Este año ha sido el más “conciertudo” de mi vida: Paul McCartney en el Zócalo, La Oreja de Van Gogh,
Emmanuel, Panda, Alejandro Sanz,
y Serrat y Sabina.
Bueno, quizá no sean tantos, pero para alguien huraño
como yo, acostumbrado a ir a uno o dos conciertos por año, pues la cifra sí fue
alta. Igual y ustedes piensan "pues sí, pero ha visto a puro artista para
gente grande y aburrida", y puede que tengan razón, pero son mis gustos y
me vale si les gustan o no.
Me faltaba un último concierto para cerrar bien el 2012:
Miguel Bosé. Muchos y muy buenos comentarios había escuchado respecto a sus
presentaciones, sin embargo muchas veces pensé que exageraban, y que en cierta
forma, el español vivía de glorias pasadas.
El pasado viernes comprobé que un concierto de este
cantante es todo un espectáculo. Como parte de su gira "Papitwo",
Miguel Bosé está teniendo una serie de presentaciones en México. A mi me tocó
verlo en el Auditorio Nacional el pasado viernes. Al igual que en la mayoría de
los conciertos a los que he ido este
año, fue Tania la que me convenció de ir.
Si alguno de ustedes nunca ha visto a Miguel Bosé, no
sabe de lo que se está perdiendo. Su espectáculo es simplemente una maravilla
en el que uno canta y se emociona de principio a fin. No sé con sus giras
anteriores, pero al menos en esta ocasión, su concierto tuvo la belleza y
complejidad de una obra teatral. Eso percibí desde que uno ingresa al Auditorio
Nacional y ve el escenario cubierto por una inmensa lona, la cual, durante todo
el evento fue cambiando de ubicación y forma, dando a la escenografía la
sensación de ser un ente viviente que en cada interpretación se renovaba ofreciendo
un matiz diferente.
Esta gran manta no es el único elemento que le da vida a
la coreografía. Una gran pantalla gigante detrás del escenario proyecta
imágenes, vídeos y animaciones elegidas correctamente para acentuar emociones y
remarcar momentos. Todo perfectamente planeado. Ni que decir de los juegos de
luces que en esta ocasión dan la impresión de estar vivos e intuir el momento
adecuado para causar un impacto visual y emotivo. Los músicos y coristas
tampoco están estáticos, sino que todo el tiempo se mantiene de un lado a otro,
conformando un gran número de coreografías que aportan mucho a la presentación.
Todos estos elementos, más algunos más que sorpresivamente van apareciendo,
están coordinados con una precisión matemática. Imagino que montar algo así
requirió muchas horas de ensayo y sobre todo, una concentración sobre el
escenario para que todo salga de acuerdo a lo planeado.
Y en medio de toda esa compleja maquinaria, Miguel Bosé,
ese cantante mítico que tantas veces he escuchado y cuyas canciones han marcado
a varias generaciones. Ese hombre de quién tengo varios discos y que con sus
melodías se grabó en momentos claves de mi vida. Ese al que considero tan
polifacético estaba actuando ante mí y otras 9 mil personas, quienes en ese momento
comprobamos que estábamos presenciando a un ícono que seguramente en un futuro
será conocido como leyenda.
Lo acepto. Me emocioné mucho durante el concierto. Y es
que hubo de todo, momentos de mucha energía y alegría, otros nostálgicos y
llenos de recuerdos. Cálido con el público pero a la vez atrevido y dueño del
escenario. Desparramando un dinamismo sin descanso que pocos podrían aguantar.
Todo un showman que no tiene nada que demostrar y sí mucho que brindarle a los
espectadores.
En este concierto hasta se antojó jotearle. Y así lo hice
pero nomás poquito, tampoco quiero que se me haga costumbre. Después salió
Ximena Sariñana y con emoción canté la famosa frase de "Cashi sin querer".
También salió Ana Torroja, la pelona que cantaba en Mecano.
En estos momentos, el autor de este blog se encuentra
contrariado. A esta altura del texto no sé qué tanta justicia le he hecho a una
presentación de casi tres horas en el que cada canción merecería ser nombrada.
Sólo quiero decir que al salir de este concierto la figura de Miguel Bosé me
parece más grande, más indispensable para la música contemporánea de nuestro
idioma.
Y es que si el concierto duró tanto, fue porque la gente
no dejaba que Bosé se marchara. Aunque sospecho que él tampoco quería que
aquella noche acabara.
Un loco excéntrico, un poeta cuya belleza en sus letras
radica en la autenticidad. Un artista en toda la extensión de la palabra. Un
Miguel Bosé al que sólo se le puede definir como Miguel Bosé. Ya lo vi en
concierto, ya se puede acabar el mundo.
1 comentario:
UFFFFFFFFFFFF no es un papitwo....es un papacitwo
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