Durante mi estancia en la Feria Internacional del Libro
de Guadalajara, tuve la oportunidad de entrevistar a Juan Villoro, uno de los
escritores mexicanos más prolíficos y respetados de los últimos años, acerca de
“¿Hay vida en la Tierra?", uno de sus libros más recientes.
Hablar con Juan Villoro nunca será un desperdicio. El
tema es lo de menos, él siempre tendrá algo que aportar para hacer de una
plática un momento agradable y enriquecedor. Voz autorizada en innumerables
materias, Villoro es un escritor inquieto, ágil, incansable. Siempre con nuevos
proyectos bajo el brazo, e incursionando en nuevos senderos de la escritura,
cada uno de sus libros siempre ofrece cosas nuevas a sus lectores.
“¿Hay vida en la Tierra?” es un delicioso manjar
literario que reúne varios textos que Villoro fue escribiendo de 1995 a la
fecha y que fueron publicados en medios como La Jornada Semanal, Letras Libres
y Reforma.
Sin embargo, estas columnas y colaboraciones no hablan de
política, cultura, o de acontecimientos trascendentes. Al contrario, para
conformar este libro, el autor seleccionó los textos que hablan de
cotidianeidad y que se centran en temas y situaciones aparentemente carentes de
importancia, pero que al pasar por el filtro literario se vuelven interesantes
y muy disfrutables.
Esta fue la charla que tuve con él:
¿Por qué elegir este momento para recopilar los textos?
¿Por qué justamente ahora y no antes o después?
Nunca sabes cuándo concluiste un libro. Yo siempre pensé
que al estar escribiendo en los periódicos estaba conformando un libro a partir
de historias de la realidad. Yo escribo columnas en las que normalmente me
ocupo de temas de cultura, de medios, de política, pero a veces escribo
pequeños cuentos que reflejan lo que somos en la cotidianidad. Por ejemplo, una
situación absurda en una oficina de gobierno; los tramites ‘rocambolescos’ que
tenemos que hacer para pedir un capuchino en donde sostienes un dialogo ‘como
de teatro del absurdo’; la forma en que nos enamoramos y relacionamos a partir
de las redes sociales; el terrorismo telefónico que padecemos cuando alguien
nos hace ofertas, y de pronto nosotros le pedimos el teléfono a esa persona, y
lo que pasa si le hablamos el domingo en la mañana a su casa para que sienta lo
mismo; en fin, circunstancias que definen nuestra manera de ser.
Sabía que tarde o temprano llegaría este momento y tenía
que reunir suficientes textos. Empecé a revisarlos, a reescribirlos. Llegué
como a ochenta. Me preocupé. Le dije al editor de Almadía ‘oye, está quedando
grande el libro, son ya ochenta historias’, y me dijo ‘no te preocupes, si
llegas a cien es mejor, porque tu libro va a ser el número cien de editorial
Almadia’. Entonces, ya que cumplí las cien historias, decidimos editar el
volumen.
Leyendo el libro, da la impresión de que Villoro puede
hacer un texto de cualquier cosa ¿realmente es tan fácil?
No, es muy difícil. A mí me cuesta mucho trabajo. Algunas
de las cosas que parecen fáciles, provienen de cómo organizas la realidad. El
chiste es que esa sea una historia redonda. Por ejemplo, yo escribo una crónica
de cómo tuve que cambiar un colchón, entonces, ese cambio de colchón me lleva a
una reflexión sobre la manera en que dormimos, cómo nos relacionamos con
nuestra cama, etcétera. Pero eso tiene que estar estructurado al modo de una
historia.
Otra historia, por ejemplo, tiene que ver con un caso
real de un amigo mío que se peleó con su mujer y luego la reconquistó. Ella
como tantas mujeres le decía ‘oye, tú no sabes decirme cómo me amas, eres muy
poco romántico, muy poco detallista en tus palabras, dime algo verdaderamente
seductor’. Él siempre se había quedado con esa asignatura pendiente, se peleó
con ella y se deprimió mucho. Entonces hizo lo que hacen muchas personas cuando
se deprimen, sobre todo los hombres: ver una sobredosis de películas de
karatekas. Y de pronto, en una escena un gurú del karate pronuncia la frase:
puedo derrotar a todos los enemigos, pero siempre seré vencido por tus ojos. Y
eso le pareció muy romántico para decírselo a su mujer. La reconquistó con esa
frase, con el problema de que luego ella se enteró de que era la frase de un
karateca. Entonces le dijo ‘cómo me reconquistas con esta frase’.
