A mi mente acuden varias propuestas publicitarias maravillosas. La última de ellas me sorprendió hace apenas tres días en el estadio Azteca. Esperando el inicio del juego entre México y Costa Rica, en las pantallas del coloso de Santa Úrsula proyectaban diversas imágenes. En la más extraña, pero a la vez divertida, aparecía una especie de ‘hada madrina’ de caricatura con la pinta de un futbolista fortachón y rudo. Lamentablemente el estruendo de los más de cien mil espectadores ya reunidos en el inmueble, me hicieron imposible escuchar el audio del comercial.
Mi desconcierto aumentó cuando descubrí varias botargas de aquel personaje recorriendo el césped del estadio. También con sus alas. Con sus antenitas. Con sus caireles rubios. Con su varia mágica. Con sus alitas. ¿Con su playera de la Selección? En otras palabras: una reverenda jotería.
Pase el partido sin saber que era exactamente cuál era el sentido de mezclar dos cosas tan opuestas como las haditas mágicas y la rudeza de los jugadores de futbol. Llegando a casa recorrí varios canales con la idea de toparme con el comercial. Y lo encontré. Y me gusté. Y entonces lo entendí todo. Véanlo, es una joya:
Coca Cola volvió a sorprenderme. Estoy enamorado de la marca. Los dejo con éste otro anuncio fantástico. Lo veo y me sigue conmoviendo.