Si las
medallas de plata y bronce conseguidas el pasado miércoles en tiro con arco
individual fueron una sorpresa, la que hoy consiguió Laura fue tan
inesperada, que pintó este domingo de una intempestiva alegría.
Aun
desvelado a causa de la agitada vida social que tengo los fines de semana,
prendí la televisión cerca de la 1 de la tarde. Sabía que la clavadista
mexicana Laura Sánchez se había calificado desde un día antes a la final de
trampolín femenil, pero a la vez era muy consciente de que obtener una presea
olímpica en esta prueba seria muy complicado. Aun así decidí ver la competencia
desde su inicio.
A pesar
de la calidad de las competidoras, Laura se ubicó desde la primera ronda de
clavados en la sexta posición. Aun lejos del medallero, pero en posición de
competir por algún metal. Ahí estaba Laura, en esa frágil línea entre ser una
más de la competencia y el hacer historia. Poco a poco fue dejando de lado mi
escepticismo en ella, cuando con
cada clavado iba escalando posiciones y acercándose más al podium.
A falta
de dos rondas, Laura ya iba en quinto lugar. Ella y otro grupo de clavadistas
competían por el bronce. Los primeros dos lugares ya estaban más que definidos
para las chinas. Fue en esos momentos decisivos en donde la mexicana se volvió
la más constante, demostrando la importancia de tener confianza en uno mismo. Y
es que hasta antes de hoy, nadie veía en Laura la posibilidad real de que
obtuviera una medalla. Ella no sólo competía contra otras deportistas de elite
en los clavados de trampolín, también lo hacia contra esa desconfianza
histórica que ha pesado sobre ella en los últimos años.
Después
de la cuarta y penúltima ronda ya estaba en la tercera posición, sin embargo la
distancia con sus más cercanas competidoras era de apenas unas décimas. Fue ahí
cuando la mexicana se creció y tiró un excelente clavado. Sin perder la
concentración ni dejarse ensombrecer por los fantasmas del pasado.
Desde
ese cambió de color el domingo. Laura ya no fue alcanzada por sus adversarias y
se adueñó de la medalla de bronce para México. Una presea que no estaba en el
presupuesto y que se recibe como el mejor de los presentes. Y es que de esto se
tratan unos Juegos Olímpicos, de sorprender a propios y a extraños, de dar el
extra en el momento adecuado y de convertir un domingo a medio día en una
fiesta que contagia a un país entero.
Minutos
después de la ceremonia de premiación, los noticieros reprodujeron una y otra
vez las escenas de Laura Sánchez atendiendo a los medios informativos. Se veía
radiante y feliz. Se sabe inmortal y parte de ese selecto grupo de atletas
mexicanos que han logrado la proeza de subir al podium olímpico. Su sonrisa
contagia.
Es
domingo por la tarde, generalmente este momento de la semana me pone triste y
melancólico. Hoy es diferente, no puedo evitar sonreír.
Gracias
Laura, después de tres juegos olímpicos tu esfuerzo se vio justamente
recompensado.
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