Bueno, eso es real, tiene que ver con la forma en que interactuamos. ¿Qué relación pueden tener las películas de karate con nuestra vida sentimental?,
entonces, ahí trato de construir historias que nos narren estos misterios
cotidianos.
Mencionas que en tus textos hablas de tus amigos y
conocidos ¿Alguna vez alguno se ha enojado porque lo hayas metido en algún
texto?
Hasta ahora no. Algunos se han visto reflejados. Yo creo
que debemos proteger la identidad de nuestros amigos. Muchas veces yo en estos
relatos digo ‘un amigo al que llamaré Frank, o al que llamaré Chacho’, dando
una clave de que le estoy cambiando el nombre para proteger su intimidad,
porque él tiene derecho a decir ‘esto no es así’. Pero siempre es un clima más
o menos gozoso, con sentido del humor, y donde yo me burlo de mi mismo, y
siempre acabo siendo el peor parado ¿no?. Entonces hasta ahora me han
perdonado, me han tolerado mis amigos.
¿Por qué ponerle ‘¿Hay vida en la Tierra?’ al libro?
Sabemos que es el nombre de uno de los textos incluidos, ¿qué tiene de especial
para ser el que dé título a esta colección de relatos?
Cuando yo era niño la gran pregunta era si había vida en
Marte. Estaba de moda tener un primo que había visto un OVNI, todo mundo tenía
supuestos contactos con extraterrestres, etcétera. Entonces, nos preguntábamos
sobre la vida en otros planetas. La realidad ha cambiado mucho, y hoy en día
vivimos en un horizonte extrañamente espectral. Nos representamos a nosotros
mismos en sitios web a través de passwords, entramos a un juego como Second
Life y tenemos otra vida. Incluso tenemos un avatar. Podemos asumir un alias
para mandar tuits. Tenemos una vida fantasmagórica, y de pronto uno se pregunta
¿y dónde quedó la vida real?
Dicen que la vida es lo que sucede mientras hacemos otras
cosas, ahora con las redes sociales, y con la comunidad digital, esas otras
cosas son cada vez más definitivas. Por ejemplo, yo creo que hay parejas que
filman sus relaciones eróticas porque sienten que si no se ven en la pantalla
eso no es real, no es genuino. Osea, ya estamos en esa vida espectral en donde
sólo lo que pasa en la pantalla es la realidad. ¿Dónde quedó la antigua
realidad? Entonces, yo en este libro me pregunto irónicamente ‘¿Hay vida en la
Tierra?’. Ese planeta donde supuestamente tenemos la única vida conocida ¿cuál
es esa verdadera vida? ¿nos damos cuenta de ella?. Por eso yo busco estas
minucias que definen la vida que transcurre en la tierra y que no siempre
advertimos.
Estamos en la Feria del Libro de Guadalajara, ¿qué
significa para ti esta Feria, y cuál es tu primer recuerdo que tienes de ella?
Yo he venido aquí como unas veinte veces. Vine creo que a
la segunda feria, entonces eran unos tendejones con muy mala acústica, había
muy pocas actividades, lo cual era bastante grato porque podías convivir mucho
con los demás, y además podías asistir a otras charlas. Además en aquella época
yo no tenía lectores. Entonces yo era público y la disfrutaba como tal. Es una
Feria extraordinaria en la medida en que es la más importante del idioma, pero
creo que es excesiva, hay demasiadas actividades. Los mexicanos confundimos la
estadística con el éxito, y entonces pensamos que cuatro mil conferencias son
mejores que doscientas, sin darnos cuenta que a lo mejor las cuatro mil no son
buenas, y las doscientas podrían ser excelentes. Entonces sí es una Feria
sobredimensionada. Sinceramente me gustaría que fuera más pequeña, prefiero la
feria de Monterrey, o la de Colombia. La de Oaxaca también es muy agradable,
pero de todas maneras hay cosas muy estimulantes, como entrar en contacto con
los lectores, participar en homenajes como el de Elena Poniatowska que fue algo
extraordinario, y que ese tipo de cosas sólo se pueden hacer aquí, porque es un
acto muy masivo, que convoca mucha gente.
*** Entrevista publicada originalmente en Sopitas.com
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