Si en
el concierto de Emmanuel me sentí extremadamente joven en medio de tantos ñores, en este me pasó todo lo contrario.
Sucede
que a mi amiga Rosalía y a mi nos gusta la música del grupo Panda. Sí, ya sé
que es un grupo pa' la juventud y que ya estamos grande para oír esas cosas,
pero qué quieren, los gustos musicales son como el amor: a veces uno no los
entiende.
No
crean que los seguimos por moda. De hecho ya llevamos como 5 años o más al
pendiente de lo que hace este grupo de rock. Sí, ya sé que para muchos la
música de Panda no es rock, que ya se volvieron comerciales, que son chafas y
de más. Me vale, para mi sus canciones están bien suaves, y como es mi blog
hablo de lo que yo quiera.
Pues
sucede que Panda dio un concierto el pasado domingo en el Auditorio Nacional de
la Ciudad de México. Meses atrás compramos nuestros boletos. De hecho, esta
sería la segunda vez que los veríamos en vivo. La primera fue en noviembre del
2009, en el mismo lugar. Aquella vez estuvimos en primera fila y la verdad la
pasamos muy bien. El recital se me hizo bastante completo y en general salí
bastante satisfecho. Aunque la verdad, me sentí un poco fuera de lugar al estar
rodeado de un público que en su inmensa mayoría era más joven que yo.
Este
domingo, llegamos cuando faltaba un poco más de media hora para que iniciara el
espectáculo. Cosa curiosa, el estacionamiento estaba casi vacío, y es que por
su edad, muchos de los asistentes aun no están en edad de manejar o los pasaron
a dejar sus papás. Contrario a lo
que ocurre en otros eventos celebrados en el mismo recinto, en cuanto los fans
de Panda llegaban inmediatamente ingresaban al auditorio. No se quedaban a
platicar en el lobby, ni tomaban ninguna bebida. Algo a mis ojos un tanto
incomprensible, pues los asientos en el Auditorio Nacional están numerados. En
fin, nosotros preferimos no correr prisas. Rosalía pidió una cerveza (estaba un
poco cruda) y el autor de este blog una Coca Cola en lata. La verdad, el poder
comprar alcohol sin que nos pidieran nuestra credencial de elector nos hizo
sentir superiores.
Nos
sentamos en una mesa a degustar nuestra bebidas y estuvimos charlando un buen
rato, viendo cómo los espectadores pasaban corriendo 'porque ya iba a empezar
el concierto'. Nosotros, viejos lobos de mar en este tipo de eventos, sabíamos
que los conciertos de Panda generalmente los abre una banda invitada, por eso los
anuncios de 'tercera llamada' de los altavoces no nos inquietaron.
Vean que
relajados estábamos (Rosalía traía unas orejas de oso panda que prenden en la
oscuridad pa' sentirse más juvenil). Atrás de nosotros, los ‘chavos’ ingresan
apresuradamente y con emoción:
Cuando
decidimos entrar y fuimos llevados hasta nuestros asientos, descubrimos que en
realidad habíamos elegido unos buenos lugares. En la zona de balcón, a un
costado del escenario que se veía relativamente cerca. Fue cuando nos
percatamos de nuestra realidad. Y es que mi amiga y yo, nos vimos en medio de
muchos adolescentes, pubertos e incluso hasta uno que otro niño. Dada nuestra
edad, calculé que sin problema varios de los presentes podrían ser nuestros
hijos.
Entonces
reparé en mi vestimenta: camisa de vestir abotonada. La juventud que me rodeaba
vestía playeras negras alusivas al grupo. Algunos traían gorros en forma de
osos panda, o el logo del grupo pintado en la mejilla o vestían de forma
rockera y contrastaría.
Cuando
el grupo invitado o alguno de los técnicos del auditorio entraba en el
auditorio la chaviza se deshacía en ovaciones y gritos. Lo mismo si prendían o
apagaban alguna luz, u ocurría algún indicio de que el show estaba por
comenzar. Rosalía también se percato de que la diferencia de edad entre
nosotros y el público era notable. Incluso hicimos varias bromas al respecto en
lo que iniciaba el concierto.
Cuando
Panda finalmente pisó el escenario todo fue histeria. La juventud saltando, la
juventud gritando, la juventud cantando, la juventud de pie desde ese momento y
hasta que terminó el concierto. En cambio, Rosalía y yo, que formábamos parte
de 'la gente grande' comentábamos entre canciones que el concierto se vería
mejor si todos estuvieran sentados. Es más, en un par de ocasiones hasta
preferimos ocupar nuestras butacas y escuchar, en lugar de seguir de pie. Ese no fue el único detallito que
impedía nuestro disfrute. Y es que unos extraños aromas llegaban hasta
nosotros. Sudor, alguien que se estaba echando puns, y otros olores feos nos
atormentaban constantemente.
En
algún momento el concierto fue interrumpido, pues personal de seguridad quería
quitarle una manta a unos jóvenes del primer piso. Mi amiga y yo comentábamos
divertidos el asunto e incluso nos burlábamos, entonces una gordita que
teníamos a lado nos dijo muy preocupada que ella era de ese club de fans, y que
ojalá no les quitaran el trapo ese. Hasta pena nos dio, pero por ella, hagan de
cuenta que se le iba la vida.
La
verdad el concierto estuvo bueno. Tocaron las canciones que queríamos escuchar
y por momentos nos emocionamos. Hay que reconocer que Panda tiene sus buenos
momentos en el escenario y es capaz de prender hasta a los señores como
nosotros. Para mi gusto quizá debió haber durado un poco más, pero aun así
valió la pena.
Mientras
salíamos vimos a varios papás dirigirse al exterior en compañía de sus hijos.
Al parecer no éramos las únicas ‘personas grandes’ en el auditorio. Otros
padres de familia esperaban a sus pequeñines en la parte de afuera.
Subimos
al auto y nos retiramos a descansar porque 'ya no estamos para estos trotes'.
- Yo
creo que este fue nuestro último concierto de Panda. Me dijo Rosalía.
- No
sé, no sé. Respondí.
De esta
experiencia me queda claro que ya estoy viejo, y que en cierta forma me gusta
más mi forma de ser en la actualidad. Aunque eso sí, envidié un poco la emoción
que tenían muchos de los asistentes. ¡Quien fuera adolescente para vivir así la
vida, viendo en todo algo nuevo y excitante!
Por cierto, esta fue mi canción favorita de la noche (bueno, tardeada, porque el concierto fue a las 5pm):
No hay comentarios.:
Publicar un comentario