Diversión y Escritura. Desde la Ciudad de México, un intento de escritor, cuya profesión es hacer el ridiculo, intenta sobrevivir a la vida y comprender a qué diablos vino al mundo.
Después de más de 11 años, esta es la última entrada de "El Incomprensible Mundo de Gabriel Revelo"...
Pero no se pongan tristes, porque no es un adiós sino un ¡Nos Mudamos!.
Así es, todo en esta vida cambia y la vida blogueril no es la excepción, por eso, he decidido abrir un nuevo blog en donde podrán seguir leyendo las tonterías que escribo.
¿Por qué el cambio?
Bueno, hace tiempo dejé de sentirme cómodo escribiendo aquí. Mi realidad era otra completamente otra cuando empecé con este blog en el 2006: Era soltero y ni a novia llegaba, vivía con mi mamá y mi hermana, no tenía trabajo, era gordo y me encontraba algo confundido con la vida, pues sentía que no iba a ningún lado.
Más de una década después todo ha cambiado, incluida mi forma de escribir. Ahora estoy casado, tengo responsabilidades “d-e-a-d-u-l-t-o” (aunque lo cierto es que sigo siendo bien inmaduro), tengo un pug y una tortuga que dependen de mí, y sobre todo, mi forma de pensar a cambiado ligeramente.
Por eso es más que necesario darle un cambio de rumbo a las cosas.
Pd. No borraré este blog, por lo que permanecerá en línea y seguiré leyendo los comentarios que lleguen, hasta que Google enloquezca y tenga la genial idea de cerrar blogspot.
Leí Los detectives salvajes de Roberto Bolaño y no me pareció tan maravillosa como muchos dicen, aunque para nada es una mala novela, al contrario.
Fueron varios años los que tuve a este título en mi lista de lecturas pendientes. Las referencias que escuchaba al respecto, en su mayoría eran elogios que la calificaban como una obra maestra de la literatura latinoamericana.
Aún y cuando muchos aseguran que este libro no es el mejor punto de partida para iniciarse en la obra de Bolaño empecé su lectura hace unas meses, teniendo sólo una vaga referencia sobre su trama: Un par de poetas latinoamericanos se obsesionan con una misteriosa escritora mexicana de la que casi no hay información, esa búsqueda los llevará a una aventura que se extiende por varias décadas y países.
Ahora que terminé el libro, puedo ver lo acertada, pero también errónea de esa descripción. Y es que hablar de Los Detectives Salvajes, es hacerlo de un universo en donde viven varias novelas, todas son muy diferentes entre sí. A lo largo de las casi 800 páginas que la conforman (al menos esa es la extensión de la edición que tengo) hay cambios muy notables tanto en el estilo narrativo como en el espacio geográfico-temporal de las acciones. Bolaño hace gala de una envidiable facilidad para desarrollar pequeñas historias y relatos que van formando una totalidad aún y cuando son tan diversos .
Quienes hayan leído Los Detectives Salvajes saben que la novela se divide en tres partes. La primera se ubica en la Ciudad de México de la década de los años setenta y gira alrededor de "Los Real Visceralistas", un grupo de poetas underground liderado por el chileno Arturo Belano y el mexicano Ulises Lima, quienes se ven así mismos como los precursores del próximo gran movimiento literario latinoamericano.
En realidad Los Real Visceralistas sólo son un grupo de jóvenes sin oficio ni beneficio, cuya grilla interna y falta de madurez de sus integrantes deriva en situaciones que, narradas por Bolaño, se convierten en una autentica delicia. Ignoro si fue la intención del autor, pero en cierta forma esta primera parte es una crítica a las esferas culturales del país, esas que desde entonces y hasta ahora son más bien un club social donde lo importante es pertenecer y usar un lenguaje pomposo, antes que la creación artística.
Se dice que a raíz de la publicación de esta novela muchos jóvenes quisieron volverse poetas. No entiendo por qué, si a lo largo de la narración los real visceralistas son pintados como unos vagos y haraganes cuya máxima aspiración es hacerse de un renombre para después vivir de él. Cualquier parecido con la actualidad -cof, cof, beca del Fonca- es mera coincidencia.
A pesar de lo anterior, la primera parte de la novela es muy disfrutable, tanto por la forma en la que está retratada la Ciudad de México y su sociedad, como por las situaciones y personajes, que aunque me cayeron gordos, van enriqueciendo el relato.
El problema viene con la segunda parte, situada varios años después. Valiéndose de saltos temporales,sigue la huella de Belano y Lima por distintos puntos de Europa, Medio Oriente y México. A modo de un gran rompecabezas, el lector va reconstruyendo la vida de ambos personajes, haciéndose una idea de cómo las circunstancias y experiencias los fueron moldeando. Este ejercicio al principio resulta apasionante pero conforme avanzan las hojas se va volviendo tedioso y redundante.
Y esa es mi principal queja de Los detectives salvajes, lo innecesario de este trajín que nos deja con esa sensación de que al libro le sobran, por lo menos, unas 150 hojas. Tanto "cocinar" la segunda parte hace que el lector espere que en la tercera parte, la cual une a toda la historia, sea pletórica, algo que nunca ocurre.
Si hoy me preguntan ¿qué es Los Detectives Salvajes?, diré que es una novela con un nivel narrativo excepcional, con una historia central basada en una anécdota simple alrededor de la cual giran bastantes personajes y situaciones, aunque muchos terminan sobrando.
Pero tampoco me juzguen, por supuesto que recomiendo su lectura, pues aún en los momentos de mayor hartazgo en donde la acción parece estancada, la pluma de Bolaño da cátedra de virtuosismo y hace que pacemos por alto cualquier pifia.
Tan enorme es, que aún con esos puntos en contra Los Detectives Salvajes es una de las grandes novelas escritas español de las últimas décadas.
Están por leer un texto plagado de situaciones asquerosas y desagradables, de hecho, los excrementos son el tema central. Después de la advertencia anterior, también es oportuno señalar que, a pesar de las marranadas, ésta también es una historia bonita.
Todo comenzó el pasado dos de enero. Me levanté muy temprano y salí de casa rumbo al que sería mi primer día de trabajo. Iba llegando al metro cuando me llegó uno mensaje vía WhatsApp de Tania donde me decía algo así:
"Pinche Cirilo, acaba de tragarse una moneda de 2 pesos"
Aquí hago un paréntesis: Para quienes no sepan, Cirilo es un pug negro cachorro que vive con nosotros desde hace unos meses, y que tiene la mala costumbre de morder todo lo que encuentra a su paso; incluido yo.
Ok, volviendo al hilo narrativo (qué mamón se leyó eso), tras recibir la noticia me resultó imposible no preocuparme. Todo el camino al trabajo fui pensando en las implicaciones que podría traer la graciosada de Cirilo. Le respondí a Tania de lo más relajado, diciéndole que en la tarde llevaría a nuestro perro-alcancía al veterinario, asegurándole que todo iba a estar bien, aunque para ser sincero ni yo tenia esa certeza.
