Soy un hombre de tradiciones y chapado a la
antigua. Probablemente eso explica que desde hace años tenga varios rituales
que ni la tecnología, ni el vertiginoso ritmo con el que se vive en la actualidad,
han sido capaces de quitarme. Uno de ellos, la delicia de tener entre mis manos
música nueva.
Y digo entre mis manos, porque a pesar de las
virtudes que ofrece la compra de música online, sigo prefiriendo tener un disco
en forma física. Nada como ir a la tienda, buscar lo que buscas en los
anaqueles, ahorrándote como yo suelo hacerlo, la molestia de preguntar a los
encargados por lo que quieres.
¡Para qué, si en el intento de hallar algo a
veces terminas topadote con agradables sorpresas!
Luego está el pagar y huir a toda velocidad
de la tienda, pues te carcomen las ansias de ponerte a divagar con tu nueva
adquisición. A veces, cuando las ansias son demasiadas, termino por abrir el
disco y comienzo a escucharlo en el mismo radio del auto. En otras ocasiones,
cuando me encuentro sereno, me espero hasta llegar a casa, lo cual es mejor.
Es ahí dónde ocurre la magia: quitar el
plástico que envuelve la caja; abrirla por primera vez; aspirar el aroma tan
característico de un disco nuevo; sacar con cuidado el librito de canciones;
ojearlo teniendo el máximo cuidado de no tener los dedos demasiado grasosos, a
fin de evitar indeseables manchas y huellas digitales donde todo debe ser
perfección; depositar el disco en algún reproductor, y a dejarse llevar.
La primera vez que escucho un disco trato de
darle su espacio y su atención debida. Sobre todo si se trata de un material
que esperaba desde hace tiempo, con muchas ganas, o ambas cosas. Suelo
acomodarme en un sillón, servirme un vaso de refresco con hielo, y escuchar
canción tras canción, leyendo atentamente la letra de cada pieza, repitiendo
las partes que considero necesario.
La novedad me dura días después. Incluso
semanas. Guardo el disco en el iPod, y cada que saco al perro al parque escucho
una y otra vez las canciones. Lo mismo si voy en el carro, pongo el disco y ahí
lo dejo, que de vueltas una y otra vez. Hasta que adapte para mí las canciones
y me pertenezcan más que al propio autor. Poco a poco, se me va pasando la
euforia, me harto un poco y dejo descansar esas melodías, las cuales quedan
grabadas en mi subconsciente y estarán siempre disponibles, para rememorarlas
en el momento indicado, y disfrutarlas como la primera vez.
Ese ritual lo he repetido decenas de veces, y
estoy convencido de que es la mejor forma de disfrutar la música.
Hace unos días volví a repetir la formula. Salió
el nuevo disco del maestro Alejandro Sanz. Quienes me conocen saben que desde
hace años soy seguidor de este cantante español, al que incluso considero un
poeta. Por eso, en cuanto mi novia me sorprendió regalándome ‘La música no se
toca’, sabía que se avecinaban semanas de adentrarme en nuevos e infinitos
terrenos, equiparables al placer de leer una magnifica novela.
Y lo escuché despacito, con mucho cuidado,
prestando atención a los detalles y a las frases, todo para concluir que estoy
ante un discazo, quizá el mejor de toda la carrera de Sanz.
Y es que viene del aire…
Recuperando la jovialidad de otros tiempos,
conservando la poesía de sus letras y reinventando su estilo. Canciones que
hablan de gente que como yo, no saben bailar pero pueden hacerlo por amor,
otras que hablan de despedidas tristes, unas más de cuando el tiempo no alcanza
cuando sales con una mujer-acción, otras para cuando uno se enamora de una chica
venida de Marte, e incluso, una que habla sobre México, y que me hizo llorar la
primera vez que la escuché. En fin, todo un homenaje a la música.
Son muchas las historias que a raíz de estas
canciones no abandonan mi cabeza. Por el momento, me confieso atrapado en ese
universo. Si en estos días se topan conmigo, probablemente me encuentren
absorto, escuchando, cantando o meditando sobre esta nueva entrega musical.
Y esto baila ahora en mi mente:
Seguiré con mis rituales musicales siempre
que me sea posible. Así disfruto más la música.
2 comentarios:
que risa, a veces hacemos cosas que parecen tan mecánicas pero que de verdad nos hacen disfrutar mas de la vida, yo cuando tengo un disco nuevo lo escucho hasta morir y mas si me gusta, justamente este disco lo quiero, gracias a tu descripción ahora lo quiero con mas ganas. UN placer leerte como siempre, un saludote Gabo
Sol: Pensé qué era el único!!! jaja, gracias por volver por estos rumbos. y sí, compra el disco, está buenísimo!!! Un abrazo.
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