‘Que hay imposibles que un día consigues, sin darte cuenta’
La
historia de esta mañana comenzó a escribirse hace muchos años, tantos, que
quien hoy escribe estas líneas aun no había nacido. La medalla de oro que hoy
obtuvo la Selección Mexicana de Futbol ya se añoraba desde hace décadas.
Pertenezco
a una generación que sí ha visto ganar a su equipo nacional. A diferencia de
los contemporáneos de mi papá, y de quienes los precedieron, he sido testigo de
como la Selección Mexicana ha dado partidos memorables, le juega de tú a tú a
las grandes potencias futbolísticas,
se ha quitado los fantasmas de la cabeza, logrando así ganar.
Cuando
era niño, después de la derrota de México ante Noruega, en el Mundial ’94, al
verme triste mi papá me dijo que 'desafortunadamente así son las cosas cuando
juega México’. Ese discurso no me lo creí. No lo hice yo, ni quienes en ese
momento quisimos empezar a creer que algún día nuestro deporte favorito viviría
épocas de gloria. Días históricos.
Y así,
poco a poco las cosas fueron cambiando. Ante los ojos de todos, una nueva
estirpe de mexicanos nos han demostrado que se puede ganar. Así se llegó a dos
finales de Copa América, se ganó la Copa Confederaciones de 1999, se
conquistaron dos Campeonatos Mundiales Sub-17 y esta mañana, por primera vez en
la historia se ganó una medalla en futbol olímpico.
Una
final en el mítico estadio de Wembley ante Brasil. Ahí estaba el corazón ce
millones de mexicanos que este día se levantaron temprano para ser testigos de
uno de los encuentros más importantes en la historia de nuestra selección.
Así,
con el corazón en la mano México dio un juego redondo y venció a Brasil 2-1,
alzándose campeón olímpico por primera vez en su historia.
Los
nervios y la ansiedad de los días anteriores se disiparon en cuanto comenzó el
juego y Oribe Peralta marcó el 1-0 apenas a los 40 segundos de acción. Durante
toda la primera mitad, México supo contener el futbol de los brasileños,
neutralizando a sus grandes figuras y tomando cada vez más confianza dentro del
terreno de juego.
Para la segunda parte Brasil salió en busca del gol. Una marea amarilla se vino en contra del arco de Jesús Corona. Hasta que Oribe Peralta anotó el segundo gol y entonces comenzó la fiesta. Y vinieron unos minutos de ensueño que ni siquiera la anotación de Hulk en los últimos minutos pudo opacar. Llegó así el silbatazo final.
Y
México ganó el oro olímpico, acompañado en el podium por Brasil con la plata, y
Corea del Sur, con el bronce.
Al
momento de la premiación, mientras veía como la bandera mexicana subía a lo más
alto del podium, y se entonaba el Himno Nacional me deshice emocionalmente.
Quería llorar pero no pude, me temblaban las manos y sentía que mi cuerpo se
partía en mil cachitos. Luis Fernando Tena lloraba, miles hacían lo mismo.
Por
cuestiones de trabajo tuve que estar al pendiente del juego y escribir una nota
sobre el partido. Parte de este post recoge algunas ideas de ese texto. A pesar
de tener que estar escribiendo y subiendo escritos mientras todos celebraban, igualmente
disfruté muchísimo lo sucedido.
¡Qué
más da, somos campeones olímpicos! Lo demás poco importa…
Hoy
vivimos un momento histórico. Una historia que emocionados contaremos una y
otra vez a nuestros hijos y nietos. Toda nueva era debe tener un inicio, un
momento que sirve como parteaguas para el futuro y que nos enseñe a creer en
nosotros mismos. Despertamos. Fuimos consientes de que en una cancha de juego,
basta el trabajo y la entrega para derribar cualquier estereotipo.
A
partir de esta medalla, nunca más debemos volver a esos días obscuros en los
que veíamos las proezas de lejos. Nunca más el hacernos menos ante nadie. Nunca
más demeritarnos por ser mexicanos, al contrario, saber que por eso mismo
‘podemos’.
¡Felicidades México, hoy hiciste historia!
¡Felicidades México, hoy hiciste historia!
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