Durante mi traslado en el metro, en el teléfono fui buscando información sobre casos similares y encontré todo tipo de historias: Desde aquellos que decían aseguran que el perro sin problema expulsa la moneda al hacer popó, hasta quienes pintaban el escenario catastrófico de una operación.
En la oficina seguí checando información sobre los perros traga monedas. El panorama fue el mismo, anécdotas de todo tipo que no hacían sino ponerme más nervioso. Saqué una moneda de dos pesos que traía en el bolsillo. Me pareció enorme para el estomago de un pequeño pug.
Cuando salí del trabajo y llegué a casa sentí alivio al notar que Cirilo se encontraba sano y salvo, ¡ya hasta había hecho popó! Y ni modo, hice lo que cualquier persona sensata y que ama a su perro hubiera hecho: Revisar minuciosamente las caquillas de mi perro.
Obviamente usé una bolsa en la mano para hacer más llevadero el asunto, pero aún así la experiencia de andar amasando una popó que ya estaba fría y medio dura no fue agradable. Con cada aplastada la caquita despedía un olor putrefacto que me provocaba arcadas. Al final no encontré nada.
Ya en la veterinaria le conté lo sucedido a la doctora. Puso cara de preocupación.
- Chin, ya valió, pensé.
Aquí debo hacer otro paréntesis narrativo. Cirilo va a una veterinaria atendida por puras doctoras, todas lo aman y chulean cada que va, por lo que en sus consultas este perro se siente realizado y no muestra ni una pizca de miedo.
Después de revisarlo minuciosamente y tomarle sus signos vitales, la doctora me contó cómo estaba la cosa: Al no ser una moneda tan grande, lo más probable sería que Cirilo desechara la moneda en sus heces en un plazo máximo de 3 días, aunque también podía ocurrir que los 2 pesos se quedaran atorados en sus intestinos, y ahí sí que las cosas se pondrían feas. Debía estar muy atento a que no presentara comportamientos preocupantes, como estreñimiento, pérdida el apetito, ánimo decaído o vómito.
Así que no me quedaba de otra, durante los próximos días tendría que revisar minuciosamente las popós de Cirilo, quien por cierto acostumbra a defecar varias veces al día. Y así fueron mis mañanas, mis tardes y mis noches, buscando entre popós duras y secas, o suavecitas y calientitas (dependiendo del tiempo que me tardaba en agarrar valor para jugar al Play-Doh).
Pensé que acostumbraría, pero eso no sucedió.
Al cabo de tres días Cirilo no expulsó la moneda, aunque siguió haciendo popó con la misma frecuencia de siempre, además de que su apetito y espíritu fregativo seguían intactos. La doctora, quien diario mandaba mensajes para preguntar por su paciente, me dijo que el tiempo para que Cirilo hubiera expulsado la moneda ya había pasado.
- Seguramente no se tragó nada, si quieres, para estar más tranquilo, puedes sacarle una radiografía, pero si fuera mi perro yo dejaría así las cosas.
Y es que esa era otra teoría, que Cirilo no se hubiera tragado la moneda. Tania me comentó que esa mañana lo vio levantar con el hocico la moneda y se echó a correr con ella. Para cuando logró atraparlo la moneda ya no estaba. La buscó detenidamente en el piso del departamento pero nunca la encontró, y por eso intuyó que el pug se la había tragado.
Creo que eso es lo que pasó. Desde entonces han pasado tres semanas y Cirilo sigue creciendo y haciéndonos la vida felizmente insoportable. Si la moneda estuviera en su interior ya era para que presentara alguna clase de sintomatología. Sabrá Dios qué pasó con la moneda, quizá sigue por ahí, debajo de algún mueble, o ya la recogimos y ni cuenta nos dimos, o bien, Cirilo se apropió de ella y la tiene escondida en algún sitio pues está haciendo un ahorrito para el futuro.
Ni modo, aplasté popós ajenas sólo por dos pesos, o más bien de a gratis porque la moneda nunca apareció. Pero qué quede claro, lo hice por amor.
Lo primero que llama la atención, cuando uno se encuentra con Los Años Sabandija, la nueva novela de Xavier Velasco, es la portada. Sí, sé que uno nunca debe juzgar a un libro por su portada, pero en este caso el viaje y el deleite empieza desde que observamos a esos cuatro fantasmitas del Pacman, legendario juego del Atari.
¿Qué relación tienen con la historia esos personajes, que lo mismo son perseguidores que perseguidos, dependiendo del momento del juego?
La respuesta nos va quedando clara conforme avanzamos página tras página y nos vamos adentrando en una trama que se mueve con una rapidez desmedida, que avanza de un lugar a otro en aparente sin sentido, con la misma voracidad que un pacman tiene por devorar todos los puntos que se encuentre en su camino. Una historia que son muchas historias, llena de personajes odiosos y ambiciosos, pero por eso mismo entrañables, un complejo rompecabezas que sólo nos queda del todo claro hasta que llegamos al punto final.
Pero aterricemos las cosas: Los Años Sabandijas es una novela que ocurre entre 1981 y 1989, principalmente en la Ciudad de México. Quienes vivimos esos años seguramente encontraremos varios detalles que nos invitarán a la nostalgia, o bien, los más jóvenes, se toparán con una década en donde pasó de todo: Llegaron los primeros videojuegos, el walkman, comenzaron a celebrarse de forma casi clandestina los conciertos de rock, un sismo arrasó con la ciudad, México organizó un Mundial de Futbol, hubo varias devaluaciones del peso frente al dólar, la corrupción e influyentismo se encontraban en su máxima expresión, etc.
Todos esos elementos conforman la escenografía que acompaña a Rubén Ávila Tostado "El Ruby", y a Lamberto Nicanor Grajales Richardson "El Roxanne", un par de jóvenes aspirantes a malandros cuya única aspiración en la vida, al menos al principio de la historia, es la de probarse a sí mismos y vivir al filo de la adrenalina. Este par de sujetos, aunque de personalidades distintas, comparten el talento para meterse en problemas, sólo por el puro gusto de apostar 'y ver qué pasa'.
Estos dos amigos, que veces también cumplen el rol de socios o enemigos, según se vaya requiriendo, no son los únicos que desfilan en las más de 450 páginas que comprenden esta novela. Al contrario, a lo largo de los nueve años que abarca esta aventura nos topamos con un sinfín de personajes, cada uno de ellos determinante para el desarrollo de esta loca aventura donde todos parecen tener prisa por escapar de sabrá Dios qué.
En Los Años Sabandijas pasan todos y de todo, hay espacio para la risa, el amor y el deseo, pero también para la violencia, las estafas y la envidia. Lo curioso es que me resulta difícil dar más detalles de la trama. Por una parte no quiero arruinarle la experiencia al lector que aún no termina esta novela, y por otra, sigo sin tener claro cómo explicar de forma concisa sobre qué va este libro. Lo mismo me ocurre con los personajes, siento que hablarles de alguno puede restarle impacto y efecto a la compleja pero a la vez perfecta forma con la que está estructurado el texto.
