El fin
de semana pasado salí con unos amigos. Fuimos a una especie de bar en donde
además de tomar tragos se podía bailar. Uno podía elegir entre ritmos modernos
o las clásicas cumbias y música charangosa. Y ahí comenzó el problema, pues si
ustedes me conocen, saben entonces
que no me gusta bailar ni los ojitos.
No sólo
no me gusta ni le encuentro el chiste, sino que además no sé hacerlo. Soy
pésimo. De hecho sólo lo hago cuando estoy borracho o cuando una mujer me lo
pide. Hace años en este blog escribí sobre mis nulas habilidades pal' bailongo .
Sigo igual, si no es que hasta peor.
Por
eso, cuando la semana pasada mi novia me sacó a bailar una de esas cumbias
jacarandosas acepté sabiendo de antemano que nomás haría el ridículo. Y así
fue, mis piernas estaban tiesas, fui incapaz de hacer otro movimiento que no
fuera dar vueltas en el mismo lugar, doblando de manera dispar y a destiempo
las rodillas. Simplemente no sabía para dónde mover los pies, y si no fuera
porque mi pareja de baile me guiaba y me ayudó a que ‘le diera’ un par de
volteretas con mis brazos, aquella demostración hubiera sido lamentable.
Si el
ritmo en cuestión hubiera sido de esos modernos que la chaviza baila en pareja
(pero separados) otra cosa hubiera sido. Ahí sólo tengo que mover la cabeza y
las manos con los puños cerrados, hacer cara de confianza y listo. El problema
viene cuando además de preocuparme por mi torpe cuerpo, tengo que guiar el de
alguien más.
Esa
noche volví a pararme a bailar un par de veces más. Nuevamente lo hice con
menos gracia que un costal de papas. Cada que me sentaba después de mis
exhibiciones, veía como a mi alrededor había muchachos y señores que sí sabían
bailar. No importaba que estuvieran más gordos y aparentaran tener menos
agilidad que yo. ¡Todos lo hacían mejor!
En esas
andaba, lamentando la discapacidad motriz que al parecer padezco, cuando
entonces recordé un video que días antes había visto en la redacción de mi
trabajo. En ese video se veía a Luis Miguel, ídolo de multitudes, modelo a
seguir de los Mirreyes y afamado cantante, bailando en un tugurio llamado ‘El
Floridita’, en Hollywood. En las imágenes se ve al Sol bailando alegremente con
una rubia. O al menos eso intenta, pues se ve que no tiene ni la menor idea de
cómo hacerlo.
¡Igual
que yo!
Es más,
podría hasta decir que copió mi estilo.
Por si
nunca me han visto en una pista de baile, mirando el video de Luis Miguel pueden
darse una idea muy cercana:
¡Quiubo!
Quizá
no tenga ni idea de cómo bailar, pero pues es Luis Miguel, y con la pura
actitud se le perdona todo. Así, sin proponérselo, el cantante me dio una
lección de vida: Ya no me preocuparé por no bailar bien, total, lo hago como
Luis Miguel, que de todas formas es triunfador con las mujeres y los hombres
quieren ser como él. Todo es cuestión de ponerle actitud, presencia y estilo.
En el
2008, escribí un post comparando a Pedro Infante con Luis Miguel . Entonces dije
que mi estilo era más parecido al del galán del cine mexicano de los años 50’s,
y así me sentía bien. Sin embargo, ya cambié de opinión. Ahora que descubrí que
Luis Miguel y yo compartimos el mismo estilo al bailar prefiero ser cómo él.
En la
próxima graduación-boda-quince años a los que vaya, cuando empiece el baile me
levantaré sin pena y bailaré. Ya no tengo que temer. Soy la onda porque bailo
como Luis Miguel.
¿Alguien
me presta unos lentes obscuros?
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