viernes, 21 de septiembre de 2007

La dueña de los mil nombres


El día estuvo más soleado que de costumbre, y quién sabe por qué, me acordé de ella.

Por mera curiosidad y sabiendo de antemano que no la encontraría, fui a buscarla. Efectivamente, ella, la Dueña de los mil nombres, no estaba. Lo inquietante es que, fuera del estacionamiento de la puerta 8 de Ciudad Deportiva, ella parecía no tener cabida en otro lugar.

Ella, atrapada en sus propios pensamientos sin forma. Ella, dispersa y perdida en un tiempo jamás precisado pero siempre presente.

Apenas era un niño cuando la vi por primera vez. Mi papá, que siempre nos hablaba de ella, la llamaba ‘la loca de la deportiva’. Con el paso de los años y de las muchas veces que casualmente la vi, su nombre nunca fue el mismo: Doña Amelia, La Señora Alejandra, La Pepenadora de la Viga, la barrendera de la deportiva, la enfermita de la puerta 8, La refresquera o La anciana errante, eran sólo alguno de los nombres con los que los vecinos y visitantes del lugar la conocían. Tal diversidad de nombres, hicieron que mi mente infantil los simplificara precisamente en el apodo más simple, y seguramente elegante, que aquella pobre viejecita tendría: La dueña de los mil nombres.

En aquella época (finales de los ochenta), debía de tener como setenta años. Con su vestido de flores azul marino, que de tan percudido casi era negro, recorría el estacionamiento de la puerta 8 como un fantasma. A lo mucho media 1.50 y su cabello, entre naranja y blanco, llamaban siempre la atención de quienes pasaban por ahí. Dado su tétrico aspecto, sólo los visitantes frecuentes se acercaban a ella; para los demás, era mejor evitar pasar cerca de aquella figura que ya era un emblema de la zona.

Las historias de su origen, al igual que sus nombres, son tan variadas e inverosímiles que entre una y otra se contradicen. Había quienes sostenían que era madre soltera y que desde muy joven, vendía refrescos a los visitantes y deportistas que acudían al lugar todos los domingos, hasta que una tarde, su hijo se extravío en el inmenso complejo deportivo y jamás apareció. Unos dicen que lo mataron, otros que lo asesinaron e incluso, corre la versión de que ese hijo jamás existió, siendo únicamente, producto de la locura de La Dueña de los mil nombres. Otros dicen que era una huérfana llegada de provincia a trabajar en el Departamento de limpias de la Ciudad de México, y que después de una decepción amorosa se hundió en varios vicios como el alcohol y las drogas, casa por la cual terminó como indigente. Sea cuál fuera la verdad, ella nunca ayudó a aclararla. Esquiva y con la mirada vacía, apenas atinaba, siempre de mal humor, a decir algunas frases incoherentes y que sólo contribuían a enredar todo, como piezas de diferentes y complicados rompecabezas.

Si toda ella era un misterio, sólo había algo en lo que todos coincidían: la extraña manía que tenía de barrer aquel estacionamiento (que con excepción de los domingos, siempre esta vacío). Ayudada de su vieja escoba, y con un ímpetu extraño a su edad, La Dueña de los Mil Nombres barría furiosamente cada centímetro de lugar. Con dos laminas recogía todo el polvo y basura recolectada y la depositaba en una bolsa de plástico negra. Entonces venía lo increíble, tras segundos de tranquilidad, la mujer comenzaba a gritar improperios, maldiciones y groserías al aire, para después, en el colmo de su locura, empezar a vaciar por todos lados los desechos y el polvo que minutos antes había barrido con tanto ahínco.

La misma acción la repetía varias veces al día. A su servidor le tocó presenciar ese maratón de locura sin fin en más de una ocasión, no tanto por la curiosidad que la historia de aquella mujer pudiera despertarme, sino sólo por el gusto de acompañar a mi papá a hacer ejercicio. Era así cómo después de correr o andar en bicicleta por las pista del Autodromo, eventualmente no la topábamos a la salida. Siempre de mal humor, siempre barriendo.

En algún momento dejamos de ir a la Deportiva, y la historia de La Dueña de los Mil Nombres quedó en el pasado. Imaginar la soledad de esa mujer me lleva a intentos desesperados de descifrar su locura

Ella no vivía en el silencio, al contrario, su andar y su rabia nos hablaba a todos, fijamente:

“Porque puedo estar loca y medio ausente. Mientras, me miras con indiferencia. Puedes creer que tu razón jamás se volverá papel, y crees, que al negarme tu mente estará a salvo de los perros que devoran voluntades. Lo cierto es que inventas mil y un historias sobre mi, para negar lo mucho que nos parecemos”.