Supongo que su armado no fue fácil. Encontrar cómo repartir a tantos personajes a quienes el tiempo y las circunstancias van cambiando radicalmente, y acomodarlos a lo largo de una línea temporal tan larga de eventos y acciones para que al final todo cuadre seguro fue un dolor de cabeza para el autor. Además está el reto de adecuar tanto al lenguaje como a la narrativa al ambiente años 80. Ignoro cuánto tiempo se requirió para concebir Los Años Sabandijas, pero el resultado valió la pena pues en las manos del lector las palabras fluyen con tal facilidad que cuando uno se da cuenta ya está por terminar la lectura.
Quienes hayan leído a Xavier Velasco saben más o menos por dónde va la cosa: Personajes con una inmensa sed de vivir, pícaros y hasta cierto punto extremos, que se mueven siguiendo más a sus viseras que a la razón. Al final, salir de estos libros intacto emocionalmente es casi imposible, pues siempre hay algún párrafo, personaje o frase que nos llega a lo más profundo de las entrañas.
Por supuesto que recomiendo su lectura -es más, es probable que después de leerla por primera vez sientan deseos de volver a ella en un futuro no muy lejano-, pero bueno, mejor dejaré que sea el propio Xavier quién nos hable de ella:
La calma de un lunes común y corriente se rompió con un mensaje de WhatsApp. El primero llegó poco antes de las nueve de la mañana, y en él, mi mamá me informaba que estabas mal, que llevabas varios días sin comer y que respirabas de forma extraña.
La noticia me agarró en plena jornada laboral, y aunque me preocupé por tu estado de salud, el haberte visto superar un sinfín de enfermedades y padecimientos a lo largo de tus 17 años de vida me daban la falsa confianza de que una vez más ocurriría lo mismo. El segundo latigazo, más letal, lo recibí a las 13:45 hrs. Nuevamente era mi mamá, que ahora me decía que acababas de irte de nuestras vidas para siempre. Fue en la casa -tu casa- donde viviste toda tu vida, en el regazo de mi hermana, tu primera dueña, donde decidiste dar tu último suspiro.
Cómo te explico, querido Margarito, que cuando me informaron de lo ocurrido de golpe sentí mi cuerpo pesado y torpe; los ojos se me hincharon y que tuve que interrumpir mi trabajo para ir al baño y respirar muy profundo. Esperé ansioso a que dieran las 2 de la tarde para huir de la oficina. Tenía otros planes para ese día, mismos que mandé al demonio pues de inmediato te volviste mi prioridad. Como autómata tomé el metro para emprender el viaje de regreso. En el trayecto me informaron que en poco más de una hora irían por tu cuerpo para llevarlo a cremar.
Llegué justo a tiempo para estar unos minutos junto a ti y prolongar aunque fuera un poquito nuestra historia. Estabas cubierto con tu sabanita colorida que con cuidado retiré. Estabas en completa paz, como si estuvieras en medio de un sueño muy profundo. Te acaricié intentando retener para siempre la sensación de tu cuerpo peludo entre mis manos. Con la mente te di las gracias por haber tenido la bondad de haber llegado a mi vida y por darme tanto amor desinteresado.
Y es que desde tu llegada, un domingo de septiembre de 1999, tu existencia quedó tatuada a la mía. Nunca fuiste un perro convencional, no eras de pedigree ni el más obediente, pero sí eras el mejor compañero que jamás pude haber pedido. Todas esas tardes paseando por las calles y los parques, las veces que nos quedamos dormidos en el sillón, todos los bocados que me arrancaste de las manos, tus ataques de locura cuando te ponías a correr por toda la casa, la forma en la que te parabas en dos patas cuando alguien estaba preparando algo en la cocina o lo mucho que disfrutabas que te rascaran la pancita. Esas y mil imágenes más venían a mi mente cuando me despedí de ti y vi como cargaban tu pequeño cuerpo para llevárselo. Mi mamá y mi hermana también estaban tristes y eso me sumió aún más en un estado de profunda depresión.
Aunque sabíamos que tu partida estaba cerca, pues en los últimos meses tu estado físico se había deteriorado significativamente, no estábamos del todo preparados para una despedida tan despiadada.
Querido amigo, no tienes una idea de cuanto me duele saberte ausente. Me hiciste muy feliz y cambiaste mi forma de ver el mundo. Me mostraste que es posible querer a un ser de otra especie y que hay amores tan puros y sinceros que trascienden el tiempo y el espacio. Perdona si no tengo la suficiente claridad para plasmar en esta fallida carta de amor lo mucho que ya te extraño.
Tu lugar ahora está vació y el silencio es ensordecedor. Si bien tardaremos en acostumbrarnos a él, nunca nos resignaremos a no verte. Tu recuerdo nos estará rondando todo el tiempo y te mantendrá vivo en nuestros corazones. Dicen que al morir las mascotas que tuvimos en vida nos ayudan a cruzar el último tramo hacia el cielo. Me alegra que, llegado el momento, volveré a toparme contigo. Mientras tanto corre y juega, salta, aúlla, ladra y sigue siendo ese ser increíble que se robó nuestro corazón. Sé muy feliz querido Margarito, ah, y salúdame mucho a mi papá.
Te quiero mi pequeño Margarito, y eso nunca cambiará.
“Cirilo es como un dolor de huevos, pero de los bonitos”
Tengo casi tres meses viviendo con una piraña llamada Cirilo. No es precisamente un pez carnívoro del Amazonas, pero es casi lo mismo.
Esta aventura comenzó hace unos meses, cuando Tania y yo, después de estar ya casados y viviendo juntos, sentimos que a nuestro recién estrenado hogar le hacía falta la alegría de un perro. Después de hablar varias veces sobre el tema llegamos a la conclusión de que tarde o temprano tendríamos un can en casa, aunque desconocíamos cuándo ocurriría o cómo sería.
“Llegará cuando tenga que llegar”, nos dijimos varias veces.
Y la espera no tardó mucho. Quiso el destino que los astros se alinearan y tuviéramos la oportunidad de hacernos de un pequeño pug negro bebé al que Tania tuvo el tino de llamar Cirilo (yo prefería ponerle Will Smith, pero donde manda capitán no gobierna marinero).
Ingenuamente pensamos que un pug sería ideal para un departamento como el nuestro, pues en el imaginario colectivo los perros de esta raza son amigables, tranquilos y medio holgazanes. El primer día que pasó en casa Cirilo parecía cumplir con ese estereotipo, pues era una diminuta bolita negra y peluda que ni siquiera se atrevía a salir de su camita y que dormía todo el día.
Aquellos primeros días que pensábamos iban a ser caóticos en realidad fueron de lo más tranquilos… hasta que poco a poco Cirilo agarró confianza y mostró su verdadero yo.
El Cirilo real es hiperactivo, se despierta temprano y duerme tarde, es terco como mula, enojón y muerde todo lo que encuentra a su paso: muebles, ropa, manos, pies, cobijas y hasta acero. Sí, acero. Queremos pensar que esa compulsión se le pasará cuando crezca, o que tiene que ver con su próxima muda de dientes, o a que tiene el Diablo adentró.
