domingo, 2 de septiembre de 2007

Sáquenme de aquí


Seguramente no soy el único que esta tarde de domingo no puede ni con su alma. Al menos gracias a mi actual estado de inanimación podré justificar la sarta de tonterías que en unos momentos voy a redactar. Estoy desvelado, con unas ojeras de mapache gigantes y el semblante de un moribundo apunto de partir de éste mundo. Bastará decirles que justo mientras intento escribir, libro una fuerte batalla por conseguir que mis párpados no se cierren.

En todo el mundo cientos de miles de personas compartirán esa horrible sensación que sólo da el haber dormido casi nada. La mayoría, que están así por gusto, indudablemente fueron a alguna fiesta, salieron a un bar o en el mejor de los casos, tuvieron una-noche-de-copas, una-noche-loca. De ser así, su actual aletargamiento lejos de significar un tormento, es ahora una prueba fiel de todo lo que doce horas antes se bebió, bailó y disfruto.

Lo patético del asunto es que yo no estoy desvelado por eso. Al contrario, estoy así porque me paré a las 4:45 de la madrugada para ir a trabajar...¡¡¡en domingo!!!. Le doy vueltas al asunto y no me parece justo por ningún lado.

Así es, desde hace dos semanas tengo un nuevo trabajo en una empresa que se dedica al monitoreo y análisis de la información. No me pregunten cómo es que fui a parar ahí porque ni yo lo sé. De repente me vi acudiendo a una entrevista de trabajo, haciendo un examen y después, aceptando un trabajo que por principio de cuentas no me pareció malo. Como toda relación amorosa o laboral, uno empieza con los mejores deseos y viendo todo de color rosa, con el paso de los meses (ejem... corrección, días) uno se da cuenta que hizo poco menos que venderle su alma al diablo.

Para empezar, llevó apenas doce días y ya siento que se me va la vida con el horario tan espantoso que tengo: de 5 a 11 de la mañana. Teniendo en cuenta que me baño en las mañanas y que la oficina no está cerca de mi casa, tendremos entonces a las 3:45 a.m., como la maravillosa hora en la que casi diario tengo que levantarme con media alma en la tierra y media alma en el limbo. Ustedes dirán, bueno, cinco días a la semana son soportables... pero pasa que además de la semana de lunes a viernes, tengo que ir y montar guardia a las 6 de la mañana, intercalando un sábado, un domingo, un sábado, un domingo, y así respectivamente. Y pero tantito, la primera semana ‘quesqué para irme aclimatando’ tuve que ir los siete días. Osea, que de los últimos trece días, en doce he ido a trabajar y me he desmañanado

Para colmo, estoy en el quinto piso de un edificio en el que casi no hay ventanas, por lo que uno pocas veces sabe si ya se hizo de día, si esta lloviendo, o si el cielo está nublado o soleado. No contamos (perdón, ‘cuentan’... no quiero volverme parte de ellos) con estacionamiento propio, por lo que debemos dejar los autos estacionados afuera del edificio. Lo malo, es que justo al segundo día de empezar a laborar me enteré que a uno de mis compañeros no hace mucho le robaron su auto en ese sitio. Para lo paranoico que soy, esa resulto la peor noticia que pudieran haberme dado. En consecuencia, cada que llegó en alguno de mis dos autos no puedo menos que echarle la bendición, encomendárselo a todos los santos y ponerle bastón de seguridad al volante y la alarma antirrobos. Igual y suena idiota, pero las seis horas que me paso enclaustrado en ese lugar mi mayor preocupación no es hacer mi trabajo bien o eficientemente, sino el enviarle vibras protectoras a mi vehículo y maldiciones a todo aquel que ose acercarse a él a unos metros de distancia. No se imaginan la sensación de alivio que para mi significa salir y ver que mi amado medio transporte está ahí, esperándome intacto.

