. pero eso se oye interesante.

gabriel revelo dijo...

wilmer: ver una historia desarrollarse ante nuestra mirada, sin otra cosa de por medio que las emociones, siempre será magico... coincido. y respecto a la foto... ¡según yo era mi foto sensual!

fátima: te recomiendo ampliamente que veas esta obra, iré de nuevo en estos días, quizá te vea por ahí. ¡saludos!

alvi: lo es doc. aunque la economia no de como para ir tanto al teatro como uno quisiera.