Tania y un servidor hemos intentado todo para calmar el apetito mordedor de Cirilo. Desde regañarlo o fingir que lloramos para que entienda que eso no se hace, hasta dejar de jugar con él cuando tiene esa conducta. Como ya se imaginarán hemos fracasado rotundamente y ya nos hicimos a la idea que no tenemos un pug, sino un pacman maniaco para quien el resto del mundo, y sobre todo nosotros, somos frutas de colores que le dan puntos extras.
Vivir con Cirilo no es fácil. Es antojadizo, nos sigue a todas partes y continuamente nos bombardea con los gases mortíferos que salen de su rechonchita humanidad. Y sin embargo su llegada nos ha hecho muy felices. Basta verle su carita para perdonarle cualquier desastre y comprobar que somos muy afortunados de tenerlo a nuestro lado como el tercer elemento del clan Revelo-Muñoz.
Siempre he pensado que los perros son ángeles con cuatro patas que están en este mundo para recordarnos que el amor puro y desinteresado existe. Soy un afortunado pues Margarito, mi primer perro, aún vive y a sus 17 años sigo teniendo con él una conexión tan especial que seguramente me acompañará aún y cuando él ya se haya marchado de este mundo. Ni que decir del historial de cariños perrunos que tiene Tania y que la hacen una experta en eso de dar y recibir amor de los canes.
Aunque ahora tienes tres meses espero estar a la altura del amor e inocencia que Cirilo guarda y regala a raudales cada día. Gracias a él mi vida hoy es más feliz. Él y Tania me hacen sentir completo.
Como cuando recuperas algo que pensabas haber perdido hace mucho tiempo y que creías que ya jamás verías, justo así me sentí cuando comencé a leer las primeras páginas de Harry Potter y el Legado Maldito, octava entrega que la saga de Harry Potter, que sin embargo no es ni novela literaria, mucho menos película, aunque no dudo que en un futuro termine convirtiéndose en una.
Quienes son fans de la saga seguramente no requieren mayor explicación, pero aquellos que no estén muy familiarizados con el universo Potteriano quizá no hayan entendido el párrafo anterior, y ahora mismo se encuentren confundidos sobre qué diablos es eso de Harry Potter y el Legado Maldito.
Ok, les explico: Este título en realidad es una obra de teatro dividida en dos partes que se estrenó en Londres en junio del 2016. Fue escrita por Jack Thorne y está basada en una nueva historia original de la autora J. K. Rowling y el director de teatro John Tiffany. A la par de su estreno también se publicó un libro que no es otra cosa que el guión completo de esta puesta en escena. Lo interesante aquí, es que esta obra forma parte del canon del universo de Harry Potter, es decir, es considerada la octava parte.
A pesar de que el libro tiene el típico formato de un guión de teatro (con indicaciones técnicas sobre la posición que deben guardar los actores en el escenario, cómo se conforma la escenografía o los diálogos de cada personaje), su publicación se convirtió en un éxito instantáneo de ventas. Yo no fui la excepción y el primer día que salió la versión en español fui por mi ejemplar aún sin saber con qué me encontraría.
"A mí no me gustó, pero a ver a ti qué te parece", me comentó uno de mis contactos en Twitter cuando publiqué ya tenía el libro. Aunque no dejé que esta crítica influenciara mi lectura, temía que echaran a perder la historia por el afán de alargar la historia. Como miles de fans alrededor del mundo consideraba que el final de la séptima parte había sido redondo y que no hacia falta forzar un nuevo capítulo. No obstante el daño ya estaba hecho y para bien o para mal 10 años después me volví a encontrar con Harry, Hermione, Ron, y compañía, entre las páginas de un libro.
La trama está situada 19 años después de la derrota de Voldemort en la batalla de Howgarts (sí, justo en la escena final de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, cuando Harry y Ginny Weasley se despiden de su vástago Albus Severus, quien está por tomar el expreso que lo llevará a su primer día de clases en Howgarts. Harry Potter, quien ahora trabaja en el Departamento de Seguridad Mágica, tiene otros dos hijos, James Sirius y Lily Luna, con los que lleva una relación cordial, a diferencia de la que tiene con Albus, con quien nunca ha podido comunicarse abiertamente. Durante el trayecto, antes de llegar a su destino, Albus conoce a Scorpius, hijo de Draco Malfoy, con quien desde entonces entabla una profunda amistad aún y con la rivalidad que sus padres tuvieron en el pasado.
Las cosas comienzan a torcerse cuando ocurren varios eventos extraños: Albus es enviado a la casa de Slytherin por el Sombrero Seleccionador, hay rumores de que el hijo de Draco en realidad es hijo de Voldemort y Harry comienza a tener pesadillas terroríficas acompañadas por un intenso dolor de su cicatriz. Para colmo, conforme pasan los años Harry y Albus se vuelven más distantes y tienen varias discusiones en donde se dicen cosas hirientes, todo esto mientras una amenaza va ciñendo poco a poco el destino del mundo mágico sin que nadie se de cuenta.
Podría parecer que en los párrafos anteriores revelé gran parte de la trama y no dudo que muchos lectores me hayan mentado la madre por 'echarles a perder la historia'. En mi defensa diré que lo narrado corresponde solamente al planteamiento argumental inicial, y que no eché a perder ninguno de los giros de tuerca ni de las muchas cosas que ocurren a lo largo de esta nueva historia. De hecho ni siquiera mencioné a Hermione o Ron, ni a otros personajes entrañables que aparecen en los siete libros originales pues prefiero que ustedes vivan la misma experiencia que yo cuando al ir avanzando entre sus páginas me iba encontrando con ellos.
Y bueno ¿cuál es el veredicto?
Debo reconocer que esta historia no es la mejor que se ha hecho sobre Harry Potter, de hecho hay partes que se vuelven repetitivas o un tanto predecibles (el abuso de cierto artilugio mágico por momentos se vuelve un recurso barato para forzar conflictos), incluso algunos de los nuevos personajes no terminan por amarrar bien. Pero por favor, no se vayan con la finta, lo anterior de ningún modo quiere decir que Harry Potter y el Legado Maldito no valga la pena, pues aún con sus defectos conserva el encanto de los libros originales.
J.K. Rowling estuvo muy al pendiente de esta octava parte y se nota. El mundo mágico donde ocurre esta historia sigue siendo el mismo que conocimos hace más de dos décadas y que conquistó a varias generaciones. Yo que leí todos los libros y vi todas las películas puedo decir que en ningún momento sentí que este nuevo texto fuera ajeno al resto de las entregas.
Quizá esta reseña no sea de lo más neutral. Y es que debo confesar que este libro me conquistó emocionalmente. Me desarmó volverme a topar con esos personajes que me acompañaron por años y que ahora están vueltos unos treintones agobiados por las preocupaciones de la vida adulta (aunque también fue tranquilizante comprobar que su esencia sigue intacta). Hay partes verdaderamente emotivas que estoy seguro cautivarán a los lectores de antaño y los hará derramar una que otra lágrima.