La solución sería irme en metro o camión.... pero a las 4 de la mañana los camiones además de escasos son peligrosos y el metro aun no ha abierto a esas horas en las que ni Drácula está despierto. Como verán estoy condenado a ir en auto y sufrir con la idea de los roba autos rondando mi cabeza y robándome de a poco la tranquilidad. Igual y ya lo saben, o lo intuyen: siempre ando preocupado por todo, aun en los momentos en los que no debería. Por ejemplo, ahora mismo estoy preocupado porque esta computadora se está volviendo muy lenta, porque qué tal si mi celular se descompone, que tal si el auto se descompone, etc, etc, etc... así soy yo, y me odio. Lo malo es que antes aunque sea podía dormir para olvidarme de mis paranoias, ahora, en cambio, con éste horario estoy obligado a pasar la mayor parte de las horas despierto y llenándome la cabeza de ideas inútiles.

Otra de las cosas que me cayó como patada de mula, fue el hecho de que cuando acepté el trabajo cometí la estupidez de pensar que la cantidad de sueldo que me ofrecían era quincenal y no mensual, como me vine a enterar una semana después. Dicha paga, en un contexto quincenal si bien no era la octava maravilla resultaba aceptable; pero por mes es casi una grosería. Digo, no es que pida las perlas de la virgen como sueldo, pero si a la tacañería de sueldo que recibo le quitamos lo que gasto de gasolina y gastos de alimentación (porque han de saber que salgo con un hambre digna de un troglodita ) el capital sobrante es apenas mayor a cero.

Olvidémonos del dinero (que si bien, me hace falta, no es tan indispensable pues nunca he sido muy materialista). En parte, cuando acepté ese trabajo lo hice porque tenía que ver con los medios de comunicación; en parte porque ya llevaba un buen tiempo sin un trabajo fijo; porque ya no quería que la gente pensará que soy un flojo; pero sobre todo, porque el horario me permitiría prácticamente tener toda la tarde libre. Para alguien como yo, que disfruta tanto salir a caminar la ciudad, leer por horas y escribir cuentos, entradas para éste blog, el piloto de un sitcom y tiene algunas ideas precarias para escribir una novela, el contar con toda la tarde a su disposición es un tesoro incalculable. Se oía bien el trabajar muy temprano, generar un poco de ingresos para mis gastos personales y dedicar la tarde a mis vicios y manías, osease, a ser feliz. Lo malo es que al salir tengo mucho hambre, a veces como, a veces no; el sueño me ataca en el momento menos pensado y puedo pasarme hasta tres horas dormido, o bien, con un genio de los mil demonios. Si intento leer es fácil quedarme dormido, escribir me cuesta más trabajo que antaño y mantener mi ritmo de publicar en éste blog cada tercer día por primera vez en mi existencia se me comienza a complicar.

Además, las escasas salidas nocturnas que tengo, se ven limitadas en horario debido a que ‘tengo que irme temprano porque en unas horas tengo que trabajar’. Aunque para ser honesto, no veo muy lejano ese día en el que llegué a trabajar sin haber dormido nada. Yo, que antes me caracterizaba por ser noctámbulo y dormirme casi a la hora del amanecer, ahora tengo que conformarme con dormirme a las once de la noche, y no por gusto, sino porque a esa hora simplemente me es imposible seguir despierto.

Dormir un promedio de tres horas por día, comer siempre a deshoras, dificultades para hacer las cosas que me hacen feliz y un trabajo en el que la única ventaja que encuentro es el poder ir vestido como quiera, hace que ahora, en medio del sueño y el dolor de cabeza sólo piense en la manera de zafarme de éste lío que o acabara con mi salud física, o mental, o las dos al mismo tiempo.

Según yo, en cuanto algo deja de ser divertido hay que dejarlo. Pero también necesito el dinero. A lo mejor lo peor es no estar haciendo lo que más quiero y recibir una paga por ello. Qué no daría por escribir fijamente en alguna periódico o revista, por tener todo mi tiempo ocupado pero con una remuneración por algo que disfrute y no como ahora, que ni soy feliz, ni me voy a hacer rico, ni puedo disfrutar de un domingo como la gente normal.

