En el 2007 leí una novela que hablaba del retrato de un
niño consentido. Diferente a los de su edad. No le gustaban los deportes, ni
jugar con sus demás compañeros. Odiaba la escuela, le tenía pánico al infierno,
era enamoradizo y le gustaba cantar canciones de Raphael. Aquel pequeño se
refugiaba en el jugo de sentarse a escribir y fugarse así de una realidad que
le resultaba hostil y en la cual no encontraba lugar. Escribía para crearse un
mundo más coherente, en el que quizá algún día la locura de aquellos años pudiera
ser contada, y por lo tanto, tuviera sentido haber pasado una infancia así.
Aquella novela llevaba por título 'Éste que ves' y fue
escrita por Xavier Velasco. Tuvieron que pasar 5 años para que pudiera leer la
continuación de aquella historia que en el 2007 conquistó mi entendimiento. Así llegó La Edad de la Punzada a mis manos,
un libro que me por semanas me mantuvo enganchado y cuya lectura sólo pude
hacerla con un vértigo emocional que podas veces he sentido.
Cada una de las novelas de Xavier (Diablo Guardián, Éste Que Ves y Puedo Explicarlo Todo) me han enganchado de alguna forma especial,
pero nunca de una manera tan intima como con La Edad de la Punzada. Y es que Xavier no sólo narra la historia de
su historia, sino la de todo aquel que ha transitado (y sobrevivido como pudo)
a los años en los que se es demasiado grande para ser un niño, pero demasiado
chico para ser adulto.
La Edad de la Punzada comienza cuando el protagonista de
la historia es presentado frente a todos los alumnos de secundaria como el peor
estudiante no sólo de ese año, sino de toda la historia de la escuela. A partir
de ahí, la vida de este personaje transcurre a una velocidad impresionante, en
un continuo ir y venir en donde el lector sólo puede sujetarse bien a las
palabras y dejarse llevar por la marea, esperando no estrellarse contra los
recuerdos propios.
Y es que vaya que esta novela es una suerte de consuelo
para todos aquellos que vivimos y recordamos esos años de forma intensa. Al
menos a mí, me resultó imposible no encontrarme en cada página.
El personaje central de La Edad de la Punzada vive muchas
vidas en una misma. Por un lado es el hijo único de un matrimonio que se desvive
por darle todo, a pesar de no ser el mejor estudiante y tener serios problemas
con la disciplina. Siempre se las arregla para conseguir lo que quiere: una
moto, una guitarra eléctrica, un auto último modelo. El protagonista también sufre
el desprecio de sus compañeros de clase y de los maestros, que hacen de su
estancia en el ‘instiputo’ (como él
mismo le llama a su escuela) un infierno. Al mismo tiempo es aquel que forma
una peculiar banda con sus amigos del vecindario, y vive un sinfín de aventuras
que rayan entre la diversión y la imprudencia. A su vez es suele enamorarse con
facilidad. Vive añorando la llegada del amor de su vida y no deja de pensar en
mujeres ni un solo momento. Una y otra vez cree estar cerca de encontrar ese
sentimiento tan profundamente anhelado, aquel que por desgracia la vida le
empeña en ocultarle.
Así transcurren los primeros capítulos del libro, entre
travesuras que rayan en el delito y amores que se guardan en silencio. Algunas
veces divertidas, otras tristes, intensas, dolorosas y en muchas ocasiones
divertidas, así transcurren las horas cuando uno decide adentrarse en esta
historia que insisto, también es mía.
Al igual que
ocurrió con Éste que ves, encuentro muchos puntos similares entre mi vida y la
del adolescente de la historia. También me callé varios amores. Asistía a
fiestas con la muda esperanza de vivir mi propia película romántica y que la
vida por fin me concediera eso que con tantas ganas deseaba. Yo también tuve
que tragarme el coraje de ver al objeto de mi afecto irse con otro y tener que
recoger una y otra vez los trozos de un corazón roto. A veces sentía que el
mundo se me venía encima y la escuela (principalmente la secundaria) me resultó
una pesadilla. Viví peleas a puñetazos de las que nunca salía bien librado, compartí
esos años con unos padres que me daban todo en la medida de lo posible y un
grupito de amigos en la calle en la que vivo.