Harry Potter y el Legado Maldito es una digna continuación a la historia del niño que vivió. Volví a ese mundo mágico en donde pasé tantas horas de mi adolescencia y en cierta forma recordé cosas de mí que ya había olvidado. Ahora sé que había extrañado al señor Potter. No es casualidad que este post haya sido escrito un 31 de octubre por la noche.
Ayer ocurrió uno de esos momentos que se quedan grabados para siempre en la memoria colectiva, y es que por la tarde se dio a conocer que Alberto Aguilera, mejor conocido como Juan Gabriel, falleció en Santa Mónica, California.
En cuestión de segundos se vino una vorágine informativa de esas que sólo se presentan cuando ocurren eventos verdaderamente trascendentes. La noticia corrió como pólvora no sólo en radio, televisión y medios digitales, sino también en las casas y calles de todo México donde no había nadie que no hablara de este triste suceso.
Yo no fui la excepción y aunque mi primera reacción al enterarme fue de incredulidad y sorpresa, con el paso de las horas me fue inundado una profunda tristeza, y es que, aunque en estos días suene a lugar común, yo también admiraba a Juan Gabriel y disfrutaba mucho escuchar sus canciones y ver sus actuaciones en vivo.
Tampoco diré que era un gran fan, pero de bote pronto me llegan a la mente tres momentos significativos de mi vida asociados al Divo de Juárez:
"Quilila"
Tenía dos años, o quizá menos. Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi vida es el de mi papá pasando por mi a la guardería para ir juntos por mi mamá a su trabajo.
Mi papá me sentaba en una sillita especial para bebés que tenía un volantito donde yo simulaba manejar. Uno de los mejores momentos de esas tardes felices era cuando en radio escuchábamos y cantábamos Querida, de Juan Gabriel.
O bueno, "Quilila", que es como lo pronunciaba en idioma bebé. Eso sí, yo cantaba con todo el sentimiento que mi corta edad me permitía.
Entonces no tenía ni idea de quién era Juan Gabriel, tampoco entendía de qué hablaba esa canción que reproducía el estéreo del coche, pero cantarla significó uno de los primeros lazos que establecí con mi papá y que tres décadas después me resulta imposible recordar sin sonreír.
Mi primer cassette
El primer cassette de música que tuve en mi vida fue el de Juan Gabriel en Bellas Artes. Alguien le grabó esa cinta a mis papás pero yo me la apropié porque estaba buscando algo para escuchar en un walkman que acababan de regalarme.
Y fue un grandioso descubrimiento…
A pesar de que ser niño esas canciones llenas de nostalgia y desamor me cautivaron, los arreglos musicales me parecieron épicos y las letras impactantes y emotivas. Fue uno de mis primeros acercamientos a esos sentimientos intensos que el amor y/o su ausencia puede provocar, a ese dolor que bien encausado es una bomba creativa que puede tocar los corazones de los demás.
Fácilmente escuchaba ese cassette unas 3 veces al día. Me terminé aprendiendo las canciones al derecho y al revés, tanto que hasta hoy las tengo muy grabadas en mi memoria.
Donde estés, hoy y siempre
A principios del 2003 mi papá se encontraba en terapia intensiva. Eran días de ir y venir al hospital y recibir noticias nada alentadoras sobre su estado de salud. Entonces estaba de moda Te lo pido por favor, tema original de Juan Gabriel pero interpretado por el grupo Jaguares.
Al ser programada constantemente en las estaciones de radio, esa canción se me fue clavando en el corazón, aunque claro, prefería mil veces la versión de Juan Gabriel.
Cuando dijeron que mi papá necesitaban un donante de plaquetas no lo pensé dos veces y me propuse como voluntario. Cuando esa misma tarde me topé en radio con Te lo pido por favor me quebré… cada línea de la canción expresaba lo que pasaba por mi mente:
“Yo te llevo conmigo,
no me dejes ir solo, necesito de ti.
Tú me sabes bien cuidar, tú me sabes bien guiar.
(…) Cómo te puedo pagar,
todo lo que haces por mí,
todo lo feliz que soy,
todo este inmenso amor.
Solamente con mi vida,
pues ten mi vida te la doy”
Y eso hice, darle un poquito de mi vida en forma de mis plaquetas.
Días después mi papá murió, pero ese tema de Juan Gabriel aún sigue estremeciéndome hasta el punto de hacerme llorar varias veces.
* * * * *
Dicen que la obra de un artista trasciende cuando la gente la hace parte de su vida. Juan Gabriel forma parte de mi historia y estoy seguro que como yo, millones de personas alrededor del mundo también tienen un montón de recuerdos asociados a este gran interprete y compositor.
Gracias, querido Juan Gabriel, por explicarnos mejor lo que somos.
Hace más de un año leí Eleanor & Park, novela de la escritora Rainbow Rowell, que a pesar de estar orientada hacia un público juvenil y de narrar una historia de amor adolescente, me pareció profundamente triste, melancólica y llena de claroscuros.
Después de leerla comencé a investigar más sobre la obra y trayectoria de Rowell. Así supe que si bien Eleanor & Park es su obra más popular, la mejor lograda es Attachments, novela con la que esta autora irrumpió en el mundo literario en el 2011. Tantos buenos comentarios escuché sobre este libro que me animé a leerlo.
¿Mi veredicto? Attachments es una novela romántica ingeniosa, divertida y le da voz a toda una generación que hoy está entre sus veintes y treinta años. A diferencia de Eleanor & Park o de otras novelas de Rowell, Attachments va dirigida a los llamados 'adultos contemporáneos', a ese grupo de personas que ya trabajan en una oficina, que intentan descubrir hacia dónde orientar su vida y que se encuentran en el proceso de madurar a la fuerza y centrarse en la vida adulta, labor que a veces resulta por demás difícil.
Attachments está protagonizada por Lincoln, un joven cercano a los 30 años que aún vive con su sobreprotectora madre y que trabaja por las noches en el área de seguridad informática de un periódico local, donde su chamba es interceptar los mails 'indebidos'que los trabajadores mandan desde sus cuentas de correo del trabajo. Así comienza a leer las conversaciones que sostienen Beth Fremont y Jennifer Scribner-Snyder, dos chicas que trabajan en otras áreas del periódico y a las que nunca ha visto. A pesar de que según el protocolo tendría que mandarles una amonestación por el uso indebido del correo interno, Lincoln encuentra esas charlas tan divertidas y profundas que prefiere no mandarles ninguna advertencia para seguirlas leyendo.
Así, cada mail que intercepta hace que las vaya conociendo mejor y esté al tanto de sus vidas. Poco a poco la simpatía que siente por estas peculiares chicas se va transformando, hasta que comienza a sentirse profundamente atraído por una de ellas. Además del inconveniente de nunca haberla visto o no saber cómo es, Lincoln dista mucho de ser un hombre normal, lo que le genera mucha inseguridad: No tiene muchos amigos, es medio nerd, sólo ha tenido una relación seria (la cual terminó tan mal que lo dejó traumatizado), pasa sus sábados jugando juegos de rol y se tiene poca autoestima.
