domingo, 8 de junio de 2008

La suerte está en chino (o cómo llega la inspiración)

No tengo la menor idea de cuándo empecé a ver todo desde el punto de vista literario. Vamos, ni siquiera sé si es bueno o malo, eso de sentirme a todas horas dentro de una novela. Buscar coincidencias en todo y pensar que cualquier acontecimiento, por mínimo que sea, terminará por adquirir la categoría de “trascendente”, últimamente se me ha vuelto muy común.

Hoy no fue la excepción, ni siquiera por ser domingo familiar e ir a ese restaurante de comida china del Centro Histórico, del que tanto habló mi abuelo toda la semana. Yo, que rara vez consumo este tipo de comida, fui con más resignación que entusiasmo. Siguiendo la tradición de varios de esos establecimientos, la comida se sirve a modo de buffet, de manera que por el mismo precio, uno puede comer lo que quiera y cuanto quiera sin remordimiento alguno. ¿Qué hace alguien que al acercarse a la barra de alimentos no reconoce ni uno de los nombres de esos platillos?... fácil: comer de todo y rogarle a Dios que nuestro estomago resista estoicamente toda esa cantidad de condimentos y extrañas verduras orientales. Ya después, haré cuentas y me daré cuenta que comí nada más ni nada menos que ¡seis animales diferentes! (pez, pollo, calamar, cerdo, pulpo y pato), lo cual me convierte en un ser despreciable y blanco inmediato de Green Peace.

Mientras de cada charola tomaba una pequeña porción de alimentos, los aromas y decoración del lugar se apoderaron misteriosamente de mí. De la nada llegó esa idea que llevaba meses buscando, ese chispazo que me ayudará a reconstruir desde ahí la historia que siempre he querido escribir. Alejado completamente de la charla familiar, mi mente comenzó a borrar, hilar, crear situaciones, inventar vidas. Ya no estaba en un restaurante chino, sino en un gran bufet de ideas y personajes que se paseaban ante mí, rogándome ser parte de esa locura que sigo sin saber cómo emprender. El personaje ideal, con un pasado rico, cargando un conflicto sin solución y en medio de un ambiente que no le va.

El problema ya no era perderme entre esos sabores y texturas extrañas de la comida, sino averiguar cómo hacerle para encajar ese ser tan nítido, pero que tanto desentona, dentro de una novela que siempre imaginé, iría por otro rumbo.

La galleta china de la suerte, que recibí como postre, tampoco aclaró del todo mi situación:


Desconozco qué tanto se debe fiar uno de estas galletitas premonitorias, pero si gozan de fama internacional debe ser por algo. Aunque la verdad, eso de “Guarda tu cara a la luz del sol y nunca veas tu sombra” no es nada claro; para colmo, el resto de mis familiares recibieron mensajes claros y llenos de buenos augurios. Uno en cambio tiene que conformarse, como siempre, con hacerse miles de preguntas que nunca me llevan a ningún lado:

¿Debo dejar de lado ese trance y no darle tanta importancia, esperar que todo esté más claro dentro de mi cabeza o ponerme a escribir “ya” y dejarme llevar? Pero, ¿qué tal si el mensaje de la galleta china no tiene nada que ver con escribir y si con mi vida? (que al fin y al cabo es lo mismo, pero bueno). ¿Tendré que usar bronceador y cuidar por dónde piso? ¿Por qué los chinos no pueden ser más claros y me atormentan así?

Está en chino, y siempre he sido pésimo para aprender otros idiomas.

Ups, volví a hacerlo: otra vez estoy viendo todo literariamente.

5 comentarios:

Alviseni dijo...

yo tampoco soy muy fan de la cmoida china. cuestioens culturales.

hey, y cómo se llama ese restaurante en el centro? en qué calle está?

Enakam dijo...

Me gusta la comida china, aunque prefiero la comida peruana y la japonesa.

Antes acostumbraba tomar nota de todo lo que llegaba o creaba mi mente, aún lo más descabellado. Pensaba que en algún momento me serviría al armar una historia, pero lo único que hice es llenar cajas de fragmentos que nunca más volví a ver.

Saludos!

gabriel revelo dijo...

doc. ni idea del nombre, pero esta en motolinia, entre las calles de madero y 5 de mayo.

enakam. saludos hasta perú... yo también pienso que eso de coleccionar historias es de lo mejor.

Anónimo dijo...

Gabo: Sigue la recomendación y la experiencia de J.K. Rowling.
Si tienes una idea, escríbela cuanto antes.
Todo cuanto te venga a la cabeza, plásmalo en papel (o bueno, en electrónico jeje). Como dirían los policías: "Todo lo que digas podrá ser usado en tu contra", aunque en este caso, sería a tu favor.
Escribir, aunque sea cosas sin sentido, te va acercando poco a poco a ese punto perfecto en el que todo toma una forma clara y definida.

Me ha pasado que a veces escribo cosas que sencillamente vienen a mi cabeza "y suenan bien", pero que al final terminan siendo "pedazos" de cosas sin sentido. Después (a veces horas, a veces días, a veces más..), alguna idea nueva viene a mi cabeza que reclama: "HEY!, aquella frase que escribí vendría perfecto en este hueco!"...
Rowling tiene muchísimas hojas de "harry potter", que si bien no fueron, ni serán nunca publicadas, le ayudaron a guiar su propia historia por el camino que ya hoy todos conocemos.
Así que nuevamente te insisto: Escribe. TODO.
Lo insulso, lo vano, lo profundo, lo falto de sentido, y todo lo demás. Más tarde cuando tu idea crezca y madure, te hará falta ;)

¡SUERTE!, no puedo esperar a conocer esa idea!!!!

gabriel revelo dijo...

francisco: la anecdota de jk rowling siempre será inspiradora y hasta cierto punto nos alecciona muy bien sobre la importancia de siempre darle importancia a nuestras ideas. como siempre tus comentarios son parte del crecimiento de este blog.

saludos!