Hoy, el complejo de la deportiva ha cambiado mucho desde aquellos años ochenta. En el Autodromo Hermanos Rodríguez ha dejado de haber carreras de Formula 1, además de albergar el Foro Sol.

Tenía que ser así, en un día soleado como hoy, que trajo a mi mente muchos recuerdos entre los que ella viajaba escondida. Vengo de estar ahí, en la puerta 8 dónde nadie me pudo dar referencias sobre ella. Al parecer quedó en el olvido de la gente del lugar, que escuchan mis preguntas y desconcertados me miran. Talvez los pocos qué platicaron también se han ido esfumando y con ella el recuerdo de los años que no volverán. Quizá yo tengo mi propia versión de ella ¿o será que quizá, mutuamente todos nos estamos olvidando de todos?.

7 comentarios:

Unknown dijo...

Amigo-México: Ea curioso pero en cualquier lugar del mundo florece un personaje como el de la Deportiva. Por aquí en Mar del Tuyu (a unos 330 Km de Buenos al sur, y a orillas del Atlántico) ewxiste un calco de ka que describes. La llaman La Polaca y se tejen historias similares sobre ella. Debe tratarse de una invasión de seres despoblados.
Quiero que pases por ,i casa, vidasinfames.blogspot.com porque creo que te va a interesar. Yo te seguiré frecuentando. Te ellevo unos 40 años de edad pero jamás traicioné mis 25, lo que me hace ser tu amigo desde allí. Un abrazo

Gonzalo Del Rosario dijo...

Manya, acá en Trujillo hay un montón de locos, no sólo yo, sino orates que rondan por las calles.

Está el loco político, el loco calato, el loco evangelista, la vieja loca, el loco de la bolsa, el loco puktas, el loco Francia, el loco Rasta, el loco paisano, la loca pasta . . . pucha ahora que me doy cuenta, mi ciudad está plagada de ellos.

Fácil algún día termine así.

Fernando Nerú dijo...

VAYA, VAYA QUE HOY GRACIAS A TU ESCRITO HE VIVIDO RETROSPECTIVAMENTE MI NIÑEZ CON SERES TAN FANTASTICOS Y MUCHOS DE ELLLOS INSOPORTABLES, PERO PARTE IMBORRABLE DE MIS RECUERDOS.

ME HA ENCANTADO COMO SIEMPRE EL ESTILO CON EL QUE ENTRETIENES NUESTRA IMAGINAION.

ABRAZOS A LA DISTANCIA QUERIDO AMIGO.

Anónimo dijo...

La Lucrecia, le decían. Ahora ya no sé si de verdad existió, o si fue sólo una mentira para mantenerme a raya, pero supongo que la imágen que tengo era exactamente igual a la señora que mencionas. Tal vez fue por aquella mujer que después creció en mí una fijación especial por observar de vez en cuándo a los vagabundos y demás personajes que la gente llama locos. No sé porque trató de desentrañar sus historias con sólo verlos, y sentir cierta admiración por el valor de dejarlo todo y salir a vivir a las calles...

gabriel revelo dijo...

Esmoris: Un gran gusto conocer gente por este medio y por supuesto que visitaré tu blog.

Gonzalo: Ya en alguna ocasión habías mencionado al Loco Francia y hasta la fecha me da risa. Creo que toda ciudad está llena de personajes así, en sí, creo que cada uno de nosotros tiene sus manías que nos vuelve dignos de ser mirados con rareza.

Fernando: Saludos a la distancia, lo bueno de volverse personaje es que de cierta manera el recuerdo permite nuestra preservación.

Topo: Igual y en una de esas era la misma mujer.Tú como yo, sabes el encanto que tiene esta Ciudad en la que gracias a Dios nos tocó vivir.

la dueña dijo...

perdona,, quizas lo que te escriba se vaya por un tono màs sarcastico pero es que me has hecho recordar aquella anecdoa ,,,.....
uno de mis mejores amigos, luego de tomarnos un desayuno juntos nos fuimos camino a casa y caminando por la vereda se nos acerca un señor de saco y corbata preguntando a mi amigo ? que hora es? , accion que mi amigo supo responder diciendole son las dos y media . Seguimos nuestro camino y nuevamente se nos acerco èste señor con otra pregutna ¿ usted me dijo la hora? -si contesto mi amigo, y èl señor respondiò ¿ y me puede decir quien mierda le dijo a usted que me dijera la hora? de un momento menos esperado aquel loquito se le aparecio con un palo corretieandolo por toda la calle
yo muerta de risa de puros de nervios.. es que en este mundo quien menos te lo creas resulta un completo loco .



mil besos para ti

El Tito dijo...

Que buen personaje! Creo que en cada barrio se encuentra uno con cada loco...

Locos todos, unos más otros menos pero al final todos anadamos o más pa' ya de la línea de la crodura o pisando la orillita.

saludos