La historia está ambientada en 1999, justo cuando internet comenzaba su auge y el mundo temía que las computadoras del mundo colapsaran con la llegada del nuevo milenio. De hecho, otra de las chambas de Lincoln en el periódico es prevenir este caos informático.
Con una narrativa sencilla pero envolvente, Rowell se vale de varias licencias que favorecen la sensación de lejanía-cercanía que hay entre los protagonistas. Por un lado los diálogos de Beth y Jennifer son presentados bajo un formato estilo correo electrónico que se van intercalando cronológicamente con los pasajes donde interviene Lincoln. ¿Cómo lograr que ambos mundos terminen por juntarse? Eso no sólo se lo pregunta el propio Lincoln, sino que es una duda que acompaña al lector en gran parte del libro.
Hace un momento dije que esta novela esta dirigida para un público más adulto, esto es precisamente por los temas que se abordan: La complejidad de encontrar a la pareja ideal, la insatisfacción laboral, la presión social por casarse o tener hijos, o la incapacidad de comprometerse con un proyecto de vida, entre otros tópicos, son reflejados tan bien que uno no puede evitar sentirse aludido constantemente.
Attachments es una novela que disfrutará el lector de cualquier edad, pero son los treintones godínez quienes la encontrarán más entrañable. Si usted querido lector entra en este target, entonces no dejen pasar este libro, recientemente publicado en español.
La semana pasada yo solía tener una vida más o menos normal. Lástima que desde hace 4 días me convertí en una especie de zombie que no tiene otra maldita cosa en la cabeza que no sea ir a la calle en busca de pokemones que atrapar.
(Si no entendiste lo anterior, es por qué ya estás grande o simplemente no estás en onda).
A continuación les contaré cómo mi vida se fue al traste...
* * * * *
El pasado martes por la noche varios de mis contactos en WhatsApp comenzaron a volverse locos porque ya había salido "Pokémon Go", una aplicación de realidad aumentada que le permite a los usuarios atrapar pokemones en el mundo real. Todo pintaba demasiado bien hasta que nos enteramos que de momento este juego sólo estaría disponible en Australia, Nueva Zelanda, Japón y algunas zonas de Estados Unidos.
No voy a mentir, cuando me enteré que saldría este juego me interesó jugarlo, pero la idea tampoco me obsesionaba. Aún así no me preocupó mucho que Pokémon Go aún no estuviera disponible en México.
Al otro día en el trabajo uno de mis compañeros hizo alguna tranza (no me pregunten qué) logró bajar el juego en su teléfono Android. Y luego otro hizo lo mismo. Y luego otro. Y otro. Sin embargo, como yo tengo iPhone solamente me limitaba a pensar: Qué chido que ya lo pudieron bajar, ojalá quienes tenemos iOS pudiéramos hacer lo mismo.
Entonces en las redes sociales varios usuarios de iPhone comenzaron a presumir que ya tenían Pokémon Go gracias a que abrieron una cuenta australiana de iTunes. Luego todo comenzó a suceder muy rápido y en cuestión de horas en la oficina casi todos tenían instalada la dichosa aplicación y el único tema de conversación era Pokémon Go: Qué si a fulanito le salió tal Pokémon en el parque, qué si hay un Pikachu cerca, qué si ya casi me acabo las pokébolas, etc.
Por lo visto era de los únicos que no estaban a la moda.
"Qué flojera abrir una cuenta de iTunes Australia solamente para jugar con una aplicación que a lo mejor ni me va a gustar, mejor espero a que llegue a México de manera oficial para poder jugarla".
... le decía a los demás, aunque por dentro las ganas de salir a la calle y atrapar mis propios pokémones me estaba carcomiendo.
* * * * *
Solamente aguante un día sin sucumbir a la fiebre. Para el jueves decidí mandar todo al carajo y busqué en YouTube un tutorial que me indicara cómo lograr bajar la aplicación. Todo fue más fácil de lo que había pensado y en unos 5 minutos ya tenía instalado Pokemon Go en mi iPhone. Cuando un par de horas después me descubrí buscando cualquier pretexto para salir de casa o de la oficina con la esperanza de encontrarme algún Pokémon en los alrededores supe que mi vida ya no volvería a ser la de antes.
Tanta era mi emoción que le conté a Tania sobre lo fascinante de Pokémon Go. Pensé que me diría inmaduro, ridículo o que al menos me vería feo por obsesionarme como un escuincle cagón con una aplicación de celular. Pero hizo lo contrario, me pidió que descargara la app en su teléfono y se volvió más adicta que yo.
* * * * *
El sábado nos pasamos gran parte de la tarde buscando pokemones en las calles del Centro Histórico. Entre más atrapábamos más queríamos. Nuestra búsqueda obsesiva nos llevó hasta los rumbos de la Merced. Aunque ya caía la noche y el rumbo no es muy seguro, nada detenía a Tania, que seguía obsesionada con teléfono en mano yendo a las Estaciones Pokémon más cercanas para recolectar más pokébolas.
Tan mal se puso que varias veces mentó madres y lanzaba insultos a su teléfono cuando no podía atrapar algún Pokémon.
Al otro día hicimos la búsqueda en auto. Mientras un servidor manejaba Tania iba con los teléfonos en mano recolectando recompensas y pidiéndome que me orillara cada que un pokémon se cruzaba en nuestro camino. No fueron pocas las groserías que recibimos ni las veces que casi nos atropellaban por dejar mal estacionado el coche -a veces sin poner las intermitentes- y bajarnos como desesperados en busca de alguna criatura.
* * * * *
Tania me confesó que lleva dos días soñando que atrapa pokemones; le confesé que a mí me pasa lo mismo. Cuando estamos en el departamento ella suele salirse a deambular por los pasillos 'para ver qué encuentra'. Yo aprovecho mis horas de trabajo para compartir con mis compañeros de oficina mis experiencias con esta aplicación. Al menos no soy el único enajenado.
En las últimas horas casi no he usado Twitter, ni Snapchat, ni Facebook, y cuando lo hago es sólo para hacer comentarios acerca de Pokémon Go.
Ahora no sólo temo por mi salud mental, sino también por acabarme los datos de mi plan de telefonía celular en un santiamén. Sé que debo moderarme pero no puedo, no cuando ya evolucioné dos pokemones, soy maestro pokémon nivel 6 y ya pertenezco al equipo azul.
Ahora voy a jugarle al abogado del Diablo y defender lo que para muchos es indefendible.
Desde hace un par de años se viene hablando del famoso grito de "ehhhhh....¡puuuuto!", que profieren los aficionados mexicanos en los partidos de futbol tanto de la Selección Mexicana como de la Liga MX. El debate, sin embargo, se ha vuelto más intenso durante las últimas semanas, pues muchos -incluida la FIFA- lo califican como una manifestación homofobica.