Y sí, alguna vez también volé entre las nubes de una
montaña. Y la vida también me sorprendió de una manera no muy agradable…
De forma gradual, la historia se va volviendo más oscura.
Lo que en principio preocupaba al protagonista comienza a verse a la distancia
como un juego de niños en comparación con lo que el futuro le depara. Una
sacudida que cimbraría y cambiaría su vida y la de quienes le rodean. Y saben,
yo también viví algo similar… de manera diferente al personaje de la novela,
también sufrí la perdida de mi papá.
Y así podría enumerar mil y un momentos en los que mi
vida fue escrita por Xavier. No sé si esto le pase a los demás lectores,
después de todo, La Edad de la Punzada es ese terreno donde las personas
vivimos con mayor fuerza. Cada triunfo o derrota se potencializa de tal forma
que esos años se nos quedan tatuados en la piel.
La Edad de la Punzada habla de madurar con dolor, pero a
la vez teniendo la esperanza de que la fuerza del monzón tarde o temprano
cesara; también hay un fuerte tratado de la amistad, esa unión inquebrantable y
tan sincera que nos permite soportar cualquier tempestad; el despertar sexual y
el mundo de la cárcel igualmente son hábilmente plasmadas por un escritor que
dejó el alma en este libro. Esa honestidad se nota en cada idea, en cada
palabra.
Además, hay otros personajes entrañables, comenzando por
Tazi, Napu y el Gumas, tres perros inolvidables y fantásticos que están presentes
a lo largo de la novela; Celita y su complicidad; Renata, la prostituta que más
que una trabajadora sexual, representaba la oportunidad de vencer las ataduras
que mantenían al niño unido con el hombre. Como dejar de lado a Frank, Harry,
Alejo o a Fabio. Ni que decir de la mítica Ana G., una heroína que no sólo
enamoró perdidamente al autor, sino a los lectores. Y claro, a Xavier papá, que
a pesar de la tormenta supo mantenerse a flote y darle unas lecciones de vida
impresionantes a su hijo.
Sin embargo, la novela se la lleva Alicia, madre del personaje
protagónico y en honor a quien está escrito el libro. Esta mujer ocurrente, carismática,
fuerte y entregada muchas veces carga con el universo de los acontecimientos
narrados sobre su espalda, y lo hace de una forma brillante y heroica. Alicia
es uno de esos personajes que jamás se olvidan, máxime cuando sabemos que esta
mujer en realidad existió. No es posible terminar de leer el libro sin
agarrarle un profundo cariño.
Partidos de Copa Davis, música de Bowie, accidentes de
autos, exámenes, bombas caseras lanzadas desde una azotea, unas trabajadoras
domesticas que despertaban bajas pasiones, un viaje en moto después de la misa
dominical, guerras de escupitajos, una chamarra de cuero, gel para el pelo, el
Tribilín, unos recortes de pornografía, un hueso en forma de palanca de
velocidades, las luces del Estadio Azteca alejándose… y una pintura cuyo niño
de la imagen se va difuminando cada vez más en una mentira dolorosa, en un
engaño colorido.
Las últimas páginas son gloriosas. Se recorren con la
vista mientras el pulso se acelera desmedidamente. Y al final, después de que
uno se seca las lágrimas llega la sonrisa de añorar poder vivir tranquilo y
como una persona más. El granizo termina y sale el sol, así es la vida.
Xavier, gracias por habernos regalado un fragmento de tu
vida y haberlo narrado de esa forma.
No dejen de leer este libro, si yo no los convencí,
seguramente Xavier Velasco lo hará cuando vean esta entrevista que tuvo en el
programa Conversando con Cristina Pacheco, y en donde habla de este maravilloso
libro:
2 comentarios:
Ya me has convencido, solo me falta el dinero y encontrarlo en alguna librería. Lo pondré en mi lista de "Pendientes por leer"
Un saludo ;)
Ale: No te arrepentirás :) Verás que te gustará. Abrazos.
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