Ya sé que todo trabajo es honesto, y que éste dignifica al hombre. Pues sí, eso está muy bien para los demás, pero yo siento que si sólo hay una vida, no es del todo justo que esta se nos vaya en sacrificios. Voy a decir una tontería: a veces pienso que el que uno tenga que trabajar no tiene sentido. Sé que hay gente a la que le gusta y es necesario, pero, ¿qué pasa con esos seres extraños que ven a la vida cómo algo más que un sistema económico? ¿a dónde vamos a parar aquellos que consideran que una poesía, una novela o un guión cómico es mucho más importante para el mundo que la venta de acciones en la bolsa?... ¿mundo, dónde queda el arte?. Quizá en esa dificultad radique su belleza y su valor. Si no me doliera la cabeza y me ardieran los ojos probablemente llegaría a una respuesta más concreta.

Así estoy, prisionero por seis horas al día, seis días a la semana, prisionero en un trabajo en el que la rutina de siempre hacer lo mismo ya me tiene asfixiado. Me urge encontrar otro trabajo mejor, de otra manera no veo otra salida digna para abandonar mi empleo actual.
Sáquenme de aquí. No quiero tirar la toalla como un cobarde... ¿alguien tiene algún empleo decente?. Escribo y sé cocinar.

6 comentarios:

la dueña dijo...

jajaja muchos pasan por eso ........ es cuestion de acostumbrarse al nuevo trabajo.
Que noooooooooo no tires la toalla
por dios ! tu diras ¡claro como tu no eres la que trabaja anda dimelo ami!

pero uffffffff es qu ehoy en dia dejar un trabajo asi por q si
vale realemnte la pena?
en todo caso avisame y te dire algo mejor..
mil besos

la dueña dijo...

pensandolo bien.......... se me ocurre algo mejor.

Luis Iparraguirre dijo...

Nada, esas cosas pasan y no te tienes q sentir mal. Inclusive eso sucede cuando trabajas en lo q quieres. Como todo en la vida, eso también pasará. Un abrazo Gabriel!

Jorge Atarama dijo...

He estado por 13 ó 14 años chambeando en turnos rotativos, principalmente de 11 de la noche a 8 de la mañana. Lo tuyo es solo 6 horas y 5 ó 6 días a la semana. Lo mío era de lunes a lunes, sin parar y aveces tenía que salir a las 8 de la mañana y regresar a las 3 de la tarde los lunes y enfrentar a los jefes que venían recargados del fin de semana y con ganas de chambear o mejor dicho hacerte chambear. Pensé que iba a poder escribir más durante la tarde cuando estaba de amanecida, pero vives con una situación de adormecimiento constante y te recuestas y no agarras el sueño, quieres escribir y tu cabeza está pesada. Bueno se dice que el hombre es un animal de costumbres. Lo tuyo son 6 horas y 5 ó 6 días, y puedes ir a fiestas (imagina entrar a las 11 de la noche como esta mi vida social después de eso) no está muy mal que digamos. Sigue contándonos pues tus relatos son buenísimos.

Valeria dijo...

Ufff!! y yo me quejo!! Sé lo que sientes, yo tampoco estaba acostumbrada a levantarme temprano, yo entro a las 7 pero me hago 2 horas de camino, o sea que por ahí nos vamos... Es cierto, todo el día te sientes mal, con sueño, sin ganas de nada... lo peor es que yo llego y tengo que leer (lo que más me ayuda a dormir) y hacer tareas.

Duérmete más temprano, trata de adecuar tu horario de modo que te duermas a las 9 o 10 máximo, si no en 1 año habrás envejecido 20 años...

Un saludo.

gabriel revelo dijo...

¡gracias a todos por sus comentarios!

pam: ¿y qué es lo que se te ocurrió?

luis: claro, todo pasa y al final no es tan malo (eso sí, me encantaría que el sueldo fuera un poco mejor). saludos cordiales hasta Perú

Jorge: Tienes razón, puedo darme mis escapadas. No he dejado de salir, aunque eso sí, tengo que regresar un poquito más temprano.

Vale: Eso de dormirme a las 10 de la noche ¡nomás no se me da!, tan sólo ayer fui a una reunión a celebrar el cumpleaños de una amiga y llegué a mi casa a la una de la mañana. creo que envejeceré (igual y me conviene, siempre dicen que aparento menos edad de la que tengo).