En los últimos días he leído varias columnas al respecto en distintos medios. En la mayoría se afirma que este grito es completamente discriminatorio, racista e incita al odio, además de traer consigo varias connotaciones psicológicas que hablan muy mal de los mexicanos como sociedad. Total, que el mentado grito es lo peor que le ha pasado a la humanidad.
Y saben qué, no es cierto. Desde mi punto de vista estamos exagerando mucho con este tema que hemos hecho crecer hasta niveles francamente ridículos. Ojo, no digo que el problema de la discriminación contra la comunidad gay no existe, sino que el grito de la afición mexicana está lejos de contribuir a incrementar este problema.
Igual y muchos de ustedes me tacharán de loco, dirán que soy un ignorante o que de plano no entiendo un tema tan complejo. La verdad me da igual, es mi blog y yo escribo en él lo que se me de la gana. Eso sí, antes de marcharse indignados y decididos a dejarme de hablar, primero lean mis argumentos, después son libres de mentarme la madre, total, yo como el teacher López Dóriga: Aguanto vara.
Primero debemos entender que en México hay palabras que tienen más de un significado, los cuales pueden ser completamente opuestos. Por ejemplo la palabra 'Madre', además de referirse a las mamás, también puede ser empleada en un contexto negativo como "chinga tu madre", de forma despectiva con "esa madre", o hasta para referirnos a algo que nos parece excelente con "está a toda madre".
Lo mismo ocurre con otras palabras como 'chingada', que puede transformarse en "esto está de la chingada" o "está bien chingón". Por supuesto con "puto" ocurre lo mismo. Podemos usarla para referirnos de forma discriminatoria:
"Eres un pinche puto"
Hasta para mostrar admiración:
"Ese tipo es el puto amo".
En el caso del futbol, el término 'puto' empezó a utilizarse para denotar cobardía (uno de los tantos significados de puto). ¿Por qué cobardía? Simple, cuando el portero rival en un partido de futbol decide despejar (mandar el balón lo más lejos de su portería con un sólo despeje) en lugar de salir jugando (pasar el balón a uno de sus compañeros sin necesidad de alejarse tanto propia portería) es interpretado como un acto de miedo.
"¿Por qué decides mandar el balón lo más lejos de tu arco en lugar de que tu equipo salga jugando, ¿acaso tienes miedo?", ese es el razonamiento que el aficionado común y corriente tiene detrás del grito "ehhhhhh puuuuto". Como verán, detrás de esto no hay ningún ataque contra las personas de la comunidad gay. Y les aseguro que muchos de los que hoy se ponen al brinco con esa expresión de las gradas ni siquiera saben lo que les acabo de explicar.
El dichoso grito llevaba un par de años en las tribunas de los estadios en México sin que nadie se escandalizara. Ninguno de los intelectuales y ofendidos que hoy se rasgan las vestiduras se habían enterado de su existencia y todos vivían felices. La bronca seguramente empezó cuando en algún juego de la Selección Mexicana algún directivo de FIFA escuchó el grito le preguntó a alguien "oye, ¿qué significa eso que gritan los aficionados mexicanos cuando despeja el portero?". Probablemente le respondieron que la palabra puto hace referencia a los homosexuales (en lugar de decir que tiene un sinfín de connotaciones) y el máximo organismo del futbol tomó aquello como un insulto racista.
La polémica se agudizó durante el Mundial de Brasil 2014. Por más que los directivos mexicanos se empeñaron en aclararle a la gente de la FIFA que la palabra Puto tiene muchos significados y que el grito de los aficionados no hace referencia a la homosexualidad de nadie y mucho menos es discriminatorio, nomás no se tuvo éxito y a los mexicanos, que de por sí ya tenemos muchos calificativos negativos, ahora nos agregaron el título de racistas-homofóbicos-mal educados-groseros-pelados.
Si la FIFA no hubiera dicho nada ni hubiera empezado con las amenazas de veto para el Estadio Azteca en juegos de la Selección el asunto del grito no hubiera trascendido internacionalmente, y muchos de los que hoy están enojados no estarían armando un mitote por nada.
He ido a infinidad de partidos donde han empleado el grito, y créanme, aquello es más por echar relajo que por ofender a alguien. Pero eso no lo entienden los quejosos. Les aseguro que la mayoría de los opositores nunca se han parado en un estadio y sólo se quedan con la idea de "gritan puto, entonces están insultando a los homosexuales". Y ya, no ahondan más en el contexto que es tan simple cómo pasar un buen rato, decir que están en desacuerdo porque el portero rival no sale jugando sino que prefiere despejar el balón y ya, eso es todo.
No entiendo por qué tantos periodistas y analistas se rompen la cabeza y hablan sobre tratados psicológicos, invocan a la sociología, dicen que los aficionados son unos acomplejados y demás tonterías que según ellos fomentan el odio contra la comunidad gay. Incluso hay quienes cometen la grandísima estupidez de relacionar el grito de 'puto' con la masacre al bar gay Pulse de Orlandodonde la semana pasada fueron asesinados alrededor de 50 personas.
¿Neta? ¿Dónde diablos está la relación?
Dudo que las advertencias de la FIFA, los anuncios de la FMF pidiendo mesura a la afición o las quejas de varios columnistas indignados ayuden a que esta moda gritona se acabe, al contrario, entre más le prohibas algo a la gente más lo hará.
No soy ningún homófono, al contrario, tengo amigos gays y creo que en ningún momento les he faltado al respeto. Creo en la igualdad en todo sentido y estoy a favor de la no discriminación. Es más, en el estadio nunca he gritado el famoso "ehhhhh puuuuto" (aunque de tanto escuchar al respecto ya hasta ganas me dieron de hacerlo). Para ser muy honesto, no me parece apropiado satanizar un grito que tiene un sentido completamente distinto.
Me parece que se está haciendo una tormenta en un vaso de agua y que la lucha contra la homofobia (que sí existe en nuestro país) se debe dar en otras trincheras. Y en cuanto a la FIFA, creo que tiene líos muchos más graves, como la violencia alrededor de los partidos, como para preocuparse por un simple grito. Además, si tanto se preocupa este organismo por la igualdad ¿por qué darle a Rusia el próximo mundial, cuando es uno de los países con mayor represión a la comunidad homosexual?
Así como me ven de maduro, galán, hombre bien dado, y dueño de una presencia y masculinidad que provoca bajas pasiones, la verdad es que yo también suelo ponerme nervioso. Y el que termina pagando las consecuencias cuando esto pasa generalmente es mi estomago.
Hace unos días viajé a París por motivos de trabajo. La verdad en cuanto me comunicaron que iría varios días a la capital francesa me emocioné mucho porque nunca había tenido la oportunidad de ir por allá. Conforme se acercaba la fecha más entusiasmado estaba, sin embargo, no contaba con que una parte de mí -supongo que en el subconsciente- se encontraba bastante intranquila.
Aunque mi vuelo salía un miércoles por la noche, desde la tarde del domingo anterior comencé a sentir que mi estomago comenzaba a inflamarse. No le di mucha importancia y atribuí aquel achaque a un ataque de gastritis o colitis común. No obstante, en realidad estaba ante algo peor.
Aquí debo romper el silencio y confesarles que desde hace un par de años padezco algo llamado "síndrome del colón irritable", que no es una enfermedad como tal sino un conjunto de trastornos que se presentan en el proceso digestivo (y que van desde dolor abdominal hasta la diarrea), los cuales suelen detonarse por las emociones o el estrés. En otras palabras, somatizas tu estado de ánimo en tu estomago.
Y justo eso fue lo que hice. Según yo estaba muy entusiasmado por irme a París y no sentía el menor temor por el viaje, cuando la realidad es que sí me encontraba algo estresado ¿de qué? Nunca lo supe, quizá era el nervio que siempre da hacer un vuelo transatlántico, la incertidumbre por conocer un nuevo país, tener que conocer a nueva gente, etc.
Todo esto, insisto, yo no lo sabía pero mi estomago se encargó de informármelo por medio de una hinchazón intestinal el lunes y una diarrea el martes. Ya se imaginarán lo preocupante que es andar malo de la panza cuando se está por realizar un vuelo de 11 horas. Lógico, este padecimiento contribuyó a ponerme aún más tenso y tocar fondo. En cuanto comenzaba a pensar en algún aspecto relacionado con el viaje una sensación de inquietud recorría todo mi cuerpo y venían los malditos retortijones.
¡Ni siquiera me pasó algo así el día de mi boda!
De poco me sirvió tomar medicinas contra la gastritis, lactobacilos y antidiarreicos, los síntomas de malestar estomacal no sólo seguían ahí sino que empeoraba. Justo cuando pensaba que pasaría mis días en París con un pañal y que aquel sería el peor viaje de mi vida todo se arregló de forma milagrosa justo unas horas de que saliera rumbo al aeropuerto. Se supone que en ese momento debería estar más nervioso, pero pasó todo lo contrario. Me volvió la emoción por el viaje que estaba por realizar y el dolor de estomago y la diarrea se fue del mismo modo del que llegó.
Siempre tuve la sospecha de que solía somatizar mis estados de ánimo, pero esta experiencia pre-viajera me lo confirmó. Chale, lo peor es que no sé cómo puedo luchar contra algo así, pues supongo que todo este asunto funciona a nivel del subconsciente. Al final me la pasé muy bien en París y no tuve problema alguno, incluso me extraña que mi estomago se haya portado a la altura de las circunstancias después de que pasé horas sin comer durante los tours y cuando probaba algo eran platillos a los que francamente no estoy nada acostumbrados.
Ahora que lo pienso la tensión que involuntariamente sentía era completamente injustificada, pero qué le va uno a hacer, Dios me dio el poder mutante de transformar mis problemas en retortijones y diarrea.
"El mexicano se ríe de todo, incluso de la muerte", señala un dicho popular que usamos a la menor provocación para señalar con orgullo que en nuestro país somos vaciladores, dicharacheros, dueños de un gran sentido del humor y que siempre andamos con una sonrisa en la boca.
Y saben qué, no es cierto.
Solía ser de aquellos que presumía que en México hacemos chistes de todo y de todos, que nos gusta reírnos de nuestras tragedias y que hacemos de la vida una fiesta. Sin embargo, durante los últimos años he notado que hemos perdido (si es que alguna vez la tuvimos) esa capacidad de ponerle humor a las cosas.
En esta ocasión me referiré particularmente a las redes sociales, que si bien no representan a la sociedad como tal, si son un termómetro que nos permite ver cómo andamos en algunos ámbitos. Y en lo que respecta al humor salimos reprobados.
Twitter y Facebook son dos ejemplos de lo que quiero explicar: ¿Cuántos tuits o posts que leen a diario no son quejas? Y no me refiero a quejas contra alguna compañía que hace mal su chamba o algún político al que cachan en una movida, sino reproches contra lo que ha dicho o hecho otra persona y que las masas consideran como "políticamente incorrecto".
Recuerdo que cuando abrí mi cuenta de Twitter podía hacer cualquier comentario sin temor a que una bola de resentidos me critiquen por mi forma de pensar o por insensible. Ahora me la pienso dos veces antes de poner algún comentario que vaya en contra de lo "aceptado" por los demás.
Para no ir muy lejos, me han odiado en las redes sociales por decir que...
- Los ciclistas a veces son peores que los automovilistas.
- Peña Nieto no es el culpable de todos los males de la sociedad.
- Elena Poniatowska me parece una escritora sobrevalorada y que me cae gorda.
- Los normalistas desaparecidos de Ayotzinapan no eran unas blancas palomitas.
- En mi opinión Televisa no es el opio del pueblo.
- Nunca escuché a David Bowie.
- Las películas de Tarantino ni están tan chidas.
- El feminismo en exceso es hartante.
Y así podemos agregar un grandísimo etcétera. Aunque procuro decir todas estas cosas con sentido del humor, pues total, el mexicano se ríe hasta de su muerte, siempre salen uno o dos ofendidos no tanto por mi forma de pensar, sino por cometer el atrevimiento de externar mi opinión.
Y es que en privado somos capaces de opinar un montón de barbaridades, pero en sociedad queremos quedar como los seres más rectos y éticos.
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La verdad es que andamos bien sensibles y todo lo vemos mal. Las redes sociales, y otros espacios en Internet están pasando de ser un lugar de libertad para convertirse en el espacio de las buenas conciencias, donde la ética de las masas y las apariencias son las que manda. Parece mentira que justo cuando más memes se comparten, es cuando más serios y aprensivos nos portamos.
El sentido del humor es básico en una sociedad que aspira a desarrollarse. Basta revisar el humor que se maneja en Inglaterra o Estados Unidos donde, sin querer sonar muy malinchista, se ríen de si mismos y no tienen miedo de usar el humor negro como arma contra las propias injusticias sociales y del poder. No en vano dicen que la mejor forma de combatir al enemigo, a un poder mayor o al propio miedo es ridiculizándolo
¿Por qué creen que en las dictaduras y formas de gobierno totalitarios una de las primeras cosas que se intentan controlar o restringir es al uso del humor? o ¿Por qué el humorismo de Héctor Suárez era tan celebrado? Pues porque mediante al humor se realizaba una crítica a la sociedad y sus problemas y no sólo nos hace reír sino también reflexionar.
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En México, no obstante, vamos en retroceso y nos ofendemos por todo. Alguien hace un chiste de algún muerto famoso y los demás se ofenden y te tachan de insensible; realizas un comentario ingenioso contra el candidato de izquierda favorito del pueblo y automáticamente eres un vendido e instrumento del poder; haces algún chiste políticamente incorrecto y eres tachado de machista, homofóbico y/o racista.
Y señores, estoy de acuerdo en que hasta el humor tiene límites, pero por favor no exageremos pues últimamente parece que ningún chile nos embona.
Conclusión: Nos estamos volviendo unos amargados, por favor aprendamos a reírnos de nosotros mismos. Ya no hagan corajes, les va a hacer daño.